LEA
Meto la última prenda que me falta dentro de la maleta y la cierro con destreza, pero noto que mis manos son invadidas por un ligero temblor. Me muerdo el labio inferior y comienzo a sentir un sabor amargo en mi garganta, corro hacia el baño, levanto la tapa y comienzo a vomitar.
¡Joder!
Después de un aseo bucal a conciencia, me preparo mentalmente para darle la noticia a Corban, Alana había investigado acerca de su paradero y tenía en mis manos la dirección, así como una cita con él, con otro nombre claro está, y por supuesto la foto de una modelo rusa que no tenía ni idea de quién era, pero hacer eso me facilitó enormemente las oportunidades para encararlo. Ya me había hecho a la idea de que no pensaba ni quería regresar con él, lo único que le pediría a cambio es la manutención legal, un simple apoyo económico, nada para mí, solo para él.
Los gastos me pasaban, ahora que estaba confirmado mi embarazo, tendría que buscar un nuevo empleo, dejar la universidad cursando el último año, no era una salida, estaba a pocos pasos de lograr mi meta de graduarme en periodismo, mis notas eran excelentes, la mejor estudiante de mi clase y siempre sacaba sobresalientes, incluso uno de mis profesores más queridos tiene una hermana que trabajaba para una revista muy importante, esa era mi siguiente meta, también tendría que acomodar mi agenda con las tutorías privadas que daba y de las cuales me pagaban.
Veo mi reflejo en el espejo y quiero que me trague la tierra o despertar de este sueño, abortar tampoco era una opción, pese a mis errores y que mi hijo fue concebido bajo circunstancias que no me tenían tirando confeti por todos lados, era mío, y por él estaba dispuesta a dar y hacer lo que sea, el apoyo de mis padres no lo tenía, hace tres días, cuando les conté sobre mi embarazo, mi madre me gritó dejándome casi sorda, y mi padre no perdió la oportunidad de decirme lo cuan decepcionado está de mí y que no querían volver a saber nada de mi ni de mi hijo. Así que sí, estaba sola en esto, solo contaba con la ayuda de Alana, mi mejor amiga y esperaba contar con el apoyo de Corban, después de todo este hijo también era suyo.
Me coloco un poco de maquillaje, delineando mis ojos para que resaltara su azul natural, y paso la plancha del cabello sobre mi cabello largo y oscuro.
—Tienes que dejar de pensar tanto.
La voz de Alana me saca de mi ensimismamiento y hace que suelte un respingo.
—Estoy bien —asiento con la cabeza, quisiera que fuera verdad.
—Llevas repitiendo eso desde que te enteraste de tu embarazo —Alana me regala una mirada sutil y luego me sonríe—. La pregunta aquí es... ¿crees lo que dices?
Me conocía bien.
—Tienes razón, no estoy bien, siento que el miedo domina todos mis sentidos, que los nervios se convierten en la soga que me ahorcará cuando vea a Corban —mi corazón comienza a bombear a toda velocidad—. Y no dejo de pensar en qué será de mí y de mi bebé, ¿Corban se hará responsable? ¿Lo querrá? ¿Nos abandonará a nuestra suerte?
Alana frunce el ceño, toma mis manos entre las suyas y hace que levante el mentón para mirarle directo a los ojos.
—Escucha Lea, eres una mujer fuerte, si ese gilipollas les da la puerta a ti y a mi sobrino, dale una patada en las bolas y mándalo a la m****a, que juntas sacaremos a ese pequeño demonio que no tardará en andar corriendo por el mundo, adelante.
Las palabras de mi amiga me reconfortan y se convierten en el cobijo que necesitaba, era verdad, podía sacar adelante a mi bebé, con o sin Corban.
—Tienes razón —me concentro en esconder mis temores y mostrar mi sonrisa más fingida.
—Esa es mi chica, ahora vamos, que se te hace tarde —Alana observa la hora en su reloj de mano y frunce los labios—. ¿Estás segura que no quieres que vaya contigo? Entre las dos podemos convertir a Corban en el trasero de nuestras bromas.
—Lo sé —replico observándola—. Pero necesito hacer esto sola, sino, me temo que no podré soportar lo que se viene en camino.
En cuanto las palabras se deslizan de mis labios, siento que saco fuerzas de algún lugar en mi interior que no conocía, Alana asiente y no dice nada más. San Francisco estaba a ocho horas en carro, por lo que me quedaba un viaje largo para repasar todo lo que había memorizado y qué le iba a decir al papá de mi bebé.
—Cuando llegues no olvides marcarme, y maneja con cuidado —dice Alana ayudándome a cerrar la puerta del carro mientras me coloco el cinturón de seguridad—. Creo que debemos comprar una estampa que diga "Bebé a bordo" o alguna m****a como esa.
