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King
King
Por: Kleo M. Soto
Epígrafe

El gélido frío de la noche hace que la piel se me erice, a lo lejos el sonido de risas, palabras dulzonas y gemidos, se vuelven inconexos, inestables, bebo lo que queda de mi cerveza y dejo el envase vacío cerca de unos arbustos, el corredor lleno de enormes pinos en medio del bosque, hace que me sienta como la protagonista de alguna película de terror, eran poco más de las diez de la noche y aún no tenía noticias de Alana, mi mejor amiga no daba señales de vida y comenzaba a cabrearme el hecho de que me hubiera dejado sola en medio de la fiesta en la piscina del hotel, todo por irse con un chico que apenas había conocido hace tres horas.

Todo está bien, solo es una fiesta, no seas paranoica.

Alana y yo éramos estudiantes de periodismo de segundo año en la universidad, habíamos ahorrado todo un año para poder salir de vacaciones de verano a Phoenix Arizona, nos hospedamos en un hotel cinco estrellas pero no contaba yo, con que el extraño hotel rodeado de un frondoso y enorme bosque, hacía fiestas constantes con juegos extraños, en los que los huéspedes, que para este momento solo éramos cerca de cincuenta, podían conocerse y entablar nuevas amistades, broma del destino o no, yo era todo lo contrario a Alana, mientras mi amiga era extrovertida y no le costaba trabajo hacer amigos, yo era más bien introvertida, con un exceso de responsabilidad equivalente al de una señora de cincuenta años. Era joven, sí, pero tenía la mala costumbre de preocuparme por todo en exceso.

Y esta era una de esas situaciones en las que mi cerebro trabajaba el doble, pensando en todas las posibilidades en las que Alana o yo podríamos acabar muertas, ¿y qué tal si el tipo la está violando? ¿Qué pasa si alguien me cubre la boca, me desmayo y termino despertando en un sitio equis, sin ropa y con claros indicios de violación brutal? ¿Y qué pasa si algún grupo de mafiosos nos encuentran, nos secuestran a todos y nos matan? Sí, eran exageradas mis teorías, pero la vida que llevé desde niña, me ha hecho la persona que soy ahora.

Fraude de hija, hermana no deseada, da como resultado una chica introvertida con diagnóstico de ansiedad generalizada mezclada con ataques de pánico. Eso es lo que soy y lo acepto, el problema es que el mundo nunca lo hará.

—Joder —resoplo viendo como un halo gélido sale de mi boca.

Camino sin dirección, consciente de que nunca bebo y que los efectos de las dos cervezas pese a no ponerme pedo, hacen un ligero efecto en mi sistema. El sonido de una rama que piso por accidente, hace que casi caiga de bruces, pero logro recuperar el equilibrio y seguir con mi camino. Mi mente no deja de mover los engranajes rebuscados en los que me iluminaban con un millón de ideas para asesinar a Alana por dejarme como trapo sucio en medio de gente que no conocíamos.

Mi teléfono móvil comienza a timbrar y de mala gana lo saco de uno de los bolsillos traseros de mis desgastados jeans, observo el nombre que aparece parpadeando y trago duro. Corban era mi novio, desde hace cuatro años, uno con el que discutí antes de venir al viaje por cuestiones un tanto...extrañas. Y ahora no dejaba de marcarme cada media hora, era tanta su insistencia que soltando un largo suspiro lleno de exasperación, termino por descolgar.

—¡¿Por qué m****a no respondes a mis llamadas?! —su voz es hostil y demasiado cabreada.

—¿Disculpa? —Frunzo el ceño y me siento encima de un tronco grueso y caído que estaba a un costado de mí—. Fuiste tú quien me dijo que no querías saber nada de mí hasta regresar de vacaciones.

Observo la hora que marca mi reloj de mano y con impaciencia froto mi nuca.

—Lo siento ¿ok? Estaba demasiado cabreado, es que llevamos ya cuatro años de noviazgo y nunca te he presionado, pero soy hombre, Lea, tengo necesidades —me reprocha y de fondo puedo escuchar música de antro—. Te amo, lo sabes, no sé qué más hacer para demostrártelo, te deseo, y quiero estar dentro de ti, pero cada que lo intento parece que no estás segura, lo respeto pero...

