La comitiva venida del norte estaba arribando a la poderosa ciudad capital. El nuevo rey de Sanlúcar, un caballero de finas facciones y cuerpo esbelto bien proporcionado iba rodeado por el grueso de sus hombres. Travis, recién nombrado maestro de armas de la ciudad norteña de Sanlúcar, cabalgaba inmediatamente por detrás del rey.
¿Recuerdan todos el plan? — había preguntado el orgulloso rey del norte a sus hombres la noche anterior a su llegada, cuando el campamento de poco más de una centena de hombres estaba terminando de instalarse en un claro que discurría a pocos metros del sendero de los viajeros.
Sí: Había sido la respuesta de todos y cada uno de ellos. Una respuesta escueta, pero que, a fin de cuentas, significaba que todos quienes lo acompañaban, entendían el tamaño de las implicaciones.
Mañana por la mañana arribaremos a V
Una melodía de piano y cuerdas sonaba en la lejanía. A las notas, suaves y emotivas, se unía una voz de tenor que recitaba palabras dulces, palabras llenas de emoción y nostalgia. Era la canción más bella que Sascha había escuchado en su vida y mientras ella cerraba los ojos y pensaba en Iván, la voz del interprete recitaba:Aquí en la oscuridad Con las estrellas solitarias…Solo el hombre en la luna Y el latido de mi corazón…El rizo de tus labios y la suavidad de tu pielEl silencio que canta La canción en el viento…La letra se perdía y de un momento a otro, Sascha ya no distinguía las palabras. Era una situación un tanto surrealista, porque en el fondo sabía que nadie podía estar interpretando una canci&oa
Diez días después de su encarcelamiento, Iván acababa de ser informado sobre el destino que el consejo real del rey Tristán había designado para él. Por supuesto, la sentencia no podía ser otra, que la muerte. El propio Tristán le había visitado hace poco y aparte de hablar sobre la sentencia, el hermano de su abuelo le había puesto al tanto sobre las ultimas noticias del reino. Los Torreblanca y algunos de los señoríos más cercanos a la capital habían acudido a jurar lealtad al rey.— Eso es bueno para tu esposa y tu hija — había dicho Tristán en tono alegre — Te aseguro que ellas tendrán una buena vida sin importar lo que pase después.Iván había asentido con la cabeza y esperaba que las palabras de Tristán fueran ciertas. El chico, que hasta hace no mucho había sido rey de Valle Verd
La pequeña zorra Valois se había quedado en su habitación. Tristán no quería que le vieran en compañía de una mujer que estaba volviéndose loca. La chica se había vuelto agresiva y el rey se había visto en la necesidad de atarla con fuerza a la silla, con una previa dosis de sangre para bajarle los ánimos. Eso había sido malo, casi había hecho que perdiera su entusiasmo, pero no. Nada podía quitarle el entusiasmo que sentía ahora mientras el primero de los prisioneros subía al cadalso.Ver morir a Klaus Birmingham era divertido, pero lo verdaderamente importante, la cumbre del evento, era ver la muerte de Iván. La muerte del ultimo varón de los Dagger. Pero ¿Acaso no había dicho el dios Rojo que ahora quería la sangre de una mujer de su linaje? Tristán sabía que el tiempo se le estaba acabando, sabía que deb&ia
Jane Valois, flotando y yendo de la conciencia a la inconciencia, y atada a una silla, oye el ruido que proviene del patio. La despierta un sinfín de gritos que provienen de abajo. Jane sacude la cabeza y de pronto se da cuenta de lo que sucede, o al menos, se da cuenta parcialmente: En el palacio hay otra batalla.Trata de liberarse, pero las ataduras son fuertes y parecen reforzarse con cada movimiento que hace. En un momento dado le cuesta incluso expandir los pulmones para tomar aire.El griterío aumenta de intensidad y pronto se suma el sonido del acero: El sonido de espadas y otras armas chocando entre sí. Jane, con el corazón golpeando con fuerza su pecho, sabe que tiene que intentar algo, quizá aún haya tiempo de hacer algo. Quizá no sea aún demasiado tarde. Entonces, lentamente y aguantando la respiración lo más que puede, consigue encoger su abdomen y su pecho a un nivel alarmante y a
Ya no hay nada que ver allí — dijo el rey de Sanlúcar.Travis fingió no oírlo y continuó su camino (contrario al de su rey, que se alejaba de la ciudad con el grueso de su ejército siguiéndolo) El antiguo prisionero iba a lomos de un corcel color blanco que llevaba puesta una indumentaria con los colores de los señores del norte. A lo lejos, justo donde se erigía el palacio real, una columna de humo se elevaba perezosamente hacia los cielos. Travis tragó saliva, pico espuelas y se lanzó al galope.Al entrar a la ciudad lo primero que vio fue que el pueblo parecía verdaderamente asustado. Travis se los veía en los ojos, como algo profundamente arraigado que no puede salir.En su camino por las calles de la ciudad, no pudo evitar sentirse poderosamente atraído hacia una jauría de perros en compa&ntil
El sol brillaba en lo alto, tal como una moneda brillante; Sascha contemplaba el reflejo dorado en las aguas del río. La comitiva se había detenido tras dos horas de cabalgata bajo el intenso sol. Los caballos pastaban y bebían del río. A su alrededor, Sascha pudo ver a los soldados compartiendo bocadillos entre ellos, conversando y soltando una que otra meada detrás de los árboles. Sascha se retiró las zapatillas y movió sus agarrotados dedos. Era un alivió poder mover libremente los dedos, las zapatillas eran bonitas, pero incómodas y hacían que le sudarán los pies. El carruaje en el que viajaba era una comodidad que solo ella y su hermana mayor, Ivanna, podían disfrutar. Sascha se removió en su asiento, volvió la mirada hacia Ivanna y comprobó que seguía dormida. Con mucho cuidado pasó junto a su hermana y abrió la puerta del carruaje. Ivanna se rem
El príncipe Iván no había escuchado nunca el sonido de las campanas del gran templo de Valle Verde, ubicado al pie de la gran colina. Su padre solía decir que se debía, en parte, a que aquellas campanadas anunciaban la llegada de un visitante de la nobleza y no había habido ninguno en al menos 17 años, que era la edad de Iván. Su padre decía, además, que gracias a la enemistad del rey con sus antiguos aliados eso probablemente no ocurriría nunca mientras el abuelo rey viviera. En eso te equivocaste, padre — pensó Iván mientras miraba por el balcón de su habitación hacía el sonido de las campanas. — El abuelo no solo vive aún, mientras suenan las campanas, sino que incluso ha vivido más que tú y que mamá. Ahora soy su único heredero — pensó con una mezcla de asombro y amargura.El joven príncipe no te
El ruido del acero era el sonido favorito del capitán Tristán Dagger, rivalizando, quizá, solo con los gritos de placer y dolor que daban las prisioneras cada que las montaba. Tristán llevaba años en altamar, saqueando pequeños pueblos, secuestrando hombres y mujeres para que le sirvieran como esclavos, remeros y, en el caso de las mujeres, como simples putas y ampliando así, cada vez más su flota. Ahora, mientras levantaba su pesado mandoble de acero para dar el golpe mortal a su enemigo en cubierta, Tristán Dagger se imaginó por un momento que a quién mataba en realidad no era a un simple marinero, sino su hermano, el rey de Valle Verde y quien era el causante directo de su exilio en altamar. La batalla terminó pronto, había sido una victoria fácil para el capitán Tristán y su tripulación. Los pocos sobrevivientes del bando enemigo suplicaron piedad, pero el capit