Sonrío.
—Gracias por prestarme tu carro, prometo no chocar y entregártelo sano y salvo.
—Lea, eso no es lo que me preocupa, sabes bien que eres como mi hermana, tu seguridad es mi prioridad, y ahora que mi primer sobrino viene en camino, seré una pesada contigo —me guiña un ojo.
—Vale, como digas, te llamó más tarde —me despido de ella y arranco.
De las cosas que podían pasarme en el trayecto, me sucedió la que menos pensaba que podría ocurrirme, un gran chubasco me hizo la visibilidad de la carretera poco práctica, temía que las llantas se derraparan y ocasionaran que me accidentara. Por lo que me vi en la penosa necesidad de estacionarme en la siguiente gasolinera, que para mí buena suerte, estaba al lado de un pequeño restaurante de comida rápida. —Bien bebé, comeremos algo antes de volver a ponernos en marcha —digo en voz alta tocándome el vientre que aún no está nada abultado—. Mamá te protegerá de cualquier peligro, aunque ese sea tu padre. Tomo mi bolso y le echo un vistazo rápido a mi billetera, contaba con exactamente 400 dólares, no era mucho pero de algo me servirían, prácticamente eran mis ahorros de cuatro meses, y entre los cuales estaba la renta del departamento
—¡Zorra! —gritó el hombre pero no me importó. Cuando estuve en el interior, el calor, el humo a cigarrillo, alcohol y marihuana, inundaron mis fosas nasales provocándome ligeras arcadas. El lugar estaba repleto de varias mesas redondas rodeadas de hombres llenos de tatuajes, sin camisa, otros de traje oscuro, algunos jugando póker, otros bebiendo y firmando papeles. Nadie me prestó la mínima atención, era como si no existiera. —¡Maldita zorra, te dije que no podías pasar! —el hombre obeso me tomó del brazo ejerciendo fuerza bruta en su agarre, me zarandeó a tal grado que abrí los ojos al sentir como estampaba su mano contra mi mejilla. Inmediatamente la música se detuvo, perdí el equilibrio cayendo de bruces sobre el suelo de madera, y todo el sitio fue envuelto en un silencio ensor
ENZO El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud? —Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña. Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler
—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta. Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos. —¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara. Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza. —No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar. Touché
—¿No piensas probar bocado? —inquiero limpiando las comisuras de mis labios con una servilleta de lino, para luego inclinarme hacia delante, ladeando una ligera sonrisa solo para ella. —Es difícil hacerlo cuando te miran fijamente —responde en un tono apenas audible. Borro todo rastro de diversión en mi rostro, termino de masticar rápidamente el pedazo de carne medio crudo, y fijo mi mirada en ella, Lea debe saber que es una mujer muy guapa, aun siendo ocho años menor que yo estoy seguro que debe tener a media Universidad a sus pies. Entonces, la idea de que uno o varios hombres la acechen o que incluso ella folle con otro tipo, hace que se retuerza mi estómago, era posesivo con mis presas, y ella estaba a solo un cruce de la línea delgada que separa un simple gusto de una obsesión sexual.
CORBAN La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera. —Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos. —Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro. Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec
ENZO —No te ves con buena cara —me preguntó Preppy; uno de los hombres que se encargaban de cuidar mi espalda y también mi mejor amigo, entrando al carro y tomando el lugar en el que hasta hace apenas cinco minutos, estaba Lea. No respondí, guardé silencio, esto apestaba, jamás me había sucedido una cosa así, se supone que una vez cerrados los tratos en aquel sitio, iba a follar a Alicia, una sexy rubia con caderas de infarto aunque de pechos pequeños, a la que le metía la verga de vez en cuando, era mi puta favorita porque me hacía buenas mamadas, pero cuando vi a Lea, con aquellos ojos azul zafiro llenos de incertidumbre, temor y salvajismo, algo se detonó en mi interior. No era que me pareciera la mujer más hermosa del planeta, porque había visto y follado a mejo
LEA No puedo apartar la mirada sobre los ojos de Corban, esos que en el pasado cuando me abrazaba, albergaban calidez, momentos bonitos, pero que ahora se habían convertido en un par de ojos extraños, transformando la mirada del chico que amé y que aun amaba, en algo siniestro y lleno de rabia, incluso de odio. —¿Qué m****a haces aquí, Lea? Ok, eso duele. —Yo... —trago duro. —¡Mierda! —Suelta un manotazo sobre el escritorio—. ¡Se supone que nunca nos íbamos a volver a ver! Vale, eso me dolió más de lo que pensé. —Escucha —suelto un