Una pareja pasa frente a mí, corriendo, están muy pasados de copas y no se percatan de mi presencia, porque de forma inmediata el chico la arrinconó sobre un árbol y comenzó a besarla con desenfrenada pasión, sus manos parecían impacientes al momento de tocarle el cuerpo sin delicadeza, su hambre y deseo sexual era tan voraz, que indudablemente mis mejillas ardieron.

—¿Me estás escuchando? —la voz áspera de Corban me hizo regresar a la realidad.

Espabilé y me puse de pie para caminar, no quería que pensaran que andaba de fisgona, y mucho menos era mi intención ser expectante de su tórrido romance, lo más probable era que eso acabara en sexo al aire libre, y ver porno en vivo no era mi idea de las vacaciones perfectas, por lo que comencé a andar internándome en el bosque para acortar camino.

—Lo siento, me distraje —hago una mueca al darme cuenta de la mala decisión que había tomado, el camino era empinado y demasiado difícil de andar.

—¿Por qué m****a estás agitada? —inquiere y su tono de molestia hace que me dé jaqueca.

—El camino que he tomado para el hotel es...

—¡No me mientas! —estalla y paro en seco al darme cuenta que he perdido camino—. ¡Seguramente estás follando con alguien! Cómo me puedes hacer esto...

—Tengo que colgar —digo y tenso el cuerpo al darme cuenta que una sombra se mueve entre los árboles.

—¡No te atrevas a...!                           

Cuelgo y meto mi celular en mi bolsillo trasero, me cruzo de brazos y giro sobre mis talones con toda la intención de marcharme, pero piso mal y termino cayendo de bruces contra el suelo lleno de ramas y pasto.

—¡Mierda! —exclamo al darme cuenta que me he raspado la mano.

Todo estaba oscuro, solo la luz que mermaba de la luna me brindaba un poco visibilidad, descendí la mirada e inspeccioné con detenimiento la herida, no era grave, pero me ponía de mal humor el hecho de que esto no tenía que haberme pasado si no hubiera salido en busca de Alana.

Adoraba a mi amiga, pero a veces su irresponsabilidad hacia la vida y sus ganas de siempre follar con tíos que no conoce, provocaba que cada vez me pusiera a pensar si realmente era sana nuestra amistad.

—¿Estás bien?

Una voz ronca y demasiado varonil hizo que diera un respingo, levanté la mirada y solo pude ver un par de ojos verdes, que brillaban debido a la luz que emitía su celular en mano y que pegaba directo a su rostro, era apuesto, sus facciones finas me hicieron pensar en algún modelo, era alto, más que yo, delgado pero fornido, su aura era demasiado tensa y me intimidó un poco.

—Sí, yo...

El tipo me agarró de la mano al ver mi intención por ponerme de pie y salir corriendo, me alzó sin dificultad y me estrechó contra él, pegando su mejilla con la mía.

—No tienes fiebre y tampoco hueles como si estuvieras hasta una cuba —dice en tono bajo.

Por instinto me alejo de él, sabiendo que ya es demasiado raro que esté aquí.

—No me toques —trago duro y le lanzo una mirada llena de incertidumbre.

—Solo intento ayudar —apaga su celular y ahora su rostro permanece oscuro como la noche. Pero soy consciente de que da dos, tres, cuatro pasos hacia mí, acortando toda la distancia que nos separa.

—No te acerques, mis amigos están cerca, si grito seguro que vienen y...

—¿Qué amigos? Solo has venido con una amiga y se hospedan en la habitación quince, las he visto y...

Ok, esto ya es muy malo.

Él se acerca a mí y cuando estamos frente a frente, alza su mano en mi dirección, cierro los ojos pensando que intentará golpearme pero sucede todo lo contrario, acaricia mi mejilla y su tacto suave al frotar mi piel, me provoca una descarga de electricidad que me pone la carne de gallina, abro los ojos y conectamos al instante.

—Eres hermosa...

Quiero hablar, decirle que se aleje, darle incluso una patada en las bolas, pero su mirada está tan llena de magnetismo salvaje, que inexplicablemente me pierdo en el inmenso abismo de sus pupilas, sus ojos se convierten en dos enormes agujeros que me absorben.

—Quiero besarte —su voz demanda un tono sexual que me excita sin razón.

—No te conozco —mi voz tiende de un hilo.

Él abre la boca para decirme algo, pero justo en ese momento la voz de Alana hace que salga de mi ensoñación extraña y por instinto me alejo y giro hacia atrás, en dirección de dónde provenía la voz de mi amiga.

