CAPÍTULO 3 COUNTRY CLUB PARAÍSO

JENNIE

—Según dicen, el ave de paraíso, es una flor tropical traída desde Sudamérica, su nombre real es Strelizia reginae y simboliza la libertad y la alegría—me sorprendió que una de las chicas hablara sobre las flores—, lo leí en una revista—ah, era eso.

Observé aquella flor, yo no le veía nada de hermosa, admito que sus colores eran llamativos, el naranja y el azul profundo, si observaba a detalle, en realidad si tenía un poco de forma a un ave.

Pero no es mi tipo de flor.

Las amigas de Shinae tiraban de mi popular hermana, parloteando sobre las flores, lo bonito y cuidado que estaban los jardines de Club Paraíso.

Por mi parte siempre preferí las flores aromáticas, como el jazmín, por eso tengo una maceta en mi habitación.

Una de las amigas de mi hermana había venido también con su hermana, ella miraba hacia todos lados, sorprendida, ¿tal vez es su primera vez aquí?

Shinae se acercó a mí.

—¿Por qué no hablas con ella?, es su primer día aquí, quizá le sorprenda vernos a todas en trajes de bajo.

En efecto, el club era el único lugar en el que una mujer podía sentirse segura luciendo su cuerpo, todas estábamos en trajes de baño, un requisito especial en este lugar.

Nos dirigimos hacia las piscinas.

La chica de mi edad tropezó conmigo cuando quiso adelantarse para tomar asiento.

—Oh, lo siento.

Suspiré, mi hermana había dicho que viniéramos al club para despejarnos, no para estresarme más.

La chica nueva se sentó a mi lado, pero no tenía ganas de actuar como nana, fui a nadar un rato, di un par de vueltas por la piscina hasta que me cansé.

Regresé de nuevo con las chicas, que también habían regresado de mojarse un poco.

—A que no creerán el chisme tan bueno que les tengo—decía otra.

—No me digas que te compraste un nuevo florero, ya nos cansaste con tus floreros importados.

—No, no es eso—se sentó con drama, moviendo los hombros—, a que no adivinan quién está buscando esposa.

Ah, ahora hablarán cosas absurdas, busqué de mi bolso el periódico de esta mañana

—¿Esposa?

—¿Quién? —preguntó una chica con el cigarrillo en la boca.

—Habla, Valentina, por favor, hace un momento no te paraba la boca.

La tal Valentina le dio un trago a su limonada, moviendo con esmero la pajilla. Leí el encabezado, estos últimos años el periódico no habla más que de la guerra.

—Nada más y nada menos que el teniente De la Rosa.

—¿Qué?

—¿Hablas del hijo del alférez?

Agh, el mundo se cae a pedazos y a ellas solo les interesa quién se casará mañana.

—¿El teniente Víctor?

Varias suspiraron.

—Ah, Víctor.

Mi hermana y yo nos miramos, negué con la cabeza y me llevé un dedo a la boca para simular que guardara silencio, esperando que comprendiera que guardara silencio.

—Bueno, para sus amigos es Gabo.

—¿Es ese? —chistó otra.

—Hay, está muy guapo, ¿no lo has visto?

—Parece que lo vi una vez, si creo que era él, estaba con la hija del presidente municipal.

—¿Margarita?

—Esa pesada, solo porque es la hija del presidente, se cree la muy muy.

—Quien lo diría—se rio la otra—, que con tal cola que le pisen, se quiere hacer el santo casándose.

—Pues yo no le pondría ningún “pero”. Es guapo, rico y tiene una posición tremenda.

—Sí, pero tendrás la envidia de todo el puerto.

—No me quejo, al fin y al cabo, puedo ser la esposa, la que manda. El resto serán solo… chamacas.

—¿Qué no estaba saliendo con Roció La Fuente?

—Pero esa es hija del dueño de los barcos pesqueros.

—Aja, sí, recuerdo que lo vi con ella.

—Yo recuerdo verlo con la ojitos.

—¡¿La ojitos?! —casi exclamaron todas.

—Sí, sí, lo vi, a mí nadie me va a mentir, lo vi con estos preciosos ojos que se los comerán los gusanos, le estaba coqueteando a la ojitos.

—¿Quién es la ojitos? —preguntó mi hermana.

—¿Qué no recuerdas?

—Sí, Shin, tú hablaste con ella—protestó otra chica—, la que tiene los lentes de botella.

—¡Ah, esa!

