EPILOGO

Ya no hay nada que ver allí — dijo el rey de Sanlúcar.

Travis fingió no oírlo y continuó su camino (contrario al de su rey, que se alejaba de la ciudad con el grueso de su ejército siguiéndolo) El antiguo prisionero iba a lomos de un corcel color blanco que llevaba puesta una indumentaria con los colores de los señores del norte. A lo lejos, justo donde se erigía el palacio real, una columna de humo se elevaba perezosamente hacia los cielos. Travis tragó saliva, pico espuelas y se lanzó al galope.

Al entrar a la ciudad lo primero que vio fue que el pueblo parecía verdaderamente asustado. Travis se los veía en los ojos, como algo profundamente arraigado que no puede salir.

En su camino por las calles de la ciudad, no pudo evitar sentirse poderosamente atraído hacia una jauría de perros en compa&ntil

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