—¡Lea!

Siento alivio en mi pecho, era como si me quitaran un peso de encima.

—¡Aquí! —exclamo sintiendo que una luz de esperanza iluminaba mi alrededor.

El recuerdo de aquel hombre me hace tambalear y cuando volteo para encararlo con mucho más valor, ya no está.

¿Acaso lo había imaginado?

¿Tan ebria estaba?

—¿En dónde m****a te has metido? —Alana se me abalanza con fuerza, envolviéndome en un cálido abrazo de oso—. Te he estado buscando desde hace quince minutos, pensé que estabas en el salón, en la piscina o en la habitación.

—Vine a buscarte, tardaste y...

—Chicas, no quisiera interrumpir su encuentro, pero tenemos que irnos, estamos un poco alejados de la zona accesible del hotel y al dueño no le gustará saber que sus inquilinos andan vagando en la noche a mitad del bosque, por su propiedad —nos explica el mismo chico con el que se fue mi mejor amiga.

—Tiene razón —Alana me mira con un aire de extrañeza al anclar su fría mirada sobre mi mano herida—. ¿Qué te ha pasado?

Frunzo los labios apartando mi mano de su áspero tacto. Era infantil pensar así, pero era un hecho que esto fue por su culpa.

—Nada, solo es un raspón.

Alana me observa con enfado, pero no hace nada más, solo asiente y nos ponemos en marcha, la temperatura comenzaba a descender y cuando divisé a lo lejos a más personas, comencé a sentirme más segura.

—Cuéntame más de los dueños del lugar —Alana se encarámela en el brazo del tipo fornido que no dejaba de mirarle las tetas.

—Realmente no sé mucho, solo que son dos tipos, una especie de socios súper ricos, son dueños de este hotel y de muchos más por todo el mundo, es increíble ¿no les parece? —dice con emoción fingida el sujeto que me daba mala espina.

—¿Son jóvenes? ¿Casados o solteros? ¿Cómo son?

Las preguntas de mi amiga se pierden cuando mi mente no deja de revivir una y otra vez mi encuentro con aquel hombre, pensé en contarle a Alana, pero la conocía, y era la clase de chica que no pararía primero de martirizarme con preguntas, luego se enfadaría por mi comportamiento y después haría todo por encontrar al tipo en el hotel, lo cual solo me causaría desgaste físico, mental y una enorme ola de vergüenza si lo encontrara.

—Se apellida Brzezinski —finaliza el sujeto.

—¿Lea estás poniendo atención?

—Lo siento, estaba un poco distraída.

—No te preocupes, te hará bien un trago —el sujeto que hasta ese momento no tenía idea de cómo se llamaba y sinceramente no me importaba, me sonríe a modo tranquilizador enseñándome su larga dentadura perfecta y blanca.

—No lo creo, necesito dormir —me dirijo hacia mi amiga—. Pero tú diviértete ¿sí?

—¿Estás segura? Puedo quedarme contigo si quieres, haremos una noche de chicas y...

Niego con la cabeza, conozco su juego.

—Estoy cansada y me iré a la cama, pero mañana podremos hacer algo juntas, pásala bien esta noche —le devuelvo el abrazo y le susurro al oído—. Usa protección.

Ella pone los ojos en blanco pero ladea una sonrisa coqueta.

—Y que lo digas.

Me despido de mi amiga y subo las escaleras, caminar me haría bien, en ese momento recuerdo la coletilla con Corban y me veo impulsada a marcar su número mientras me dirijo a la habitación, pero no responde, me manda directo a buzón, al sexto intento desisto, meto la llave en la cerradura pero me detengo en seco, una sensación abrumadora y extraña atraviesa mi pecho, me siento vigilada, como si un par de ojos estuvieran encima de mi estudiando cada uno de mis movimientos.

Estás alucinando, Lea.

Echo un vistazo cauteloso por encima de mi hombro pero no hay nadie, el pasillo está completamente vacío e iluminado, niego y enseguida entro, con la misma sensación recorriéndome. Esa noche soñé con el mismo hombre, esa noche mientras dormía, entre sueños vi su reflejo sobre mi rostro, y sentí unos suaves labios tocando los míos, y aquella voz ronca diciéndome:

—Eres hermosa, Lea Davis.

Lástima que jamás volvería a reconocer su voz y mucho menos su rostro.

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