CAPÍTULO 4 LE GUSTE O NO

VÍCTOR

4 meses antes.

Arrojé las flores al hoyo.

Tres metros de profundidad dividían el mundo, la muerte y la vida.

Los cánticos resonaron y algunas mujeres lloraban profundamente, lamentándose.

Apreté los puños, esas mujeres comieron de la palma de su mano y en su lecho de muerte ninguna estuvo ahí con ella.

Lloraban de amargura y culpa.

Mi madre.

Pensé que mi madre ayudaba a estas mujeres por caridad, quienes pretendía ser buenas con ella, pero pelaban los dientes por la espalda.

Solamente al crecer me di cuenta de quienes en realidad eran.

Las tres amantes de mi padre, a quienes mi madre conocía perfectamente, ella las había buscado, fue ella quien hizo de lado su orgullo femenino para hacer que mi padre tuviera lo que quisiera.

¿A cambio de qué?

—Ahora no tienes nada—mascullé cuando el féretro fue cubierto de tierra.

Aunque quizá, la única satisfacción que mi madre tuvo es que soy el único hijo reconocido por mi padre.

Esas tres mujeres tienen hijos, hijos que son de mi padre, pero ninguno lleva su apellido.

Ahora que mi madre murió, mi padre se quedará como viudo de La Rosa y nadie más puede cambiar su apellido. No habrá otra mujer que pueda cambiar su apellido, ni siquiera estas pobres miserables.

Lloran de rabia, porque saben lo que les espera.

La nada.

No recibirán ni un solo centavo de la herencia de la familia de la Rosa, aunque mi padre sea el viudo, su apellido no es tan importante como el de mi madre. Mi padre Don Eulalio Salazar, es solo el alférez de la marina, es importante de lado de la armada, comandando sus flotas. Pero mi madre Isabel De La Rosa es de quien porta toda la herencia, hacienda, ganado, sembradíos, oro y plata.

Miro asqueado la escena de aquellas mujeres abrazándose entre sí, llorando, tendido, muchos de los que están aquí son empleados de mi madre, le fueron fiel hasta la muerte, ella fue una santa.

.

.

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4 meses después.

Apenas han pasado cuatro meses desde que ella murió, me concentré en la academia, en el patrullaje y la planeación, el mundo estaba desmoronándose, las potencias del eje contra los países aliados, México había tomado el bando neutral, pero entonces los japoneses atacaron Pearl Harbor, y la neutralidad fue rota, dejamos de ser aliados a países como Berlín, Roma, Tokio. Pese a que muchos cabos estaban ansiosos para saltar al ataque de echarse a unos cuantos nazis y nipones, solo nos dedicábamos a resguardar y transportar el petróleo a Estados Unidos. Al menos por ahora, nuestras tareas eran el transporte seguro y vigilancia.

Salí temprano de la academia junto a mi amigo Fernando.

—Ah, me estaba asfixiando ahí dentro—resopló, abaniqueandose con los libros—. Iré a ver a Shinae ¿tú a dónde vas?

Me desajusté el primer botón.

—No sé, tal vez vaya con Margarita o Lucía.

—No creo que jugar con la hija menor de los Espinoza, sea de buena reputación para ti.

—¿Por qué?

—No es una familia tan reconocida, tu padre va a matarte cuando se entere de que estás saliendo con ella.

—No estoy saliendo con ella… solo estamos vacilando.

—Vacilando, ajá.

—Ya cállate, Fer, me recuerdas a mi madre.

—Como sea—se subió a su auto—, si me buscas estaré en la casa de los Kim.

—Los Kim, los Kim ¿Qué de bueno tiene esa familia de amarillos?

—Son ricos.

—Superficial.

—Lo dices por qué tú eres rico, para mí es un privilegio que me hayan escogido como el prometido de la hermana mayor.

Si yo hubiese estado aquí cuando surgió la propuesta, seguramente sería yo el que estuviese comprometido ahora con esa chica de ojos cerrados.

—También tienes herencia, Fer.

Extendió los brazos.

—Pero ser yerno del petrolero de la ciudad, es mejor que unos cuantos pesos, además Shinae es muy hermosa.

—Sí, salvo que en un tiempo estaremos en guerra con los amarillos.

—Ahg, ¿Por qué eres tan cabezota, mano?, una chica exótica y rica, dime ¿Cuántas como ella te toparas en esta vida?

