Capítulo 25. Sucumbir al deseo.

Después del beso, se quedaron un rato más cerca del gran cedro. Inspeccionaron la zona con intención de conocer la vegetación y la fauna.

Jimena escuchaba complacida las explicaciones de David sobre cada cosa que descubrían, al tiempo que compartían sensuales caricias y besos arrebatados.

El nivel de paz y felicidad que ambos experimentaban en aquel lugar los tenía caminando sobre nubes.

Sin prisa se dirigieron, tomados de la mano, hacia el parador turístico. Disfrutaban del paisaje, de las vistas que se presentaban al llegar a alguna colina y de los pequeños riachuelos.

Almorzaron salchichas de Nuremberg con pan tovareño y repollo blanco macerado al vino, una de las tantas exquisiteces tradicionales de la región, para luego dirigirse al pueblo, donde la dura realidad los esperaba con los brazos abiertos.

Se despidieron en medio de un tenso silencio antes de cruzar el arco que daba entrada a la Colonia Tovar, con besos y miradas cargadas de anhelos y súplicas.

Luego cada quien tomó su
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