CAPÍTULO 2 UN PASEO

JENNIE

Así que era él.

—Señor Kim, le presento a mi hijo, Víctor Gabriel Salazar de la Rosa, teniente de corveta y futuro alférez.

Apenas pude observarlo, mi padre me miró inquisidor, así que no tuve más remedio que hacer la ceremonia. Me incliné ante ellos, arrodillándome al suelo, mi madre y mis hermanas a mi lado hicieron la reverencia.

—Es un honor conocer a mi honorable prometido—posé mi cabeza sobre mis manos. 

Sentí mi estómago hervir y de pronto unas náuseas terribles, ¿Cómo puede ser que un gesto tan complejo como mi reverencia me llevé a la esclavitud eterna? Y no solo con este tipo tan desagradable, sino que con un hombre mentiroso.

—Oh, por favor, levántense—exclamó el alférez, lo escuché sorprendido.

Pero mi padre intervino.

—Es una tradición, dar la bienvenida a la familia del novio—probablemente haya hecho su reverencia de aceptación—, por favor, pasemos al comedor.

No levanté la cabeza hasta que escuché los pasos alejarse.

—Levántense, niñas—indicó mi madre—¿Cómo es que sabe quién eres, Jen? —me interrogó mi madre inquisidora.

Mi espíritu podría ser rebelde, pero no soy una mentirosa y tampoco tengo que encubrir a ese hombre, le conté rápidamente a mi madre quién era ese tal Gabo.

—Él se burló de mí—dije molesta.

—No hay nada que no le puedas perdonar—indicó mi madre—, de ahora en adelante tienes que obedecer todo lo que él te pida—La aberración de mi situación era agobiante. Obedecer… a un mentiroso.

Después de un momento, seguimos a los hombres al comedor.

“De ahora en adelante tienes que obedecer todo lo que él te pida”

En mi pecho, sentía que todo para lo que me había preparado desde pequeña, me agobiaba, me asfixiaba.

Anhelante, tomé la mano de mi pequeña hermana, soy diferente a Shinae, ella podrá haberse puesto la responsabilidad de la familia sobre sus hombros, pero, por mi parte… quiero ser diferente, no quiero que Eunjoo termine como yo.

Tomé aire y erguí la espalda, al entrar al comedor, los hombres estaban charlando, nos vieron entrar y todas tomamos nuestro lugar al igual que ellos, nos sirvieron la comida.

—Como verá, Don Lalo, nuestras tradiciones están completamente arraigadas en nuestra familia, sin en cambio, pese a que hemos vivido muchos años aquí en México, le agradará saber que hemos adoptado su cultura.

—Debo admitir, señor Kim, que estaba algo preocupado con el matrimonio, no sabía mucho sobre sus tradiciones, pero viendo que son costumbres muy honorables… a nuestra familia le caerá muy bien compartir el honor y la dignidad—Gabo… o Víctor tomó asiento frente a mí—. Además—continuó don Lalo—. Nosotros tambien tenemos tradiciones y parece que traemos las manos vacías, pero en realidad—tomó el hombro de su hijo—, diles, hijo.

Él se aclaró la garganta, enarqué una ceja, mirándolo.

—La familia Salazar de la Rosa, cuenta con una hacienda textilera y ganadera, así que pongo a su disposición, cincuenta cabezas de ganado, cien hectáreas de cultivo, cien monedas de oro, doscientas de plata y el legado perpetuo de la familia.

—Oh, eso es muy amable—comenzó a decir mi madre.

Molesta, por tanta cosa material, no pude ponerles freno a mis palabras.

—¿Y qué? —exclamé—¿eso es todo?

—Jennie—rezongó mi padre.

—No, déjela—me dio la palabra Don Lalo—, al final será ella quien administre todo—Don, me miró—. Señorita, eres mi nuera ahora y todo el peso de la familia se quedará contigo, ¿lo sabes?

No me inmuté.

—Lo sé—no bajé la mirada—, también sé que la familia Salazar de la Rosa, cuenta con mucho más que cincuenta simples cabeza de ganado, más que solo cien hectáreas de cultivo, una fortuna en oro y plata, ¿Por qué me conformaría con menos?