—Paso, si hay otra vida, como dices, quizá, que lo disfruto el Víctor del futuro.

—¡Ha! —resopló él, puso en marcha el auto—, ¿Por qué no le echas un ojo a la hermana de Shinae?, se llama Jennie, también es una chica linda, algo bruta y tosca, pero es bonita.

—No, gracias, ya lárgate.

No me interesaba mezclar razas.

Terminé yendo con Margarita Velázquez, la hija del presidente municipal, no era ninguna inocente oveja, la conocí el año pasado en la fiesta que su padre celebró por su cumpleaños. Fui a su casa, el presidente ahora se encontraba en los preparativos de la feria para el siguiente mes.

—Escuché que te tomarás un descanso el próximo mes—me dijo Margarita como recibimiento.

—Quizá—solté el sombrero al suelo—, no es nada, seguro—la aferré de la cintura, ella soltó una risilla, su perfume era demasiado escandaloso, pero eso no quitaba el hecho de que, pese a que lo había puesto sobre sus pechos, me dejara de lado la atención.

 Después de meterle mano a Margarita, ella se recompuso el vestido y yo comencé a ponerme el uniforme.

—¿Por qué no hablas con mi padre? —comenzó a decir. Aquí vamos de nuevo, ella era buena en el sexo, y todo estaba bien, hasta que comenzaba con estas tonterías—. De verdad, ¿no crees que pueda hacerme cargo de la hacienda?

La tomé del mentón.

—¿Estudiaste?

—¿Para qué? —refunfuñó—, sabes que para una señorita como yo no es necesario ir a la escuela. Se acomodó el cabello—, no es difícil hacerse cargo de una hacienda, nomás mandas y castigas a quien te desobedezca.

—Precisamente, por eso, no puedes hacerte cargo de la hacienda.

—Ah, ¿Qué? ¿Tu madre lo hacía mejor?

Si fuera hombre, ahora mismo lo hubiese mandado al suelo. Me acerqué a ella y le solté una bofetada.

—Nunca te atrevas a hablar de mi madre.

Se llevó la mano a la mejilla y me miró con los ojos enrojecidos.

—Cobarde.

—Tú lo buscaste—busqué entre mi pantalón para sacar la billetera, le saqué unos billetes y se los lancé al suelo—. Con esto terminamos.

—No estás diciendo que…

—Sí, no volveré a venir.

Margarita me aferró del brazo, sus dedos fríos y pegajosos se me antojaron mal.

—Estás jugando conmigo, ¿verdad?, perdóname, no sabía lo que decía, te juro que no volveré a decir nada así, pero no te vayas Víctor.

Tomé sus manos y las alejé de mí.

—Es tarde.

Qué desperdicio, Margarita era una de las mejores, tenía que terminar de esta manera.

—¡Víctor! ¡Víctor! —me gritaba desde la entrada de su casa.

Lo mejor era ir a la hacienda.

.

.

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Tres semanas después.

Bajé a desayunar, para mi sorpresa, mi padre ya estaba ahí.

—A, pensé que no te encontraría—me dijo en cuanto me miró—, ya viste esto—señaló el periódico que leía.

—Alemania se está moviendo y todo apunta a que estén cerca de aquí.

Me estremecí.

—¿Preparo los navíos?

—No, hablaré con los capitanes, tengo que saber cuál será nuestro primer paso—cerró el periódico—. Pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora.

—¿De qué entonces? —ya había tomado asiento, me serví el café y tomé un pan.

—Hace unos días hablé con Dayeang Kim y te he apalabrado para que te cases con su hija.

—¿Qué?

—Así como lo oyes, si nos enfrentamos a los alemanes y alguno de los dos fallece, la hacienda se quedará sola.

—La hacienda, la hacienda, me importa un carajo, la hacienda, esto mato a mi madre.

—No me hables así, te casarás con la hija de los Kim, tú sabrás lo que haces con ella—se recompuso—. Tengo entendido que tiene estudios, no está en sociedad, así que eso podría ser una ventaja, ya que no tiene escándalos, como sabrás su hermana es la flor de la sociedad, así que el prestigio de esa familia no es ningún juego.

—¿Y si me niego?

—No tienes otra opción, en cuanto te cases y tengas un heredero, entonces búscate a las mujeres que quieras, pero asegura el prestigio, después puedes hacer lo que quieras.

