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Capítulo 6

ENZO

El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud?

—Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña.

Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler mi interés por una mujer a kilómetros de distancia, giro para verlo, un tipo como él; alto, atlético, rubio con la sombra de la ligera existencia de una barba, ojos avellana y vestimenta un tanto desenfadada, pasaría desapercibido por los hombres, tratándolo como alguien sin un propósito, pero en realidad Preppy era uno de los asesinos más peligrosos dentro del mundo de la mafia, los líderes se cagaban cuando él estaba presente.

—Mira, ahí va la peque —señala con el mentón en dirección de la chica, inhalando una línea de cocaína, dejando seis líneas más, bien definidas sobre una charola pequeña de plata—. Ve por ella, animal. ¿Seguimos en pie con el juego de la persecución inocente?

La veo salir y mis ojos no dudan un segundo en anclarse en su trasero, joder, estaba buena y mi polla comienza a arder, me gustaba, era guapa y no estaría mal una follada antes de la reunión con los miembros del directivo de las empresas con las que estaba a punto de cerrar trato, expandir mi producto dentro del mercado textil era un gran paso, en especial si eso cubría mis verdaderos negocios de compra y venta de marihuana.

Preppy esboza una sonrisa que ignoro, sé a lo que se refiere, camino hacia la chica que parece desesperada bajo la lluvia, buscando algo con ahogo emocional latente, soy consciente de las lágrimas que derrama y eso es lo que me impulsa a andar sin que me importara mojar mi costosa ropa. Cuando estoy a solo dos pasos detrás de ella, pese a la tormenta, el olor a fresas inunda mis fosas nasales y tengo que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no follarla aquí mismo.

—Parece que no estás teniendo un buen día —digo con un ligero tono de amargura en mi voz.

Ella da un respingo y se vuelve hacia mí con el ceño fruncido, en sus ojos habita la incertidumbre, la duda, el miedo y algo más que no sé descifrar pero que colisiona en mi interior llevándome a una vorágine llena de insaciable curiosidad.

—Lo siento, ya me iba —decide con la intensión de marcharse, pero se lo impido rodeando su brazo y ejerciendo fuerza en mi agarre un tanto posesivo.

—No tienes buena cara, déjame ayudarte —insisto.

Ella parece en un trance, la lluvia ha hecho que su maquillaje parezca salido de una película de terror, pero sigue conservando su inocencia y eso me excita, ¿sabrá que me pone duro? Por lo menos intento disimular mi erección.

—No es necesario —niega y algo dentro de mi interior se estremece cuando veo el dolor reflejado en sus ojos—. Suéltame.

Hago lo que pide y observo como camina hacia la carretera, me obligo a volver al local cuando noto que mi erección ha crecido de manera considerable.

Y una m****a, quiero meterle la verga.

De varias zancadas firmes, logro acercarme a ella, ninguna mujer me rechazaba y ella no iba a ser la excepción, llego y sin permiso alguno, rodeo su cintura y la cargo sobre mi hombro, dejando salir el cabrón que era en el fondo.

—¡Bájame, maldito idiota! —comienza a patalear y a golpear con sus puños cerrados mi espalda, cree que me causa algún daño pero no es así.

A lo lejos logro divisar que Preppy tiene las llaves del auto, juega con ellas como si fuera la cosa más aburrida y casual verme cargando a una chica que claramente era a lo mucho siete años menor que yo.

—¿A dónde? —me pregunta al tiempo que le echa un vistazo al culo de la chica.

—¡Por favor, no me hagan daño! Estoy...

Su voz me harta hasta el punto de tener que recurrir a la violencia, por lo que le doy una palmada ligera en el trasero, confirmando que sus nalgas eran firmes. Ella chilla pero no vuelve a abrir la boca, de hecho se queda callada y deja de golpear y patalear.

—A un restaurante —demando.

Los ojos de Preppy se abren desmesuradamente, como si lo que acababa de salir de mi boca hubiera sido una oración, o el peor insulto que la humanidad había creado, pero no dice nada, solo encoge los hombros y se dirige al aparcamiento, es en ese momento, que estando a solas unos instantes, la bajo y me siento un cabrón por ver que sus ojos permanecen hinchados y rojos a consecuencia del insaciable llanto, odiaba los dramas, y más a las mujeres que lo hacen. No me va verlas llorar, no sabía qué hacer en situaciones tan incomodas como esas que demandan paciencia y alguna palabra dulzona que las hiciera sentir mejor.

—¿Qué me vas a hacer? —traga duro y su voz es apenas audible, no se atreve a mirarme y eso es lo que más me encabrona.

—Nada —menciono tratando de sonar lo más compasivo posible, no tengo ni puta idea de quién es o lo que la orilló a tener que parar en un lugar como este, pero estaba buena y moría por meterle la verga en el coño, así que lo mejor era ir con cautela para lograrlo.

—¿Entonces por qué no me dejas libre? —dice con gesto ausente.

—Porque tienes cara de tener mucha hambre.

—Yo no tengo... —sus palabras se quedaron suspendidas en el aire al avergonzarse por el ruido nítido que proviene de su estómago.

—Tus tripas dicen lo contrario a lo que sale de tu boca —llevo mi pulgar hasta su boca y siento la imperiosa necesidad de rozar su labio inferior, quedándome abstraído con la suavidad y el ligero temblor que le domina—. Solo déjame invitarte a comer, luego si no tienes medio de transporte puedo llevarte a algún sitio, es todo.

Sus ojos perspicaces me observan, detallan mi rostro y me pierdo en el intenso azul de sus ojos. Parece que se lo piensa aunque se ve interrumpida cuando el sonido de mi auto la hace apartar la vista de mí y colocarla detrás de mí.

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