—¡Jennie!, eso no fue…

—Lo siento, padre, pero no me conformaré con tan poco, no seré una agachona, quieren solidificar su posición en la sociedad, entonces denme lo que corresponde.

Se hizo un silencio en la mesa, Gabo me miró boquiabierto y yo lo miré altanera, me hubiese mantenido callada y tranquila si él se hubiese presentado antes, pero si me va a mentir así tan descaradamente, pisoteando mi orgullo de esa manera, entonces yo también haré lo mismo por mi conveniencia.

Don Lalo estalló a carcajadas.

—Tienes toda la razón jovencita, me gustan las mujeres con carácter—se inclinó hacia el frente—Sabes lo que tiene que hacer la esposa de un alférez, ¿cierto?

Lo sé bien, sé lo que tengo que soportar.

—Si lo tengo que soportar, al menos me tienen que pagar por ello—repliqué.

Don Lalo y yo nos desafiamos con la mirada, luego, sonrió despacio.

—Señor Kim, si hubiese tenido a un varón lo hubiese acogido de inmediato en mi familia, para mi hija sería un hombre cabal.

—Pero soy una mujer—espeté.

—Creo a una esposa perfecta para un alférez—apremió hacia mi padre—, y no espero menos que realice su papel, señorita, claro, siempre respetando el orgullo para ambas familias.

—He pasado toda mi vida instruyéndome para ello, puede ponerme al mando cuanto antes mejor.

Acabo de ponerme un ancla en mis piernas, sellar el trato con Don Lalo, mientras que mi “prometido” está sentado sin decir nada, solo mirándome verdaderamente sorprendido.

—Bien, tenemos un mes para realizar los preparativos, para entonces Víctor habrá salido de la academia, mandará por tu equipo de novia.

Tomé aire y me levanté.

—Lo estaré esperando—me incliné para con Don Lalo—, es un placer negociar con usted.

Di media vuelta sin esperar tal respuesta.

Me salí de ahí dando resoplidos, ahora no puedo retractarme, mi orgullo me ha cegado, pero no puedo dar marcha atrás.

Ser la esposa de un alférez, es una vida llena de deslealtad, de trabajo, es una vida miserable y vacía. Para que una esposa se coloque en el poder, debe hacer ojos ciegos y oídos sordos ante lo que su esposo haga. La esposa de un alférez selecciona a las amantes de su esposo, selecciona el lugar en el que se verán y después hacer como si nada cuando llegue a casa. Lo entiendo, entiendo que en este matrimonio no hay amor de por medio y tampoco espero nada de mi prometido, es solo que…

Me resigné a caminar por el jardín, hasta la fuente; fui a sentarme en el banquillo de hierro, recargué mi cabeza sobre mi brazo, empapándome del olor de los árboles de jazmín. Varias florecillas cayeron sobre la falda de mi vestido

De pronto me di cuenta de los pasos que se acercaban, frente a mi rostro apareció un pañuelo blanco. Levanté la vista.

—Creí que lo necesitarías.

—No lloro por cosas inútiles—hice a un lado su ofrecimiento.

—Oh, creí que tú estabas…

—No se haga ideas equivocadas de mí.

—No lo hice—guardó su pañuelo—, desde el principio, no lo hice.

Me miraba seriamente.

—En cambio, me he dado cuenta de cómo es usted—estiré el cuello— y cómo serán las cosas de ahora en adelante.

—No me conoce, Jen—fue decisivo. 

—Señorita Kim, para usted—me erguí en la banca—, estoy segura de que tengo toda una vida para no dejar de conocerlo, pero me ha bastado solo una tarde para darme cuenta de que me deparará de ahora en adelante.

Él se cruzó de brazos, esperando paciente, había algo en su calma que me irritaba.

—La escucho.

—Es un impuntual, presuntuoso, falto de valor y responsabilidad, además de palabra, un mentiroso en su totalidad.

—Hum—asintió—, no está tan mal acertada.

—Certera—tomé una florecita—, ahora, ya sabemos que estaremos juntos el próximo mes, porque no se sienta en aquella banca, disfruta del ambiente en silencio y me deja sola—me llevé la florecilla de jazmín a la nariz.

Cabeceó.

—Pronto estaremos casados y no te dejaré sola.

—Las palabras se las lleva el viento—me levanté de la banca—, si no tiene nada interesante que decir, entonces lo dejo continuar su paseo, la salida está…

—No me apetece dar un paseo solo.