¿Hacer lo que quiera?

—Bueno, te he arreglado una cita con ella, esta noche en el Salto al Ocaso.

El Salto al Ocaso es un salón muy reconocido por los jóvenes, el cual es frecuentado por la sociedad naciente.

La cita era a las cinco de la tarde.

—No pongas esa cara, mano—decía Fernando, vino a mi casa para vestirse y reunirse con Shinae Kim—. De verdad, ella no es nada fea, se le ve delicada—luego se echó a reír.

—¿Qué es tan gracioso para ti? —me acomodé el cuello.

—Ahora que lo pienso, creo que son muy parecidos—enarqué la ceja—. Ella también es muy testaruda.

—¿Cómo dijiste la última vez?, la llamaste brusca, tosca y ahora testaruda—abotoné mis puños—. Ahora no se me antoja conocerla.

—Pero hermosa—se echó sobre el sofá—, es mucho más bonita que Margarita o Lucía.

—Margarita es historia—repliqué.

—Oh, sí, cierto, cierto, entonces es mucho más bonita que ellas juntas. Sé que tienen esto en los ojos—con sus dedos índices, estiró sus ojos, para simular leves rasgaduras—. Pero el resto está muy bien echecito.

—¿Qué? ¿La viste desnuda?

—Por supuesto que no—vociferó—. Las he respetado mucho.

—¿A sí?, me sorprende de ti, que eras el más arrastrado de todos.

—Sí, pero cambien—soltó un suspiro—. Shinae es…

—Rica.

—Maravillosa, incluso sus ojos, tiene un color castaño claro, su sonrisa cada vez que me mira, ¡su voz!, su voz, mano, cada vez que dice mi nombre, me pongo chinito.

—Lo que dices es pura tontería, se me hace que te dio puro toloache y tú ni en cuenta.

—Di lo que quieras, ya descubrirás después de lo que hablo.

Como sea, Fernando se fue antes, dizque por su prometida.

En mi caso fu al salón primero, muchos me saludaron y estuve conversando con otros, cuando me sentí fatigado fui al balcón. El salón fue llamado así por su vista panorámica, el “salto”, pese a que era una altura aproximada de unos tres metros, la vista daba hacia donde se metía el sol.

¿Qué va a pasar ahora?

Por las cualidades que Fernando me describe debe ser una mujer brutal, de esas fastidiosas por todo, claro, como es hija de papá, todo le comprará. ¿Y si lleva a la ruina todo? Mi padre dijo que tenía estudios, pero cualquiera puede caer por el dinero en frente.

Además, ¿Qué clase de rareza puede tener la mezcla de un chino con un mexicano?, esto debería de ser calumnia, una bajeza de la naturaleza. Quizá Shinae se haya llevado toda la belleza, reconozco que ella es bonita, pero no creo que nadie pueda superar su belleza.

Saqué un cigarrillo.

¿Por qué la gente debía casarse?, el único fin es de preservar la especie, el resto está lleno de ambición, hambre por el poder.

Pude ver como el sol decencia por el mar, verlo desde tierra era algo seguro, recuerdo la primera vez que me subí a un barco, mi primer día, al ver la puesta de sol fue magnífico, pero, cuando la noche se hizo presente, me pareció estar encerrado en un cuarto oscuro, donde nada se veía más allá del barco.

Ella noche fue el terror más grande de mi vida.

La puerta del balcón se abrió.

Una chica apareció, traía un vestido púrpura y no podía verle el rostro por el sombrero que tenía puesto. A primera vista no se me hace conocida, era flaca, tenía una cintura pequeña, pero las caderas ensanchadas, lo reconocí por el vuelo del vestido. Le vi las piernas, los chamorros los tenía bien formados, además de que su piel era como el nácar, ¿acaso nunca había estado en el sol?

Tal vez es la primera vez que sale, por eso no la había visto.

—¿Aburrida? —le pregunté.

Ella se volvió sobresaltada.

Guao.

Los ojos castaños y grandes como los de una gacela, una nariz pequeña, labios rojos como los de una rosa. Sus mejillas sonrojadas ligeramente.

—Solo continúa fumando—dijo con aplomo, luego de recuperarse del sobre salto.

Hum, mordaz.

No volvió a dirigirme la palabra, por lo regular las mujeres siempre entablaban conversación conmigo, pero ella… se dedicó a mirar el filamento.

