Corban se empujó en mí, y esta vez grité de verdad, el dolor que rasgaba entre mis piernas era insoportable. Quise soltarme de su agarre pero nuevamente él me tenía inmovilizada con sus caderas mientras me quedaba sin aliento. Luego se retiró y cuando intenté recuperar el aliento, empujó de nuevo dentro de mí, con rudeza, movimientos duros y nada tiernos como me lo había imaginado o tontamente vi en películas románticas.
¡Pura b****a!
—Mierda, estás tan apretada Lea —musitó entre dientes.
Corban comenzó a bombear en mi cuerpo una y otra vez, sin descanso, sin pensar en mí placer o dolor, y sí que dolía y ardía, llegando a un punto en el que se movió más rápido y mi mente viajaba en dirección a las grandes expectativas que tenía; es decir, no era tonta... pero esperaba para este momento flores, música suave, vino, caricias, besos y palabras dulces, movimientos lentos y placenteros, en cambio obtuve una estúpida fiesta llena de capullos que olían a marihuana, borrachos y putas, música electrónica y un momento sobre la cama de un desconocido.
—¡Ay! —hice una mueca de dolor cuando se detuvo.
—Joder, me voy a venir —jadeó.
¿En serio? Tan poco tiempo y tan rápido...
Sentí su pene palpitar en mi interior, casi retorciéndose, nada que ver con lo que había visto en las películas o me había contado Alana Becker; mi mejor amiga, de verdad... ¿eso era todo?
Hugh... meeee que fiasco.
—¡Oh m****a, m****a, m****a, eres tan rica Lea! —exclamó Corban, echando la cabeza para atrás, cerrando los ojos y tensando la mandíbula.
Mientras yo no sentía nada ¿en dónde m****a estaba ese orgasmo que me prometían los libros, películas y los relatos de la gente más experimentada?
—El mejor sexo de mi jodida vida —Corban se dejó caer sobre mi cuerpo—. ¿Te gustó?
Ante mi silencio por encontrar las palabras exactas para no lastimar su orgullo masculino, Corban hizo una mueca y salió de mí bruscamente, bajé la mirada y casi ahogo un grito al ver la sangre que yacía debajo de mí y alrededor de mis muslos.
—Necesito asearme —levanté la mirada tratando de encontrar un poco de comprensión en Corban, pero mi sorpresa fue otra al verlo ya vestido y a punto de salir de la habitación—. ¿Qué haces? ¿Me estás escuchando?
—¡¿Tú te estás escuchando?! —exclamó y su tono de voz fue lo que me puso en alerta.
—¿Qué te sucede? —odio cuando noto que mi voz se quiebra.
—Acabo de follarte y de hacer mi jodida fantasía realidad, y tú solo dices que quieres asearte —puntualiza y me estremezco—. Está claro que te importa una m****a mis sentimientos, es decir... deberías estar brincando de alegría de que por fin te desvirgué.
Antes de que pudiera decir algo, Corban salió, dejándome sola, dentro de una fiesta de la que no conocía a casi nadie, las lágrimas se arremolinaron en mis ojos rodando por mis frías mejillas, estaba adolorida, me sentía humillada, y traicionada, mi corazón frágil poco a poco se quebró, y el sonido estruendoso que se escuchó desde mi interior, me hizo caer en una realidad; había cometido el peor error de mi vida.
Sin perder tiempo busqué entre mis cosas mi teléfono móvil y le marqué a Alana, quien no tardó en contestar y acudir a mi ayuda, cuando entró a la habitación su enfado era más que apocalíptico.
—¡Ese hijo de la gran puta! —exclamó corriendo hacia mí para envolverme en un abrazo de oso.
—Lo eché a perder... —sollocé entre sus brazos.
—Tranquila, todo estará bien...
Ojalá mi amiga hubiera tenido razón, ojalá yo hubiera sido más inteligente como para saber que después de haberme entregado a Corban, él dejaría de hablarme, de buscarme, simplemente desapareció de mi vida, enterándome solo al día siguiente que se había mudado a San Francisco, en donde iba a tomar las riendas de la empresa de su familia, porque sí, Corban Smith era el hijo del famoso empresario Ferguson Smith; quien era dueño de varias presas petroleras y hacía negocios con empresas textiles en Colombia.
