JENNIE
—Según dicen, el ave de paraíso, es una flor tropical traída desde Sudamérica, su nombre real es Strelizia reginae y simboliza la libertad y la alegría—me sorprendió que una de las chicas hablara sobre las flores—, lo leí en una revista—ah, era eso.
Observé aquella flor, yo no le veía nada de hermosa, admito que sus colores eran llamativos, el naranja y el azul profundo, si observaba a detalle, en realidad si tenía un poco de forma a un ave.
Pero no es mi tipo de flor.
Las amigas de Shinae tiraban de mi popular hermana, parloteando sobre las flores, lo bonito y cuidado que estaban los jardines de Club Paraíso.
Por mi parte siempre preferí las flores aromáticas, como el jazmín, por eso tengo una maceta en mi habitación.
Una de las amigas de mi hermana había venido también con su hermana, ella miraba hacia todos lados, sorprendida, ¿tal vez es su primera vez aquí?
Shinae se acercó a mí.
—¿Por qué no hablas con ella?, es su primer día aquí, quizá le sorprenda vernos a todas en trajes de bajo.
En efecto, el club era el único lugar en el que una mujer podía sentirse segura luciendo su cuerpo, todas estábamos en trajes de baño, un requisito especial en este lugar.
Nos dirigimos hacia las piscinas.
La chica de mi edad tropezó conmigo cuando quiso adelantarse para tomar asiento.
—Oh, lo siento.
Suspiré, mi hermana había dicho que viniéramos al club para despejarnos, no para estresarme más.
La chica nueva se sentó a mi lado, pero no tenía ganas de actuar como nana, fui a nadar un rato, di un par de vueltas por la piscina hasta que me cansé.
Regresé de nuevo con las chicas, que también habían regresado de mojarse un poco.
—A que no creerán el chisme tan bueno que les tengo—decía otra.
—No me digas que te compraste un nuevo florero, ya nos cansaste con tus floreros importados.
—No, no es eso—se sentó con drama, moviendo los hombros—, a que no adivinan quién está buscando esposa.
Ah, ahora hablarán cosas absurdas, busqué de mi bolso el periódico de esta mañana
—¿Esposa?
—¿Quién? —preguntó una chica con el cigarrillo en la boca.
—Habla, Valentina, por favor, hace un momento no te paraba la boca.
La tal Valentina le dio un trago a su limonada, moviendo con esmero la pajilla. Leí el encabezado, estos últimos años el periódico no habla más que de la guerra.
—Nada más y nada menos que el teniente De la Rosa.
—¿Qué?
—¿Hablas del hijo del alférez?
Agh, el mundo se cae a pedazos y a ellas solo les interesa quién se casará mañana.
—¿El teniente Víctor?
Varias suspiraron.
—Ah, Víctor.
Mi hermana y yo nos miramos, negué con la cabeza y me llevé un dedo a la boca para simular que guardara silencio, esperando que comprendiera que guardara silencio.
—Bueno, para sus amigos es Gabo.
—¿Es ese? —chistó otra.
—Hay, está muy guapo, ¿no lo has visto?
—Parece que lo vi una vez, si creo que era él, estaba con la hija del presidente municipal.
—¿Margarita?
—Esa pesada, solo porque es la hija del presidente, se cree la muy muy.
—Quien lo diría—se rio la otra—, que con tal cola que le pisen, se quiere hacer el santo casándose.
—Pues yo no le pondría ningún “pero”. Es guapo, rico y tiene una posición tremenda.
—Sí, pero tendrás la envidia de todo el puerto.
—No me quejo, al fin y al cabo, puedo ser la esposa, la que manda. El resto serán solo… chamacas.
—¿Qué no estaba saliendo con Roció La Fuente?
—Pero esa es hija del dueño de los barcos pesqueros.
—Aja, sí, recuerdo que lo vi con ella.
—Yo recuerdo verlo con la ojitos.
—¡¿La ojitos?! —casi exclamaron todas.
—Sí, sí, lo vi, a mí nadie me va a mentir, lo vi con estos preciosos ojos que se los comerán los gusanos, le estaba coqueteando a la ojitos.
—¿Quién es la ojitos? —preguntó mi hermana.
—¿Qué no recuerdas?
—Sí, Shin, tú hablaste con ella—protestó otra chica—, la que tiene los lentes de botella.
—¡Ah, esa!
—El teniente Víctor es todo un pica flor.
