El aroma de las hierbas frescas y el sonido suave de los ingredientes cocinándose llenaban la cocina. De vez en cuando, volteo y veo a Ruth sonriendo, apoyada en el marco de la puerta. Nuestros ojos se encuentran y puedo ver todo lo que ella quiere decir sin palabras.Después de servir la cena en la mesa elegantemente preparada, nos sentamos juntos, compartiendo risas y conversaciones que solo nosotros entendemos. Cada momento es un recordatorio de por qué la amo tanto.Terminamos la cena con una copa de vino y, después de recoger los platos, nos dirigimos a nuestra habitación. Cierro la puerta detrás de nosotros con cuidado, como si fuera un ritual sagrado, y la miro con un brillo en los ojos que sé que ella entiende muy bien.En esta noche, en nuestra mansión, todo parece perfecto.Nuestras bocas aún unidas en un beso que transmite toda la pasión acumulada durante el día. El roce suave de sus labios contra los míos es reconfortante y excitante a la vez. Nos separamos solo lo suficie
★Ruth. El día en que desperté, no recordaba absolutamente nada de lo vivido con Leonel en el cuerpo de Amelia. Solo podía recordar el infierno que Marcus me hizo pasar. Pero al ser besada por Leonel, sentí que la venda de mis ojos se desvanecía. El cálido contacto de sus labios me trajo a la memoria los paseos bajo la luna y las risas. Comencé a recordar con ese beso todo lo que me unía a mi amado Leonel, desde las tardes de café en el parque hasta las conversaciones profundas bajo las estrellas. —Lamento haberte hecho esperar, amor —mencioné, sintiendo su mano fuerte en la mía. Hasta la fecha no lo he soltado. Amelia y yo, irónicamente, nos volvimos amigas. Ella cambió mucho y se casó con el hermano de Leonel. Mi cuñado abandonó el mando de las empresas Riviera, dándole el poder absoluto a Leonel. Amelia ahora con su corazón generoso, abrió un centro de beneficencia para niños y ancianos en el corazón de la ciudad; ahora, todos la conocen como la mujer que transforma vidas
Llovía, si lo recuerdo bien; el cielo estaba gris y las gotas caían sobre mi cuerpo, mezclándose con mis lágrimas. El frío de la lluvia parecía intensificar la sensación de desesperación que sentía en mi interior.Cerré los ojos como mi último adiós a esta vida, sintiendo cómo la lluvia empapaba mi cabello y mi ropa, haciéndome temblar.Dicen que cuando vas a morir, los momentos de tu vida comienzan a pasar uno por uno, y así fue. Mi mente empezó a recorrer mis recuerdos más preciados.Vi mi infancia feliz; tenía unos padres muy amorosos. Ellos eran muy tiernos conmigo y siempre me enseñaron que la mejor forma de enfrentar la vida era de cara, sin miedos ni titubeos. Recuerdo los días soleados en el parque, las noches cálidas al lado de la chimenea, y las enseñanzas llenas de sabiduría y amor.En mi adolescencia conocí a quien se convertiría en mi futuro esposo. Recuerdo claramente el día que nos conocimos: era una tarde de verano y nos presentaron en una fiesta. Desde ese momento, su
Todo se volvió totalmente oscuro, parecía que mi penitencia había llegado a su fin ya que vi una luz en medio de esa oscuridad.Creí que al fin me iría al cielo a descansar de todo eso, que al fin sería liberada de mi sufrimiento eterno, que al fin hallaría la paz que se me había negado tan cruelmente en vida y en muerte. La luz era cálida y acogedora, una promesa de alivio que me envolvía como un manto de consuelo.Pero no fue así.Al traspasar esa luz, abrí los ojos. Estaba en una habitación que no reconocía, recostada en una cama que nunca fue la mía, y lo más importante cruzaba por mi cabeza en ese momento:¿De quién es el brazo que me sujetaba? La confusión y el terror se mezclaban en mi mente como un torbellino.Mis manos temblaban, el pulso en mis sienes retumbaba como tambores de guerra.¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?Tenía miedo de haber vuelto a la vida y estar en los brazos de aquel que fue mi esposo. La posibilidad de enfrentar nuevamente a quien me había condenado a es