—El teniente Víctor es todo un pica flor.

—Hay, Mary, tiene que buscar experiencia para poder complacer a su futura esposa.

—¿Quién será?, por lo visto tiene que ser una mujer de buena familia.

—No creo que se comprometa con Margarita, será muy hija del presidente, pero tiene unos pésimos gustos, ¿la han visto comer?, oh dios, te salpican las migajas.

—¡Hiu!

—Como sea, yo creo que…

—¡Basta! —la chica callada, la hermana de la amiga de Shinae, se levantó de pronto, enrojecida del rostro—, no tiene que hablar así de él.

—Oh, pero Lucia, ¿Qué te pasa?

—Es que no me gusta que se burlen de las personas y menos de un hombre tan encantador como el teniente Víctor.

¡Ah!, en mi cerebro, una lucecita parpadeó. 

Lucia se alejó despotricando, dejando a todas anonadadas, a mí, pensando, agudamente.

—Cata ¿Qué mosco le picó a tu hermana?

—Quién sabe, hace un par de meses que conoció al teniente en una de las fiestas del presidente, ya saben, tuvimos que ir porque mi papá es su secretario y desde entonces ha estado rara con el tema del teniente.

—¿Será que se enamoró de él?

La tal Cata se recargó en la mesa, frunciendo los labios.

—Aunque se haya enamorado de él, debe dejarlo ir, no somos una familia a la que el Alférez apuntara, no estamos a su nivel.

—Oh, pobre, su primer amor y debe dejarlo.

—Además, se le pasará, esta joven, en cuanto vea que hay más chicos.

—Sí, sí, ya le perderá el encanto en cuanto vea que su príncipe se convierta en un feo ogro, además de que le tendría que espantar a toda esa chusma.

—Hay, lo malo es que la temporada de turismo bajo por eso de lo que pasa ahí afuera—creo que se refería a la guerra.

Todas dejaron exclamar un suspiro.

—Ah, pero no hay que desanimarnos, pronto vendrán a la feria los de la capital.

—Oh, sí, siempre existen los de la capital.

—Sí, sí, yo quiero a mi chico pomposo, los trajeados siempre son lo mío.

El resto fue historia, dejaron de hablar del teniente Víctor y parlotearon sobre otras cosas.

Tomé mi sombrero, iba en busca de esa chica Lucia para hacerla hablar.

—¿A dónde vas? —Shinae me tomó de la mano cuando pasé a su lado.

—Solo daré un paseo.

—Déjala, Shin, se nota que estamos sofocando a la pobrecilla.

—Jen, lo que te hace falta es que vengas con nosotras a bailar.

—Sí, Jen, diviértete, antes de que pesques a un capitalino.

—¿Por qué no vienes con nosotras la próxima semana al Guacamayo?

—¿Al qué?

—El Guacamayo es un salón de baile, vendrá una banda capitalina por la víspera de la feria.

—Ah, es cierto, si comienzas a entibiarte en este ambiente, te juro que después no te será difícil ¿Verdad, Shinae?

—Si Jen, ven cono nosotras.

Si las salidas serían así… entonces esta podría ser mi oportunidad para encontrar a las candidatas, y si el teniente era así como decían, entonces quizá mi padre lo vería con deshonor, con tal reputación no entraría en nuestra familia y yo quedaría libre de él.

Sonreí anchamente, este sería un nuevo sueño, un objetivo.

—Claro, me encantaría.

Ellas estaban fascinadas.

—Oh, mírala, está encantada.

Shinae me miró incrédula.

—Daré un ligero paseo, quizá encuentre a Lucia.

—Oh, sí, por favor—dijo la Cata—, le vendría bien tu compañía.

Con tal aprobación sorteé entre los cuerpos de las chicas y chicos aquí mezclados, rodeé el lugar hasta que di con la fuente de sodas, dos chicas venían hacia mi dirección.

—¿Lo viste? —cuchicheó una.

—Sí, él era ¿verdad?

—El teniente Víctor es tan guapo.

—¿Qué hará con ella?

—No ves que es su nueva conquista.

Pasaron de largo, ¿nueva conquista?

Seguí con discreción, sentados en la barra de las sodas encontré a Lucia con el tal Víctor.

Ah, qué buen acontecimiento.

Ladee el sombrero para que no me viesen.

—¿Qué des, señorita? —me preguntó el mesero.

—Una naranjada—fingí la voz.