Sonreí con ganas.

—No está solo, dios siempre lo acompaña, buenas noches.

Comencé a alejarme.

—No quería recurrir a esto, pero ¿quiere que le ordene? —Di un respingo—. Su madre me dijo que, ahora que estamos comprometidos, tiene que obedecerme, señorita Kim—exhaló—, pero no quiero recurrí a ello, así que se lo pediré amablemente de nuevo—se colocó su gorro—. ¿Le gustaría dar un paseo conmigo?

—¿Y si me niego? —repliqué, él me sonrió despacio.

—No lo hará.

De los momentos más engorrosos de mi vida, este era el peor, caminar en mi jardín, del brazo de un mentiroso.

—La noche es particularmente agradable, ¿no lo cree, señorita? —habló cadente y amable, por mi parte estaba enfurruñada, tiró de mi brazo.

—La noche es igual a todas las demás.

Él soltó una exhalación.

—Creo que, comenzamos con el pie izquierdo, ¿no? —no dije nada ¿Qué quiere hacer ahora? —. Debo admitir que me siento un poco decepcionado ¿Cómo puede entablar conversación con un desconocido y no quiere hablar con su prometido?

Intenté retirar mi brazo, lo retuvo enseguida.

—Decepcionarse no le queda bien—repliqué—, usted fue el que no quiso conocerme en primer lugar, además—miré hacia el frente—, he pensado en lo que “Gabo” me ha aconsejado.

—¿Qué fue eso?

— “Es mejor que se busque a un buen hombre, Jen” —no dijo nada, así que proseguí—. Usted quiere tanto este matrimonio como yo, así que mañana mismo comenzaré mi búsqueda entre las señoritas más respetables del puerto, si pudiera decirme con anticipación sus gustos sobre las mujeres…

—¿De qué diablos está hablando?

Intenté guardar la calma.

—Me anticipo a mis deberes como esposa de un alférez, tengo que buscar a sus respectivas amantes.

Se detuvo abrupto.

—¿Qué?

—Es lo que dije…

Se quedó frente a mí, mirándome sorprendido como en el comedor.

—No puedo creer lo que me está diciendo.

Me quedé callada, esperando que él me dijese algo, que me ordenara callar o que me ordenara que prosiguiera con ello ahora mismo.

Me miró de arriba abajo, estiró una mano hacia mí, me paralicé, ¿va a golpearme? ¿Lo ofendí?

Su mano subió hacia mi cabello, retirando algo, contuve el aliento. Extendió aquello que me había quitado, depositándolo en mi mano enguantada.

—Es mejor que me vaya—dijo simple, apretó los labios, hizo una ligera inclinación con la cabeza y dio media vuelta.

Se fue.

No comprendo lo que le pasa.

¿Le habrá incomodado que supiera lo de las amantes? ¿Quizá él quiere escogerlas?

Miré mi mano en donde había depositado lo que extrajo de mi cabello, era una flor de jazmín.

.

.

.

—Jen ¿te volviste loca? —Shinae entró a mi habitación—¿Cómo pudiste hablar así en el comedor y frente a nuestro padre e invitados?

Dejé mi bolígrafo sobre el escritorio.

—Tenía que hacerlo—contesté de lo más tranquila—, como dije, no puedo conformarme con menos.

—¿Realmente estás consiente de lo que dijiste?

—Si—le mostré mi lista—. Creo que aquí están todas las señoritas respetables que conozco, él no especificó sus gustos, así que aquí tengo la variedad de mujeres que…

Shinae se sentó sobre mi cama.

—Jen…

—Shin, Fernando y tú son distintos, ustedes se llevaron bien desde el principio—negué con la cabeza—. Él y yo somos diferentes.

—Apenas lo conociste.

—Y me mintió ¿Qué esperaré después?

—¿Por qué no le das una oportunidad? ¿No crees que él también duda de este matrimonio?

Resoplé.

—No puedo rebajarme a eso, sé mi responsabilidad.

—Ahg—se echó el cabello hacia atrás—, mira ¿Por qué no mañana vamos al club?, te despejas un poco, ¿sí?

Convencida o no, quizá ir al club podría darme ideas para buscar a otras señoritas.

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