El viento fresco me hizo el enorme favor de revolotear su oscuro cabello, su olor, un perfume de flores muy sutil, no era chocante, más bien era envolvente.

Me le quedé mirando, ¿Qué estará pensando?

¿Por qué está tan enfrascada ahí cuando puede hablar conmigo?

De pronto se volvió hacia la puerta y quiso abrirla, pero no podía, luego se volvió hacia el barandal, ¿acaso pensaba saltar, en lugar de pedir ayuda? Me acerqué enseguida.

—Ya está—le dije—, solo tenías que empujarla—fui obvio.

—¿Está burlándose de mí? —enarcó su picuda ceja definida.

—Jamás haría eso, señorita…

Abría ligeramente los labios, de cerca eran más hipnóticos.

—No tiene por qué saber mi nombre—replicó con ganas, se iba a ir, pero, este carácter suyo me hacía cosquillas, me interpuse—. Le pido que se haga a un lado.

—Un por favor y gracias no le vendría mal.

Aguzó los ojos y volvió a levantar la ceja.

—¿Ahora me dará clases educativas?

Me reí.

—Es lo que le hace falta— quería presionar esa naricita suya—. Deje de arrugar esa frente—le di un toquecito—, que se pondría viejita muy pronto.

Me soltó un fuerte manotazo.

—No se atreva a tocarme—pude notar la furia contenida—¿no se hará a un lado?

Esta chica… me parecía divertido hacerla enojar.

—Ahora mismo, no se me da la gana, fíjate.

—Ah—un par de hoyuelos aparecieron cuando sonrió, escuché como mi corazón comenzó a latir con fuerza, de su ceño fruncido ya no quedaba rastro, la forma en la que me miró era brillante, limpia, tierna—¿Cuál es su nombre?

Tragué en seco, ¿Qué me pasa?, tuve que aclararme la garganta.

—Dime Gabo.

—Bueno, Gabo—su voz fue sutil, muy suave, estaba lo suficientemente cerca como para besarla, esos labios…

Algo se clavó en mi pie, un dolor agudo.

—¡Ah!

Ella se deslizó, por un lado, estiré la mano para tomarla, pero la cinta de su vestido se me deslizó de los dedos.

.

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El día del Country Club.

El estallido de carcajadas por mis compañeros, no era más que de burla hacia mí.

—¡Cállense! —ordené.

Me levanté del suelo, viendo a Jennie marcharse, el vaivén de sus caderas me estaba matando.

—Dejen de mirarla, es una orden—repliqué.

Las mejillas aún me ardían por el santo golpe, esa pequeña mujer tenía demasiada fuerza.

—Ahora si te fregó la condenada—se burló Fer.

—¿Tú también?, no empieces.

—¿Para qué te haces el fuerte? Si ya caíste, redondito, mano.

—¿Quién es ella? —preguntó otro—, está bien echecita, la voy a llevar a casa con mi mamá.

—Tú que te acercas a ella y yo que te rompo la jeta, ¿escuchaste?

—¿Por qué, teniente?, no creo que sea su chamaca, acaba de madrearlo re bonito.

Tomé a ese de la camisa.

—Dije que nadie se le va a acercar, ¿entendiste? —asintió, lo zarandee—, dime si lo entendiste.

—Sí, mi teniente.

—Ya cálmate—Fer me tomó del hombro—, acabas de hacer un espectáculo, no provoques otro.

Apreté los dientes.

—Vámonos, se acabó el descanso.

Jennie Kim será mi esposa, le guste o no.

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NOTA DEL AUTOR:

Hola, soy yo de nuevo, trayendoles este proyecto que andaba rondando en mi mente. 

Una historia de época que será dividida en dos partes, despues les contaré un poco más sobre la segunda parte. 

La idea me la propuso mi hermana, quería que le hiciera una historia entre un mexicano y una coreanita , dijo que sería algo interesante, entonces pues me voló la mente, jajajajaja. Pero estoy disfrutando escribirla, además entrar al terreno de enemies to lovers. 

Espero que les esté gustando esta historia, pero para comenzar bien con el mes puntal, continuaré publicando el primero de agosto, para que sean capítulos continuos.

No se me desesperen. 

No olviden seguirme y votar por la historia, para que les puedan llegar las notificaciones de las actualizaciones. 

Besitos. 

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