Respiré hondo, tratando de calmar el torrente de pensamientos que me invadían.—Señora Riviera, soy Helen, la asistente de su esposo. ¿Puedo entrar? —la voz del otro lado de la puerta era suave, casi maternal.—Sí, adelante —respondí, intentando mantener mi voz firme.La puerta se abrió y una mujer de mediana edad, con una expresión amable, entró a la habitación. Me miró con una mezcla de preocupación y curiosidad.—El señor Riviera me pidió que viniera a ver cómo se siente. Está muy preocupado por usted —dijo Helen, acercándose lentamente.—Estoy... bien, solo necesito un poco de tiempo para mí misma —respondí, intentando sonar convincente.Helen asintió, como si entendiera más de lo que decía.—Entiendo. Si necesita algo, estaré en la sala. Tome su tiempo, señora Riviera.La asistente salió de la habitación, dejándome nuevamente sola con mis pensamientos. Me levanté y comencé a explorar la habitación en busca de respuestas.Abrí los cajones, busqué en el armario, intentando encontra
Caminamos hacia la casa y vi a un hombre que se parecía mucho a él, un familiar quizás.—¿Hermano, qué haces aquí? —preguntó mi asesino al hombre en casa, revelando un vínculo que desconocía.—Vine a que me entregues los papeles que me ibas a entregar —respondió el hombre, mirándome con curiosidad.—Sí, claro, espera aquí, ya los traigo —dijo mi asesino, luego se dirigió a mí con un gesto apacible—. Ya vuelvo, cariño.Tan pronto desapareció, el hombre se acercó a mí con una confianza que me incomodaba.—Amelia… —mencionó, tomando mi cintura y besándome sin aviso, su aliento caliente en mi rostro me revolvió el estómago.Reaccioné instintivamente, empujándolo con fuerza y luego dándole una bofetada que resonó en la habitación.—¿Qué sucede aquí? —preguntó mi asesino al regresar, su presencia imponente llenando el espacio.—Él intentó besarme —dije molesta, mirándolo directamente a los ojos.—No sé de qué habla, Leonel —contestó el hombre, con una mueca de confusión.¿Leonel? Así se lla
—No... no lo estoy. Quiero verme, quiero ver a Rut —mi voz apenas alcanzaba a formar las palabras entre sollozos y respiraciones entrecortadas. Me levanté de un salto y corrí de nuevo hacia la recepcionista, implorándole que me permitiera ver a «mi amiga». Ella negó mi solicitud por no ser familiar directo, entonces se me ocurrió una idea. —¿Y su esposo? ¿Ha venido? —Lo siento, señorita, pero el esposo de la señora Ruth no ha venido a verla ni una sola vez. ¿Y mis padres? —¿Y los padres de la joven? —Lo siento, ninguno de sus familiares ha venido a verla. Las lágrimas brotaron de mis ojos, recuerdos dolorosos se agolparon en mi mente. Mi esposo había tejido una red de mentiras con mis padres, haciéndoles creer que yo estaba de viaje con unas amigas. Así fue como nunca supieron que yo estaba hospitalizada y ahora, Rut estaba sola en esa cama de hospital, luchando por su vida mientras su entorno familiar permanecía ausente y ajeno a su sufrimiento. —¿Por favor podría llamar a su
—¿Qué te pasa, estúpida? ¿Cómo te atreves a golpearme? —gritó molesto, tomándome fuerte de los hombros mientras sus manos me apretaban con tanta fuerza que sentía que iba a quebrarme.En eso, Leonel le propinó otro golpe que lo hizo caer al suelo con un sonido sordo y doloroso.—¡En tu vida vuelvas a tocar a mi esposa! —gruñó Leonel con voz amenazante.—¡Tu esposa, esa maldita perra, me golpeó y ni siquiera la conozco!—¡Tú fuiste quien golpeó a Rut! Rut está hospitalizada gracias a ti, maldito… —gritaba a Marcus con furia descontrolada, mientras me acercaba a él y comenzaba a golpear su pecho con mis puños cerrados.Leonel se interpuso rápidamente entre nosotros cuando Marcus alzó la mano amenazadoramente hacia mí.—¿Qué te dije? —preguntó Leonel con dureza, empujando a Marcus lejos de mí con firmeza.—Ella se lo merecía… Ruth se merecía lo que le hice —mencionó Marcus con resentimiento en cada palabra.¿Merecía que me tratara así por años? ¡Qué estupidez pensar así!—Vamos —le dije