—… entonces todo eso que escuché—chillaba la tal Lucia—¿es cierto?

—Lo que sea que hayas escuchado, no creo que sea real.

—¿Entonces no te vas a casar?

—Bueno, algún día tendré que hacerlo.

Que sin vergüenza.

—Pero ¿lo harás conmigo? —exclamó con añoranza.

—Tranquila, aún es muy pronto para pensarlo, sabes que tengo que mis deberes en la marina.

Ella refunfuñó, parecía una escuincla berrinchuda.

—Pero no lo harás conmigo, ¿verdad? No soy alguien respetable.

—Escucha, sea como sea, tú y yo solo podemos ser… buenos amigos.

—¡Amigos!

—Sh, baja la voz.

—¿Cómo quieres que seamos buenos amigos cuanto te has robado mis mejores noches?

¡Santo cristo redentor!

—Oye, oye, cállate, eso puede malinterpretarse.

—¡¿Qué?!, es igual de terrible que me hayas robado el sueño de tanto suspiro pensando en ti.

—Escucha, fue divertido conocerte, pero debo cumplir con mis deberes.

Ah, vaya que drama.

Cualquier duda disipada por tener un buen matrimonio, quedó hecha polvo, con esto puedo liberarme de tal matrimonio tan desesperado.

El mesero depositó mi naranjada, le tendí la tarjeta de membrecía, lo vi desorbitar los ojos y luego apuntar la membrecía en su cuadernillo.

En este lugar, mi hermana era popular, Shinae Kim era reconocida por ser hija del dueño de la petrolera, o sea, la rica del puerto o del país, pero era casi nula mi presencia en sociedad, casi nadie me conocía, hasta ahora.

Ahora todos me van a conocer.

Comenzando con el coqueto de Víctor Gabriel Salazar de la Rosa.

.

.

.

Después de recorrer el andador, encontré a una viejecita que había perdido a su nieta, decidí ayudarla.

—Es usted una jovencita muy amable, pero no es de aquí, ¿verdad?

—Si lo soy, mi nombre es Jennie Kim.

—Kim—caviló, luego abrió los ojos—¿A caso es algo tuyo la señorita Shinae?

—Es mi hermana mayor.

—Entonces…—pareció nerviosa—, ¿eres hija de Daeyang Kim?

—¿Conoce a mi padre?

—Oh, pero si es el jefe de mi esposo, es un gran hombre.

—Gracias.

Luego de encontrar a su nieta, me presentó cálidamente con las chicas con las que estaba su nieta, sin querer estaba dando el primer paso, hacerme conocer.

—Oh, pero ¿no se queda usted, señorita Kim?

—Tengo que regresar con mi hermana, pero, fue un gusto hacerlas conocido.

Ser amable y servicial, copiaré un poco de mi hermana.

Prometí verlas en el próximo baile de la víspera de la feria.

—Será encantador verla de nuevo, señorita Kim.

Eso, que te adulen, está bien.

Mientras iba de regreso para con mi hermana, encontré otro grupo de hombres que estaban divirtiéndose, a juzgar por sus figuras, quizá eran estudiantes del colegio.

Ah, pero qué sorpresa, en el medio, erguido como un falso príncipe estaba Víctor, me bajé un poco más el sombrero, para que ellos no vieran mi rostro.

—Mira nomás—reconocí la voz de Víctor.

—Qué piernas—exclamó otro.

—Qué chula—de nuevo fue Víctor.

—Mírale los chamorros, mano.

—Eh, chula, ¿te acompaño? —Víctor, escuchaba ya acercarse.

Ah, pero ¿de verdad lo va a hacer?

Silbó.

—Te vi hace rato, chula, bonita, preciosa—revoloteó a mi alrededor—, me gustas mucho, pero háblame chula, quiero escuchar la dulce voz de este ángel encarnado—se inclinó para quedar frente a mí.

Levanté el rostro, rebelándome.

Él se frenó de golpe y su sonrisa se borró.

—¿Está usted seguro de sostener su palabra?

—¡Jen! —su semblante blanqueció.

—Así que está aquí de pica flor, mientras intenta dar una buena cara con su padre, ¿no?

—Pero…

Le solté una bofetada, fue a retachar contra sus compañeros, me miraba asombrado.

—Esta es la voz del ángel que quería escuchar, así que no se vuelva a meter en mi camino, pelado. 

Escuché a los chicos tras nosotros reírse con ganas.

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