Nuestros ojos se encontraron por un instante. Mi rostro permanecía imperturbable, ocultando las turbias emociones que se agitaban en mi interior.Con un gesto firme y deliberado, comencé a trazar líneas simbólicas sobre su piel pálida con el filo del cuchillo. Cada corte era un silencioso recordatorio de la justicia que buscaba impartir, un acto de poder sobre su vulnerabilidad.El susurro de la hoja contra la piel y el leve gemido de dolor de Beatriz resonaban en la oscuridad del sótano. Sus latidos acelerados eran audibles, marcando el ritmo de mi propósito con una inquietante armonía.Beatriz gimoteaba, su cuerpo temblaba bajo el peso de su terror y la inevitabilidad de su destino. Las lágrimas seguían surcando sus mejillas, reflejando la desesperación y la impotencia de estar a merced de mis acciones.Mientras continuaba con mi tarea, los pensamientos de justicia y venganza me envolvían como una neblina oscura. Cada acción estaba justificada en mi mente, cada detalle de mi macabro
Entré a la sala y lo que vi me dejó con la boca abierta.Los padres de Ruth estaban en la sala, frente a mí, vivos y bien.—Señor y señora... —mencioné, sin siquiera terminar mis palabras.¿No se suponía que ellos estaban muertos?—Joven Riviera, qué gusto verlo. Hemos decidido volver a la ciudad tras no saber nada de Marcus y así mantener a salvo a nuestra Rutita —mencionó el señor con voz amable.—¿Ruth? ¿A salvo?—Sí, mi esposo escuchó que Marcus planeaba incendiar nuestra casa y le hicimos creer que habíamos muerto. Después nos enteramos de la muerte de mi Rutita, pero ella despertó y le dijimos al médico forense que nos ayudara si alguien preguntaba por ella...Me dejé caer en el sofá, abrumado por la oleada de emociones y la sorpresa de saber que Ruth estaba viva y a salvo.—¿Ella está viva? —pregunté con una enorme sonrisa de felicidad, mis ojos brillaban de emoción ante la posibilidad de verla de nuevo.—Sí, señor Riviera, mi hija está con vida. De hecho, vino con nosotros; su
★ RuthCada vez que Leonel llega a la casa de mis padres con un ramo de flores, mis ojos se iluminan de alegría. Es increíble cómo siempre encuentra la manera de sorprenderme con detalles tan dulces y considerados. Las flores que trae siempre son mis favoritas, aunque nunca le he mencionado cuáles son. Me impresiona su atención y cómo parece conocerme tan bien.Sin embargo, aunque disfruto mucho de su compañía y siento una atracción hacia él, también tengo miedo.Leonel me ha contado que nos conocimos en el pasado, pero yo no recuerdo absolutamente nada de nuestra historia juntos. Todo lo que tengo en mi memoria son los momentos difíciles que viví con Marcus, mi ex esposo.Una tarde, Leonel llegó con un ramo de liliums blancos, mis flores favoritas. Me quedé sin palabras al verlas, preguntándome cómo supo cuáles eran mis preferidas. Su gesto me hizo sentir especial y cuidada, y al mismo tiempo, me hizo cuestionarme más sobre nuestro pasado juntos del cual no tengo recuerdos.—Ruth, ¿t
El aroma de las hierbas frescas y el sonido suave de los ingredientes cocinándose llenaban la cocina. De vez en cuando, volteo y veo a Ruth sonriendo, apoyada en el marco de la puerta. Nuestros ojos se encuentran y puedo ver todo lo que ella quiere decir sin palabras.Después de servir la cena en la mesa elegantemente preparada, nos sentamos juntos, compartiendo risas y conversaciones que solo nosotros entendemos. Cada momento es un recordatorio de por qué la amo tanto.Terminamos la cena con una copa de vino y, después de recoger los platos, nos dirigimos a nuestra habitación. Cierro la puerta detrás de nosotros con cuidado, como si fuera un ritual sagrado, y la miro con un brillo en los ojos que sé que ella entiende muy bien.En esta noche, en nuestra mansión, todo parece perfecto.Nuestras bocas aún unidas en un beso que transmite toda la pasión acumulada durante el día. El roce suave de sus labios contra los míos es reconfortante y excitante a la vez. Nos separamos solo lo suficie