Ojalá el Por siempre que no se cansaba de decirme al oído, hubiera sido real.
Presente. Dos meses después.
—¿Y bien? —me pregunta Alana con ojos curiosos—. ¿Qué dice la prueba?
Frunzo el ceño y veo que aparecen claramente dos líneas color rosa en dos de ellas, en otra prueba de embarazo digital solo dice positivo y en otras aparece una carita feliz, y más dobles líneas.
—No... No estoy muy segura de...
Alana pierde la poca paciencia que tenía, y me arranca de mis manos temblorosas la prueba de embarazo.
—Mierda, estás embarazada —dice mi amiga con un sentimiento de angustia en sus ojos.
El alma se me cae a los pies y siento que todo el aire que creí haber retenido en mis pulmones, desaparece, la voz me fue robada y mi corazón comienza a galopar frenético.
—Lea —Alana chasquea los dedos—. ¿Estás bien?
Mis piernas se debilitan y me ayuda a sentarme sobre la tapa cerrada de la taza del baño.
—Joder, Lea, respira —Alana se dirige al lavabo y toma un vaso de vidrio que descansaba sobre una encimera de cristal, lo llena de agua y me lo da—. Toma, te sentará bien.
Hago lo que me pide pero no puedo estabilizar mi respiración.
—Y ahora ¿qué voy a hacer? —la pregunta que brota de mi garganta me sabe amarga y mis entrañas se retuercen.
Entonces Alana suelta un bufido y anclando sus ojos sobre mí, dice:
—Haremos un viaje a San Francisco, el gilipollas de Corban tiene que saber que estás esperando un hijo suyo.
LEA Meto la última prenda que me falta dentro de la maleta y la cierro con destreza, pero noto que mis manos son invadidas por un ligero temblor. Me muerdo el labio inferior y comienzo a sentir un sabor amargo en mi garganta, corro hacia el baño, levanto la tapa y comienzo a vomitar. ¡Joder! Después de un aseo bucal a conciencia, me preparo mentalmente para darle la noticia a Corban, Alana había investigado acerca de su paradero y tenía en mis manos la dirección, así como una cita con él, con otro nombre claro está, y por supuesto la foto de una modelo rusa que no tenía ni idea de quién era, pero hacer eso me facilitó enormemente las oportunidades para encararlo. Ya me había hecho a la idea de que no pensaba ni quería regresar con él, lo único que le pediría a cambi
De las cosas que podían pasarme en el trayecto, me sucedió la que menos pensaba que podría ocurrirme, un gran chubasco me hizo la visibilidad de la carretera poco práctica, temía que las llantas se derraparan y ocasionaran que me accidentara. Por lo que me vi en la penosa necesidad de estacionarme en la siguiente gasolinera, que para mí buena suerte, estaba al lado de un pequeño restaurante de comida rápida. —Bien bebé, comeremos algo antes de volver a ponernos en marcha —digo en voz alta tocándome el vientre que aún no está nada abultado—. Mamá te protegerá de cualquier peligro, aunque ese sea tu padre. Tomo mi bolso y le echo un vistazo rápido a mi billetera, contaba con exactamente 400 dólares, no era mucho pero de algo me servirían, prácticamente eran mis ahorros de cuatro meses, y entre los cuales estaba la renta del departamento
—¡Zorra! —gritó el hombre pero no me importó. Cuando estuve en el interior, el calor, el humo a cigarrillo, alcohol y marihuana, inundaron mis fosas nasales provocándome ligeras arcadas. El lugar estaba repleto de varias mesas redondas rodeadas de hombres llenos de tatuajes, sin camisa, otros de traje oscuro, algunos jugando póker, otros bebiendo y firmando papeles. Nadie me prestó la mínima atención, era como si no existiera. —¡Maldita zorra, te dije que no podías pasar! —el hombre obeso me tomó del brazo ejerciendo fuerza bruta en su agarre, me zarandeó a tal grado que abrí los ojos al sentir como estampaba su mano contra mi mejilla. Inmediatamente la música se detuvo, perdí el equilibrio cayendo de bruces sobre el suelo de madera, y todo el sitio fue envuelto en un silencio ensor
