CORBAN
La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera.
—Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos.
—Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro.
Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec
ENZO —No te ves con buena cara —me preguntó Preppy; uno de los hombres que se encargaban de cuidar mi espalda y también mi mejor amigo, entrando al carro y tomando el lugar en el que hasta hace apenas cinco minutos, estaba Lea. No respondí, guardé silencio, esto apestaba, jamás me había sucedido una cosa así, se supone que una vez cerrados los tratos en aquel sitio, iba a follar a Alicia, una sexy rubia con caderas de infarto aunque de pechos pequeños, a la que le metía la verga de vez en cuando, era mi puta favorita porque me hacía buenas mamadas, pero cuando vi a Lea, con aquellos ojos azul zafiro llenos de incertidumbre, temor y salvajismo, algo se detonó en mi interior. No era que me pareciera la mujer más hermosa del planeta, porque había visto y follado a mejo
LEA No puedo apartar la mirada sobre los ojos de Corban, esos que en el pasado cuando me abrazaba, albergaban calidez, momentos bonitos, pero que ahora se habían convertido en un par de ojos extraños, transformando la mirada del chico que amé y que aun amaba, en algo siniestro y lleno de rabia, incluso de odio. —¿Qué m****a haces aquí, Lea? Ok, eso duele. —Yo... —trago duro. —¡Mierda! —Suelta un manotazo sobre el escritorio—. ¡Se supone que nunca nos íbamos a volver a ver! Vale, eso me dolió más de lo que pensé. —Escucha —suelto un
Tomo el cheque y lo rompo lanzándole los pequeños pedazos en sus narices. —Hasta nunca, Corban Smith. Sin esperar a que me dijera más, salgo de su oficina y al dirigirme al ascensor, termino chocando contra alguien. —¡Puaj! —una chica pelirroja, de ojos oscuros y pecas visibles con cuerpo de sirena, me mira con repugnancia de pies a cabeza—. Fíjate por donde caminas. —Lo siento —murmuro una disculpa. —Como sea —la chica puso los ojos en blanco, giro sobre sus talones y enseguida se dirigió hacia la secretaria que estaba a las afueras de la oficina de Corban. Me detuve e ignorando al mundo entero, apreté el botón del ascensor.<
ENZO En aquella noche había algo diferente, la oscuridad que cubría aquel departamento tenía un matiz que me erizaba el vello, me maldije mil veces por haber tomado esa decisión, estaba cubierto de sangre pero me importaba una m****a, necesitaba saber qué era de ella, si esa cita se trataba de alguien importante, pero cuando la vi salir de aquel edificio con mirada triste y actitud derrotista, lo supe, ese tipo no era nadie importante. Puede que incluso me mintiera, debía investigarla para descartar que tenía alguna relación cercana con los Smith, Lea Davis tenía un poder casi sobrenatural que me sobrepasaba y que me obligó en menos de cinco segundos, tomar la decisión de seguirla en cuanto regresé para ver qué había sido de ella, me dije mil veces que tenía que alejarme, pero al parecer mi verga y yo no estábamos sin
LEA —¡Ese hijo de puta! —la preocupaciónse reflejaba en los ojos de Alana, quien después de haber escuchado con atención toda la proeza que realicé para recibir la patada en el culo que me dio Corban, se dedicó a terminar de un solo trago la cerveza fría que estuvo todo ese tiempo descansando en su mano. —No quiero seguir hablando de eso —trago duro dejando sobre la mesilla de centro, el tarrón vacío de helado—. Él ha tomado su decisión y yo la mía. —Puedes demandar al gilipollas, estás en todo el derecho de pedir una manutención para tu bebé —dijo Alana mientras se incorporaba del sofá, yendo directamente a la nevera para sacar una nueva cerveza. —Lo sé, pero no quiero problemas, a más... él ha llamado error
CORBAN La voz chillona e insoportable de Ana comienza a ponerme de mal humor, y siento deseos de asesinarla con mis propias manos una vez saliendo de su estúpida casa lujosa, estaba enfadado, sin consultármelo, la muy zorra había organizado una jodida cena familiar, en la que mis padres y los de ella, contando su hermana menor, habían asistido para hablar sobre nuestro compromiso. Sinceramente, mi mente solo viajaba hasta una persona; Lea. —¡¿Me estás escuchando, cariño?! Mi madre tuvo que darme un discreto golpe con el pie para que pudiera salir de mi ensimismamiento. —No, lo siento —espabilé. Mi padre me lan
La voz de mi padre hizo que diera un respingo, giro y lo veo recargado sobre el marco bajo el umbral de la puerta de caoba. Sonrío falsamente y niego con la cabeza. —No entiendo porque me dices eso padre, no tiene nada que ver con una mujer —miento. Mi padre tensa la mandíbula y con pies de plomo camina hacia mí, apartando la mirada y observando hacia las afueras de la propiedad. —Ni para mentir eres bueno, te hace falta mucho por aprender —prosiguió con indiferencia—. Estoy viejo, pero sigo siendo un hombre y conozco esa mirada, se trata de una mujer. Niego nerviosamente con la cabeza, tomando la ligera confianza de poner una mano sobre su hombro, acto que parece enfurecerlo porque enseguida me mira por debajo con desdén.
LEA Los primeros rayos del sol por la mañana, se filtran a través de la fina tela de la cortina, me había quedado a dormir en el departamento de Alana, no supe en qué momento ocurrió pero me quedé dormida, y ahora estaba a un costado de su cama. Los ronquidos de mi amiga provocan que se dibuje una sonrisa en mis labios y no dudo en vestirme en silencio, tomar mis cosas y salir de la habitación. Decido dejar un mensaje en la pequeña pizarra blanca que tenía colgada a un costado entre la nevera y la cocineta, para posteriormente salir y dirigirme a mi departamento, hoy me tocaba dar la renta, tenía que contar los pocos ahorros para emergencias que guardaba dentro de una caja de música. Pido un taxi y me pongo en marcha. Al llegar a mi edificio, una vieja construcción