—Hay, Mary, tiene que buscar experiencia para poder complacer a su futura esposa.
—¿Quién será?, por lo visto tiene que ser una mujer de buena familia.
—No creo que se comprometa con Margarita, será muy hija del presidente, pero tiene unos pésimos gustos, ¿la han visto comer?, oh dios, te salpican las migajas.
—¡Hiu!
—Como sea, yo creo que…
—¡Basta! —la chica callada, la hermana de la amiga de Shinae, se levantó de pronto, enrojecida del rostro—, no tiene que hablar así de él.
—Oh, pero Lucia, ¿Qué te pasa?
—Es que no me gusta que se burlen de las personas y menos de un hombre tan encantador como el teniente Víctor.
¡Ah!, en mi cerebro, una lucecita parpadeó.
Lucia se alejó despotricando, dejando a todas anonadadas, a mí, pensando, agudamente.
—Cata ¿Qué mosco le picó a tu hermana?
—Quién sabe, hace un par de meses que conoció al teniente en una de las fiestas del presidente, ya saben, tuvimos que ir porque mi papá es su secretario y desde entonces ha estado rara con el tema del teniente.
—¿Será que se enamoró de él?
La tal Cata se recargó en la mesa, frunciendo los labios.
—Aunque se haya enamorado de él, debe dejarlo ir, no somos una familia a la que el Alférez apuntara, no estamos a su nivel.
—Oh, pobre, su primer amor y debe dejarlo.
—Además, se le pasará, esta joven, en cuanto vea que hay más chicos.
—Sí, sí, ya le perderá el encanto en cuanto vea que su príncipe se convierta en un feo ogro, además de que le tendría que espantar a toda esa chusma.
—Hay, lo malo es que la temporada de turismo bajo por eso de lo que pasa ahí afuera—creo que se refería a la guerra.
Todas dejaron exclamar un suspiro.
—Ah, pero no hay que desanimarnos, pronto vendrán a la feria los de la capital.
—Oh, sí, siempre existen los de la capital.
—Sí, sí, yo quiero a mi chico pomposo, los trajeados siempre son lo mío.
El resto fue historia, dejaron de hablar del teniente Víctor y parlotearon sobre otras cosas.
Tomé mi sombrero, iba en busca de esa chica Lucia para hacerla hablar.
—¿A dónde vas? —Shinae me tomó de la mano cuando pasé a su lado.
—Solo daré un paseo.
—Déjala, Shin, se nota que estamos sofocando a la pobrecilla.
—Jen, lo que te hace falta es que vengas con nosotras a bailar.
—Sí, Jen, diviértete, antes de que pesques a un capitalino.
—¿Por qué no vienes con nosotras la próxima semana al Guacamayo?
—¿Al qué?
—El Guacamayo es un salón de baile, vendrá una banda capitalina por la víspera de la feria.
—Ah, es cierto, si comienzas a entibiarte en este ambiente, te juro que después no te será difícil ¿Verdad, Shinae?
—Si Jen, ven cono nosotras.
Si las salidas serían así… entonces esta podría ser mi oportunidad para encontrar a las candidatas, y si el teniente era así como decían, entonces quizá mi padre lo vería con deshonor, con tal reputación no entraría en nuestra familia y yo quedaría libre de él.
Sonreí anchamente, este sería un nuevo sueño, un objetivo.
—Claro, me encantaría.
Ellas estaban fascinadas.
—Oh, mírala, está encantada.
Shinae me miró incrédula.
—Daré un ligero paseo, quizá encuentre a Lucia.
—Oh, sí, por favor—dijo la Cata—, le vendría bien tu compañía.
Con tal aprobación sorteé entre los cuerpos de las chicas y chicos aquí mezclados, rodeé el lugar hasta que di con la fuente de sodas, dos chicas venían hacia mi dirección.
—¿Lo viste? —cuchicheó una.
—Sí, él era ¿verdad?
—El teniente Víctor es tan guapo.
—¿Qué hará con ella?
—No ves que es su nueva conquista.
Pasaron de largo, ¿nueva conquista?
Seguí con discreción, sentados en la barra de las sodas encontré a Lucia con el tal Víctor.
Ah, qué buen acontecimiento.
Ladee el sombrero para que no me viesen.
—¿Qué des, señorita? —me preguntó el mesero.
—Una naranjada—fingí la voz.
—… entonces todo eso que escuché—chillaba la tal Lucia—¿es cierto?
—Lo que sea que hayas escuchado, no creo que sea real.