ENZO El recuerdo de aquella chica no deja de rondar por mi mente y siento deseos de follarla, darle tan duro hasta que sangre, sus pechos, sus curvas, todo me había llamado la atención desde el momento en el que la vi detrás de la puerta, rogando bajo la lluvia porque alguien le preste atención. Sin duda alguna sus ojos azules y su cabello oscuro pegado a su perfecto rostro de muñeca, habían hecho que no solo se robara mi atención sin ser consciente, sino, que mi polla anhelara estar dentro de su boca, probar el límite de su garganta ¿aguantará mi longitud? —Deja de pensar en ese culo caliente —enfatiza Preppy, mi mejor amigo—. Es un poco menor para los gustos tan extravagantes que tienes. Solo es una niña. Asiento en silencio, él me conocía tan bien que podía oler
—Lo siento, no puedo aceptar nada de ti —finaliza aclarándose la garganta. Enarco una ceja con incredulidad, ¿acaso está ciega? Usualmente logro obtener un sí de las mujeres, solo basta con ver mi atractivo o los lujos que les puedo ofrecer, pero parece que ella es inmune a mis encantos. —¿Puedo saber por qué? —me aparto de ella como si su tacto me quemara. Ella parece recobrar la postura, su mirada parece más fiera y siento curiosidad de saber qué es lo que pasa por su cabeza. —No lo sé, déjame pensar... —suelta un largo suspiro de exasperación—. Porque no te conozco, no sé si eres un violador, un secuestrador sexy, o simplemente eres de esos tipos que buscan follar. Touché
—¿No piensas probar bocado? —inquiero limpiando las comisuras de mis labios con una servilleta de lino, para luego inclinarme hacia delante, ladeando una ligera sonrisa solo para ella. —Es difícil hacerlo cuando te miran fijamente —responde en un tono apenas audible. Borro todo rastro de diversión en mi rostro, termino de masticar rápidamente el pedazo de carne medio crudo, y fijo mi mirada en ella, Lea debe saber que es una mujer muy guapa, aun siendo ocho años menor que yo estoy seguro que debe tener a media Universidad a sus pies. Entonces, la idea de que uno o varios hombres la acechen o que incluso ella folle con otro tipo, hace que se retuerza mi estómago, era posesivo con mis presas, y ella estaba a solo un cruce de la línea delgada que separa un simple gusto de una obsesión sexual.
CORBAN La junta me tenía agotado y solo podía pensar en la guapa modelo que estaba a punto de follar, se había retrasado por veinte minutos pero solo recordar sus curvas hizo que el mal humor desapareciera. —Por esa sonrisa debo suponer que te parecieron bien los nuevos proyectos —la voz monótona de mi vieja secretaria me da una sensación de escalofríos. —Recuérdame por qué soy el único que no tiene una sexy y atractiva asistente —saqué al hijo de puta que llevaba por dentro. Verónica, una mujer de cincuenta años, madre soltera, con dos hijos que apenas y le apoyan, y una nieta que cuida como si fuera suya debido a la irresponsable de su hija menor que por lo que me había comentado, vivía bajo la vagancia y protec
ENZO —No te ves con buena cara —me preguntó Preppy; uno de los hombres que se encargaban de cuidar mi espalda y también mi mejor amigo, entrando al carro y tomando el lugar en el que hasta hace apenas cinco minutos, estaba Lea. No respondí, guardé silencio, esto apestaba, jamás me había sucedido una cosa así, se supone que una vez cerrados los tratos en aquel sitio, iba a follar a Alicia, una sexy rubia con caderas de infarto aunque de pechos pequeños, a la que le metía la verga de vez en cuando, era mi puta favorita porque me hacía buenas mamadas, pero cuando vi a Lea, con aquellos ojos azul zafiro llenos de incertidumbre, temor y salvajismo, algo se detonó en mi interior. No era que me pareciera la mujer más hermosa del planeta, porque había visto y follado a mejo