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Capítulo 7

—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta.

Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos.

—¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara.

Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza.

—No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar.

Touché con lo último.

—No busco nada, solo te ofrezco mi ayuda, de ser un violador ya te hubiera metido a la cajuela de mi auto sin tener que ejercer fuerza alguna, nadie vería nada, no habría testigos —sin poder evitarlo, acorto la distancia entre los dos—. Lo mismo va si fuera un secuestrador, sería algo tan sencillo drogarte para que cayeras en un profundo sueño, y follar contigo... no lo creo, no eres mi tipo, y creo que ambos nos hemos dado cuenta de que es notoria nuestra diferencia de edad, no me van las niñas de ¿dieciocho?

Tenía que saber qué edad tenía, su rostro era tan inocente que bien podía pasar como ilegal, por lo que detrás de tanto parloteo se escondía la trampa.

—No soy una cría, tengo veinte años —responde con ojos cargados de interés, sé lo que quiere saber, no soy un crío y mucho menos un mentiroso, y ella es legal.

—Ahí lo tienes, tengo veintiocho años, no me van las niñas, si fueras una mujer de grandes pechos, curvas de infarto y piernas bonitas, ten por seguro que cambiaría la invitación de un restaurante a un hotel de lujo —miento intentando que mis palabras reluzcan con sinceridad aunque no sean ciertas.

Ella se concentra en mí, su mirada parece suave, como si mis palabras fueran calmante dentro de su tormenta interna, otra chica hubiera actuado a la defensiva, dejándome ver su inconformidad por la comparación y por no tener oportunidad alguna de que la folle, pero ella... parece tranquila, como si le hubiera quitado un peso de encima.

—Está bien, pero tienes que saber que tengo un GSP que le muestra mi localización real a mi mejor amiga, por si intentas algo...

Su inocencia me causa gracia, me divierte, así que no puedo evitar soltar una risotada que se pierde entre el sonido de la lluvia que comienza a disminuir desmesuradamente.

—Te doy un consejo, nunca muestres tus cartas a nadie, si fuera un secuestrador, lo que me acabas de decir solo ayudaría a que te golpee y lance tu móvil lejos para que no sepan de ti.

Un color rojo carmesí aflora en sus mejillas, baja la mirada y creo que es la cosa más hermosa que he visto en una mujer. Estiro mi mano cuando Preppy toca la bocina del auto con impaciencia.

—Andando —estiro mi mano en su dirección, obteniendo solo una negación y subiendo al auto.

En el trayecto del camino, Preppy no dejaba de aventarme miradas cargadas de advertencia a través del espejo retrovisor, mismas que me pase por el culo, unas cuantas veces giré para verificar que estuviera bien, y en una de esas tantas miradas discretas, mis ojos viajan hasta su blusa, relamo mis labios al notar sus pezones endurecidos que sobresalen de la tela de su blusa, mi polla comienza a arder y no tengo otra opción más que tomar la chaqueta que tengo guardada en los asientos traseros y se la tiendo.

—Esto te hará sentir un poco mejor —clavo mis ojos en sus tetas y parece darse cuenta de la dirección que toma mi visión, porque enseguida toma la chaqueta y se la pone con prisas.

—Gracias —su voz tiende de un hilo.

Al llegar al restaurante, Preppy decide darme mi espacio y quedarse dentro del auto, una excusa más para drogarse y meterse alguna otra sustancia nociva al cuerpo en mi ausencia, la chica me sigue como cachorro entre tiburones cuando entramos, supongo que debe ser un lugar demasiado costoso para ella, lo que solo hace que mi pecho se hinche de orgullo, adoraba poner lujos y detalles a los pies de las mujeres para que me dejaran follarlas, el mesero se acerca y nos da la carta, tenso la mandíbula al ser consciente de que la observa con cierto atisbo de lujuria.

—Te recomiendo el pollo al alcatraz, es rico, saludable y... —le propongo rompiendo el silencio.

—No me gusta el pollo —me envía una mirada cargada de resentimiento.

—Entonces pide lo que quieras —agrego con caballerosidad.

Las líneas de sus labios se curvan hacia su derecha aligerando una mueca que me parece de lo más inquietante, regularmente puedo casi adivinar lo que las mujeres quieren, pero no con ella...

—Escucha, creo que hemos empezado con el pie izquierdo —dejo la carta del menú a un costado y me inclino un poco para acortar la distancia entre ella y yo—. Soy Enzo Brzezinski y tengo veintiocho años, soy empresario y solo quiero pasar un buen rato contigo, sin otras intenciones, solo comamos, si es que lo necesitas puedo ayudarte a llegar a dónde sea que quieras y luego me despido, eso es todo...

Su rostro parece relajarse, sus hombros bajan y opta por una postura más cómoda y llena de confianza, lo que da un punto a mi favor.

—Lea —se apresura a decir como si quisiera evitar que las palabras se atropellaran en su garganta—. Mi nombre es Lea Davis y tengo veinte años, odio el pollo y no sé leer ni hablar italiano.

Joder.

Pequeño detalle, había olvidado que el menú estaba en un idioma que no es fácil para todos. De hecho, la razón de que yo lo hablará es porque en mi familia desde muy pequeño, me enseñaron algunos idiomas que aprendí junto con Preppy.

—Lo siento.

—No te preocupes, no confío en ti pero tengo hambre así que lo que pidas por mí, está bien —se limita a esbozar una perezosa y cautelosa sonrisa fugaz.

Levanto el brazo y le indico al mesero folla mujeres con la mirada, que se acerque, le digo en un perfecto acento Italiano lo que deseo y enseguida se marcha. Intento mantener el buen balance de una conversación normal entre Lea y yo pero no puedo seguir su ritmo demasiado lento. Cuando nos traen la comida sucede lo mismo, ella simplemente se dedica a probar bocado temerosamente y es justo en el momento en el que deja el tenedor a un lado, cuando me doy cuenta de que su mente no está conmigo, parece como si una tormenta de preocupaciones flotara sobre sus abismales ojos azules.

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