—¿Entonces no te vas a casar?
—Bueno, algún día tendré que hacerlo.
Que sin vergüenza.
—Pero ¿lo harás conmigo? —exclamó con añoranza.
—Tranquila, aún es muy pronto para pensarlo, sabes que tengo que mis deberes en la marina.
Ella refunfuñó, parecía una escuincla berrinchuda.
—Pero no lo harás conmigo, ¿verdad? No soy alguien respetable.
—Escucha, sea como sea, tú y yo solo podemos ser… buenos amigos.
—¡Amigos!
—Sh, baja la voz.
—¿Cómo quieres que seamos buenos amigos cuanto te has robado mis mejores noches?
¡Santo cristo redentor!
—Oye, oye, cállate, eso puede malinterpretarse.
—¡¿Qué?!, es igual de terrible que me hayas robado el sueño de tanto suspiro pensando en ti.
—Escucha, fue divertido conocerte, pero debo cumplir con mis deberes.
Ah, vaya que drama.
Cualquier duda disipada por tener un buen matrimonio, quedó hecha polvo, con esto puedo liberarme de tal matrimonio tan desesperado.
El mesero depositó mi naranjada, le tendí la tarjeta de membrecía, lo vi desorbitar los ojos y luego apuntar la membrecía en su cuadernillo.
En este lugar, mi hermana era popular, Shinae Kim era reconocida por ser hija del dueño de la petrolera, o sea, la rica del puerto o del país, pero era casi nula mi presencia en sociedad, casi nadie me conocía, hasta ahora.
Ahora todos me van a conocer.
Comenzando con el coqueto de Víctor Gabriel Salazar de la Rosa.
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Después de recorrer el andador, encontré a una viejecita que había perdido a su nieta, decidí ayudarla.
—Es usted una jovencita muy amable, pero no es de aquí, ¿verdad?
—Si lo soy, mi nombre es Jennie Kim.
—Kim—caviló, luego abrió los ojos—¿A caso es algo tuyo la señorita Shinae?
—Es mi hermana mayor.
—Entonces…—pareció nerviosa—, ¿eres hija de Daeyang Kim?
—¿Conoce a mi padre?
—Oh, pero si es el jefe de mi esposo, es un gran hombre.
—Gracias.
Luego de encontrar a su nieta, me presentó cálidamente con las chicas con las que estaba su nieta, sin querer estaba dando el primer paso, hacerme conocer.
—Oh, pero ¿no se queda usted, señorita Kim?
—Tengo que regresar con mi hermana, pero, fue un gusto hacerlas conocido.
Ser amable y servicial, copiaré un poco de mi hermana.
Prometí verlas en el próximo baile de la víspera de la feria.
—Será encantador verla de nuevo, señorita Kim.
Eso, que te adulen, está bien.
Mientras iba de regreso para con mi hermana, encontré otro grupo de hombres que estaban divirtiéndose, a juzgar por sus figuras, quizá eran estudiantes del colegio.
Ah, pero qué sorpresa, en el medio, erguido como un falso príncipe estaba Víctor, me bajé un poco más el sombrero, para que ellos no vieran mi rostro.
—Mira nomás—reconocí la voz de Víctor.
—Qué piernas—exclamó otro.
—Qué chula—de nuevo fue Víctor.
—Mírale los chamorros, mano.
—Eh, chula, ¿te acompaño? —Víctor, escuchaba ya acercarse.
Ah, pero ¿de verdad lo va a hacer?
Silbó.
—Te vi hace rato, chula, bonita, preciosa—revoloteó a mi alrededor—, me gustas mucho, pero háblame chula, quiero escuchar la dulce voz de este ángel encarnado—se inclinó para quedar frente a mí.
Levanté el rostro, rebelándome.
Él se frenó de golpe y su sonrisa se borró.
—¿Está usted seguro de sostener su palabra?
—¡Jen! —su semblante blanqueció.
—Así que está aquí de pica flor, mientras intenta dar una buena cara con su padre, ¿no?
—Pero…
Le solté una bofetada, fue a retachar contra sus compañeros, me miraba asombrado.
—Esta es la voz del ángel que quería escuchar, así que no se vuelva a meter en mi camino, pelado.
Escuché a los chicos tras nosotros reírse con ganas.