★Ruth. El día en que desperté, no recordaba absolutamente nada de lo vivido con Leonel en el cuerpo de Amelia. Solo podía recordar el infierno que Marcus me hizo pasar. Pero al ser besada por Leonel, sentí que la venda de mis ojos se desvanecía. El cálido contacto de sus labios me trajo a la memoria los paseos bajo la luna y las risas. Comencé a recordar con ese beso todo lo que me unía a mi amado Leonel, desde las tardes de café en el parque hasta las conversaciones profundas bajo las estrellas. —Lamento haberte hecho esperar, amor —mencioné, sintiendo su mano fuerte en la mía. Hasta la fecha no lo he soltado. Amelia y yo, irónicamente, nos volvimos amigas. Ella cambió mucho y se casó con el hermano de Leonel. Mi cuñado abandonó el mando de las empresas Riviera, dándole el poder absoluto a Leonel. Amelia ahora con su corazón generoso, abrió un centro de beneficencia para niños y ancianos en el corazón de la ciudad; ahora, todos la conocen como la mujer que transforma vidas
Llovía, si lo recuerdo bien; el cielo estaba gris y las gotas caían sobre mi cuerpo, mezclándose con mis lágrimas. El frío de la lluvia parecía intensificar la sensación de desesperación que sentía en mi interior.Cerré los ojos como mi último adiós a esta vida, sintiendo cómo la lluvia empapaba mi cabello y mi ropa, haciéndome temblar.Dicen que cuando vas a morir, los momentos de tu vida comienzan a pasar uno por uno, y así fue. Mi mente empezó a recorrer mis recuerdos más preciados.Vi mi infancia feliz; tenía unos padres muy amorosos. Ellos eran muy tiernos conmigo y siempre me enseñaron que la mejor forma de enfrentar la vida era de cara, sin miedos ni titubeos. Recuerdo los días soleados en el parque, las noches cálidas al lado de la chimenea, y las enseñanzas llenas de sabiduría y amor.En mi adolescencia conocí a quien se convertiría en mi futuro esposo. Recuerdo claramente el día que nos conocimos: era una tarde de verano y nos presentaron en una fiesta. Desde ese momento, su
Todo se volvió totalmente oscuro, parecía que mi penitencia había llegado a su fin ya que vi una luz en medio de esa oscuridad.Creí que al fin me iría al cielo a descansar de todo eso, que al fin sería liberada de mi sufrimiento eterno, que al fin hallaría la paz que se me había negado tan cruelmente en vida y en muerte. La luz era cálida y acogedora, una promesa de alivio que me envolvía como un manto de consuelo.Pero no fue así.Al traspasar esa luz, abrí los ojos. Estaba en una habitación que no reconocía, recostada en una cama que nunca fue la mía, y lo más importante cruzaba por mi cabeza en ese momento:¿De quién es el brazo que me sujetaba? La confusión y el terror se mezclaban en mi mente como un torbellino.Mis manos temblaban, el pulso en mis sienes retumbaba como tambores de guerra.¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?Tenía miedo de haber vuelto a la vida y estar en los brazos de aquel que fue mi esposo. La posibilidad de enfrentar nuevamente a quien me había condenado a es
Respiré hondo, tratando de calmar el torrente de pensamientos que me invadían.—Señora Riviera, soy Helen, la asistente de su esposo. ¿Puedo entrar? —la voz del otro lado de la puerta era suave, casi maternal.—Sí, adelante —respondí, intentando mantener mi voz firme.La puerta se abrió y una mujer de mediana edad, con una expresión amable, entró a la habitación. Me miró con una mezcla de preocupación y curiosidad.—El señor Riviera me pidió que viniera a ver cómo se siente. Está muy preocupado por usted —dijo Helen, acercándose lentamente.—Estoy... bien, solo necesito un poco de tiempo para mí misma —respondí, intentando sonar convincente.Helen asintió, como si entendiera más de lo que decía.—Entiendo. Si necesita algo, estaré en la sala. Tome su tiempo, señora Riviera.La asistente salió de la habitación, dejándome nuevamente sola con mis pensamientos. Me levanté y comencé a explorar la habitación en busca de respuestas.Abrí los cajones, busqué en el armario, intentando encontra