LEA
No puedo apartar la mirada sobre los ojos de Corban, esos que en el pasado cuando me abrazaba, albergaban calidez, momentos bonitos, pero que ahora se habían convertido en un par de ojos extraños, transformando la mirada del chico que amé y que aun amaba, en algo siniestro y lleno de rabia, incluso de odio.
—¿Qué m****a haces aquí, Lea?
Ok, eso duele.
—Yo... —trago duro.
—¡Mierda! —Suelta un manotazo sobre el escritorio—. ¡Se supone que nunca nos íbamos a volver a ver!
Vale, eso me dolió más de lo que pensé.
—Escucha —suelto un
Tomo el cheque y lo rompo lanzándole los pequeños pedazos en sus narices. —Hasta nunca, Corban Smith. Sin esperar a que me dijera más, salgo de su oficina y al dirigirme al ascensor, termino chocando contra alguien. —¡Puaj! —una chica pelirroja, de ojos oscuros y pecas visibles con cuerpo de sirena, me mira con repugnancia de pies a cabeza—. Fíjate por donde caminas. —Lo siento —murmuro una disculpa. —Como sea —la chica puso los ojos en blanco, giro sobre sus talones y enseguida se dirigió hacia la secretaria que estaba a las afueras de la oficina de Corban. Me detuve e ignorando al mundo entero, apreté el botón del ascensor.<
ENZO En aquella noche había algo diferente, la oscuridad que cubría aquel departamento tenía un matiz que me erizaba el vello, me maldije mil veces por haber tomado esa decisión, estaba cubierto de sangre pero me importaba una m****a, necesitaba saber qué era de ella, si esa cita se trataba de alguien importante, pero cuando la vi salir de aquel edificio con mirada triste y actitud derrotista, lo supe, ese tipo no era nadie importante. Puede que incluso me mintiera, debía investigarla para descartar que tenía alguna relación cercana con los Smith, Lea Davis tenía un poder casi sobrenatural que me sobrepasaba y que me obligó en menos de cinco segundos, tomar la decisión de seguirla en cuanto regresé para ver qué había sido de ella, me dije mil veces que tenía que alejarme, pero al parecer mi verga y yo no estábamos sin
LEA —¡Ese hijo de puta! —la preocupaciónse reflejaba en los ojos de Alana, quien después de haber escuchado con atención toda la proeza que realicé para recibir la patada en el culo que me dio Corban, se dedicó a terminar de un solo trago la cerveza fría que estuvo todo ese tiempo descansando en su mano. —No quiero seguir hablando de eso —trago duro dejando sobre la mesilla de centro, el tarrón vacío de helado—. Él ha tomado su decisión y yo la mía. —Puedes demandar al gilipollas, estás en todo el derecho de pedir una manutención para tu bebé —dijo Alana mientras se incorporaba del sofá, yendo directamente a la nevera para sacar una nueva cerveza. —Lo sé, pero no quiero problemas, a más... él ha llamado error
CORBAN La voz chillona e insoportable de Ana comienza a ponerme de mal humor, y siento deseos de asesinarla con mis propias manos una vez saliendo de su estúpida casa lujosa, estaba enfadado, sin consultármelo, la muy zorra había organizado una jodida cena familiar, en la que mis padres y los de ella, contando su hermana menor, habían asistido para hablar sobre nuestro compromiso. Sinceramente, mi mente solo viajaba hasta una persona; Lea. —¡¿Me estás escuchando, cariño?! Mi madre tuvo que darme un discreto golpe con el pie para que pudiera salir de mi ensimismamiento. —No, lo siento —espabilé. Mi padre me lan
La voz de mi padre hizo que diera un respingo, giro y lo veo recargado sobre el marco bajo el umbral de la puerta de caoba. Sonrío falsamente y niego con la cabeza. —No entiendo porque me dices eso padre, no tiene nada que ver con una mujer —miento. Mi padre tensa la mandíbula y con pies de plomo camina hacia mí, apartando la mirada y observando hacia las afueras de la propiedad. —Ni para mentir eres bueno, te hace falta mucho por aprender —prosiguió con indiferencia—. Estoy viejo, pero sigo siendo un hombre y conozco esa mirada, se trata de una mujer. Niego nerviosamente con la cabeza, tomando la ligera confianza de poner una mano sobre su hombro, acto que parece enfurecerlo porque enseguida me mira por debajo con desdén.
LEA Los primeros rayos del sol por la mañana, se filtran a través de la fina tela de la cortina, me había quedado a dormir en el departamento de Alana, no supe en qué momento ocurrió pero me quedé dormida, y ahora estaba a un costado de su cama. Los ronquidos de mi amiga provocan que se dibuje una sonrisa en mis labios y no dudo en vestirme en silencio, tomar mis cosas y salir de la habitación. Decido dejar un mensaje en la pequeña pizarra blanca que tenía colgada a un costado entre la nevera y la cocineta, para posteriormente salir y dirigirme a mi departamento, hoy me tocaba dar la renta, tenía que contar los pocos ahorros para emergencias que guardaba dentro de una caja de música. Pido un taxi y me pongo en marcha. Al llegar a mi edificio, una vieja construcción
—Está bien, los doctores te han revisado y estás bien, hace dos días te hicieron estudios, solo tienes un poco de anemia que se puede solucionar con una buena alimentación, dijeron que es un milagro que no haya costillas rotas, aunque la muñeca de tu mano izquierda está fracturada —me informa e intento retener todo—. Uno de los doctores dijo que cuando llegaste no apartabas esa mano de tu vientre, y que al parecer ese bebé tuyo se aferró a ti, porque tu embarazo marcha a la perfección, solo necesitas unas vitaminas y mucho reposo. Está bien, él está bien. Sin poderlo evitar, las lágrimas comienzan a derramarse de mis ojos, mi bebé se había aferrado a mí, por primera vez en la vida sentía que a alguien fuera de Alana, me quería, ese bebé que ya se convirtió en mi mundo, había elegido no abandonarme, y era mío, completamente mí
LEA DOS SEMANAS DESPUÉS Han pasado dos semanas y el recuerdo de mi último día en mi viejo departamento, no fue tan bueno como pensé cuando salí de la protección que me ofrecía Alana. Ese día se llevaron todas mis pertenencias, prácticamente vaciaron el sitio, dejándome sin nada, ni una muda de ropa. Incluso el dinero que tenía de respaldo para emergencias desapareció, mi amiga tuvo que ayudarme a terminar de pagarle a la arrendadora las tres rentas atrasadas una vez saliendo del hospital, sentí pena por ella, por tener una amiga como yo, pero por más que insistí en que no tenía la obligación de hacerlo, terminé con una patada en el culo, una regañina y un helado doble de chocolate ese día. Tampoco me dejó hacer nada hasta que me recuperase, y tuve q