VÍCTOR4 meses antes. Arrojé las flores al hoyo.Tres metros de profundidad dividían el mundo, la muerte y la vida.Los cánticos resonaron y algunas mujeres lloraban profundamente, lamentándose.Apreté los puños, esas mujeres comieron de la palma de su mano y en su lecho de muerte ninguna estuvo ahí con ella.Lloraban de amargura y culpa.Mi madre.Pensé que mi madre ayudaba a estas mujeres por caridad, quienes pretendía ser buenas con ella, pero pelaban los dientes por la espalda.Solamente al crecer me di cuenta de quienes en realidad eran.Las tres amantes de mi padre, a quienes mi madre conocía perfectamente, ella las había buscado, fue ella quien hizo de lado su orgullo femenino para hacer que mi padre tuviera lo que quisiera.¿A cambio de qué?—Ahora no tienes nada—mascullé cuando el féretro fue cubierto de tierra.Aunque quizá, la única satisfacción que mi madre tuvo es que soy el único hijo reconocido por mi padre.Esas tres mujeres tienen hijos, hijos que son de mi padre, pe
JENNIE—No me sorprende que lo que hiciste, Jennie—reclamó mi padre—, pero has hecho de tu prometido el hazmerreír del pueblo.Erguí la espalda.—Me ofendió.—Debiste hablarlo en privado.—Papá ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué yo pasara por la burla de las personas, cuando se enteren de que soy la prometida de ese hombre? ¡Yo, la hija de Daeyang Kim! ¿Sabes lo que pensarán de mí? —lo miré fijamente—, una mujer Kim no toleraría ese tipo de tratos, somos mejor que ellos.Mi padre resopló.—Si fueras hombre, tu reputación sería impecable, y ese carácter tuyo te llevaría a la sima.—Pero no lo soy—repliqué—, así que, si quieres seguir con la reputación intachable de la familia, vas a apoyarme.—Que insolente hija tengo—resopló, pero me tranquilicé cuando vi que no estaba molesto—, pero tienes razón— se dejó caer en su sillón—. Espero que pronto asientes la posición de nuestra familia en la sociedad. Escuché muy buenos comentarios de ti, ahora todos parecen estar curiosos por “la otra hija d
JENNIEMe atrevo a decir que la conversación con este extraño fue reconfortante.Charlar con un hombre que tiene líquido encefaloraquideo y no faldas en la cabeza, es mejor que nada.—Debo admitir que tiene un buen gusto literario, señorita.—Ese si es un buen halago.—Además de un refinado sentido del humor.—Entiendo que este elogiándome, pero no es necesario, se lo aseguro.—Deduzco que no recibe este tipo de elogios, sino no los declinaría—No son los elogios, sino el hecho de que somos un par de completos extraños, además dice cosas que ya conosco.Soltó una risilla. —Dice que por ser extraño, no puedo darle elogios.—Aun no puede hacer una deducción tan acertada como para dar un elogio certero.Se detuvo, mirando hacia el mar.—No debemos ir tan lejos, hasta aquí basta—miró hacia atrás, no habíamos avanzado tanto, pero tenía razón, no podía ir más allá con un desconocido.—Aquí está bien.—¿Alguna vez ha pensado en lo que hay más allá de donde el sol se oculta?—Solo mar y una
VÍCTOREn todos mis años como hijo del alférez he recibido toda clase de elogios, nadie podía hablar nada sobre mí.Ahora… ahora estoy siendo el hazme reír, solo porque Jennie decidió abofetearme frente a mis colegas, frente a las mujeres mayores de la sociedad. Es la primera mujer, de la que hablan, que no ha sucumbido a mis encantos.Aunque, pegaba como patada de mula.Y lo peor es que no solo me ofendió frente a todos, sino que escuchó mi conversación con Lucía.Mientras me daba de tumbos en la cama, girando de un lado a otro, de solo pensar en que ella nos escuchó. Aún no he oído ninguna noticia sobre ello, tal vez se lo esté guardando para dios sabe que artimaña.¿Y si estaba considerando a Lucia como parte de su tonta lista de amantes?Enterré el rostro en la almohada.¿Qué puedo hacer?Cerré los ojos con fuerza.Jennie Kim.Es insufrible, es salvaje e irreverente, esa tenacidad que mostró el día del compromiso, esa ambición mostrada al enfrentarse a mi padre, ¡al mismo alférez!
JENNIECuando me aseguré de que el teniente Víctor ya se hubiese ido fui corriendo con mi padre.Quien ya me esperaba en su despacho, había encedido su fuerte habano.—¿Perdiste la cabeza? —le reproché.—Tuve que presionarlo, jamás hubiese declarado por su cuenta apresurar la boda ¿no crees?—Pero… me pegaste.—Y te defendió, aún conmigo, con tu padre, significa que le interesas—se regodeó—, algo hiciste bien.—Yo siempre hago las cosas bien—lo miré entrecerrando los ojos—. Casí me lo creo, de verdad—me sobé la mejilla—, eso me dolió mucho.Papá chasqueó la lengua. —Ve con Juana que te de algo para ese golpe, no debemos dejar que te veas mal—di media vuelta—, espera, lo haces luego, tengo que hablar contigo.Lo miré de mala gana.—Ya hiciste mucho drama hoy, papá.Enfurruñada fui a sentarme cerca de él. —Investigué al tipo ese con el que te reuniste—fue al grano.Me sorprendió.—¿Estás siguiéndome?—A las dos, tengo que tenerlas vijiladas ¿no? —le dio una calada a su habano—. No e
VÍCTOR—Ya no se que hacer con ella, padre.—¿Cómo?—Siempre que estamos juntos, terminamos peleados—suspiré—, he intentado llevarme bien, pero… esque lo pone tan difícil.—No hay nada que no pueda resolverse, hijo, en los dos debe caber la prudencia, puedes comenzar contigo. Ella pronto se convertirá en la señora de La Rosa, además, seguramente estará algo molesta por los rumores que circulan por tus andadas.—Le juro que ya he cortado con todo eso.—No creo estar tan seguro, Margarita, ha estado diciendo que te casarás con ella, incluso pidió verme por la tarde.—Padre, usted sabe que oficialmente me casaré con Jennie.—Ya se, ya se, pero tienes que arreglar muy bien tus asuntos, hablaré con Margarita, pero me pondré firme al negar matrimonio con ella, el suyo ya hasta están corriendo las amonestaciones.—Gracias, padre, lo haré.—En cuanto a la señorita Kim, intenta comprenderla, es muy joven aun y seguramente se escuda en ese carácter tan firme. En realidad, tiene un gran corazón,
JENNIECerré las puertas de mi balcón y salté a la cama, sin parar de reir.Shinae, que había llegado a mi habitación en cuanto escuchó que los músicos cantaban; se lanzó a la cama y comenzó a darme de nalgadas.—¿Escuincla que hiciste?—Ya déjame—pero continuaba riéndome.—¿Por qué hiciste eso?Intenté tomar bocadas de aire, Shinae dejó de nalgearme.—¿Por qué? —apenas tenía retorcijones de risas—, ¿el teniente quiere impresionar intentando conquistarme así?, por favor, Shinae, es solo una impresión para los demás, es un show, no es verdad.—¿Qué? ¿Por qué se te hace tan difícil creer que el teniente Víctor pueda enamorarse de ti?La miré absurda.—Shin, querida, es lo más tonto que has dicho hasta ahora—acomodé mis sabanas—, el teniente Víctor no tiene corazón para amar a una mujer.—¿Cómo lo sabes?Tragué en seco y desvié la mirada.—Me lo dijo—no lo dijo directamente, pero estaba implicitó—. Además, esto—señalé el balcón, refiriéndome a la serenata—, eso es para que la servidumbre
víctorJennie… no hay una razón lógica para que mi cabeza ahora gire en torno a ella. Me gusta.Esta chamaca me gusta más de lo que creí.Ya no tengo porque resistirme si he caído como un chino por ella.Me voy a casar.—Despierta, mano—me sacudió Fer.—He, ¿qué quieres?—Te estoy hablando, parece que andas todo volado ¿Qué te pasa?Suspiré.—Creo que me pegó.Fer chasqueó la lengua.—Voy, ¿apoco ya te gusta Jennie?—La besé—volví a suspirar—, nunca había probado una boquita tan tierna.—Jijo, mano, ahora si que te pegó, caíste redondito.Me reí.—Pero que importa ya, si me voy a casar con ella.—No pos si, pero, ¿ya se te olvidó el contratrito ese que te tiene nuestro suegrito?, si tienes una sola amante, Jennie tendrá de amante al chango ese de Abel.—¿Y qué?—¿Cómo?—Pues que no importa, yo solo tendré a Jennie y punto.—Bien, pero ¿apoco le gustó el beso?Chasquee la lengua.—¿Qué estas hablando? —lo tomé por las solapas de la camisa.Levantó las manos.—Pues que, si ella te dijo q