—No... no lo estoy. Quiero verme, quiero ver a Rut —mi voz apenas alcanzaba a formar las palabras entre sollozos y respiraciones entrecortadas.
Me levanté de un salto y corrí de nuevo hacia la recepcionista, implorándole que me permitiera ver a «mi amiga». Ella negó mi solicitud por no ser familiar directo, entonces se me ocurrió una idea. —¿Y su esposo? ¿Ha venido? —Lo siento, señorita, pero el esposo de la señora Ruth no ha venido a verla ni una sola vez. ¿Y mis padres? —¿Y los padres de la joven? —Lo siento, ninguno de sus familiares ha venido a verla. Las lágrimas brotaron de mis ojos, recuerdos dolorosos se agolparon en mi mente. Mi esposo había tejido una red de mentiras con mis padres, haciéndoles creer que yo estaba de viaje con unas amigas. Así fue como nunca supieron que yo estaba hospitalizada y ahora, Rut estaba sola en esa cama de hospital, luchando por su vida mientras su entorno familiar permanecía ausente y ajeno a su sufrimiento. —¿Por favor podría llamar a sus padres para informarles que su hija está aquí? Seguro ellos no saben que ella está en este lugar —mencioné con voz temblorosa, mientras la enfermera y Leonel me miraban con confusión. —Muy bien señora, llamaré. ¿Tiene el número? Asentí con un gesto rápido y comencé a dictarle el número de teléfono de mis padres a la enfermera. Ella marcaba mientras yo me alejaba un poco, esperando a que la llamada finalizara. El sonido de los tonos y el murmullo de la conversación distante me mantenían en suspenso. —Es la primera vez que te veo tan preocupada por alguien que no seas tú misma —mencionó Leonel. —¿En verdad? —pregunté, aunque en realidad solo me preocupaba por la otra yo que estaba en coma. —Sí, sueles ser fría y tratas a los demás con desprecio. No muestras esta parte de ti. Me sorprendes, Amelia —añadió Leonel. Por alguna razón, sentí que mis mejillas se calentaban ante su observación. Me giré cuando vi que su mano se acercaba a mis mejillas, pero él la retiró antes de tocarlas. Caminé hacia la recepcionista al ver que la llamada con mis padres había terminado. —Señorita, tenía razón. Los padres de la paciente no estaban enterados de la condición de su hija, pero aún así no está autorizada para entrar a verla —mencionó la recepcionista con una expresión neutral y profesional. —¿Y si llegamos a un acuerdo? —pronunció Leonel, interrumpiendo mis pensamientos desesperados. —¿Un acuerdo? —preguntó la recepcionista, visiblemente interesada en la propuesta. Leonel sacó un cheque en blanco, ya firmado y sellado, deslizándolo con discreción sobre el mostrador. —Pon la cantidad que quieras, con gusto será tuyo. Solo deja a mi esposa entrar a ver a su amiga. La recepcionista aceptó el cheque, con su expresión relajándose ligeramente al ver la generosidad del gesto. —Su cuerpo se encuentra en la habitación 310 —mencionó finalmente, indicando el camino con un gesto de su mano hacia los pasillos del hospital. No lo pensé dos veces antes de correr hacia esa habitación. Al entrar, me quedé en blanco. Mi cuerpo estaba conectado a varias máquinas que monitoreaban mi condición, los pitidos de los equipos médicos llenaban la habitación con una atmósfera tensa y lúgubre. Mi piel estaba notablemente más pálida y fría que la que recordaba, revelando la gravedad de mi estado desde una perspectiva que nunca antes había enfrentado. Había golpes en mi mejilla y en mi frente, la piel enrojecida y un ojo morado. Algunas lágrimas caían de mis mejillas, mezclándose con el dolor y la frustración. Era la primera vez que me miraba a través de los ojos de otra persona y hasta yo misma sentí lástima por mí. Sentí una profunda repulsión. ¿Por qué no lo detuve? ¿Por qué permití sus maltratos durante tanto tiempo? Él me golpeaba, me abusaba y me humillaba, y yo solo mantenía la cabeza gacha, como si fuera lo único que podía hacer para sobrevivir. Fui tan estúpida al creer que podía cambiarlo. —Rut… —mencioné al acercarme a la cama, tomé la mano de Amelia entre las mías y comencé a llorar con más fuerza, sintiendo la conexión con mi propio cuerpo desgarrada y perdida. Por un momento creí que al hacer contacto con mi cuerpo podría volver a él, pero no fue así. La realidad me golpeó con la misma intensidad que los puños de Marcus. —Juro que voy a vengarme, ese maldito infeliz me las va a pagar, te juro que... No podía ni hablar, la ira y el dolor no me permitían articular más palabras. No supe cuánto tiempo pasó hasta que los sollozos de mi madre al entrar a la habitación me desconcertaron. —Ruth, mi niña —gritó mamá, mientras corría hacia el cuerpo conectado a las máquinas, con su rostro lleno de angustia y amor maternal desbordante. «Mamá, estoy aquí», pensé mientras la observaba llorar desconsoladamente, viéndola derrumbarse ante un cuerpo sin alma, ante la sombra de lo que solía ser. Quise acercarme para consolarla, pero papá entró en ese momento y ambos estaban llorando a mi lado, tomando mis manos frías y dejando caer lágrimas silenciosas junto a las de Ruth, quien seguía inconsciente y ajena a todo. Creí que lo mejor era dejarlos solos para que pudieran desahogarse juntos. Salí de la habitación con Leonel. Él no dijo nada, simplemente secó mis lágrimas con sus pulgares y luego me abrazó con fuerza. No sé por qué, pero comencé a llorar sin parar, sintiéndome vulnerable y rota, como una niña pequeña entre los brazos de mi asesino. —Vamos a tomar algo —mencionó él con suavidad, rompiendo el silencio cargado de emociones intensas. Yo solo asentí, incapaz de articular palabra alguna. Caminamos hacia la salida, tratando de encontrar un respiro en medio de la tormenta. Pero al llegar a la puerta, mi mirada se encontró con la figura de mi esposo, Marcus Ballesteros. La ira se apoderó de mí y me alejé rápidamente de Leonel, caminando directamente hacia ese despreciable hombre. Mis manos temblaban de rabia y sin pensarlo dos veces, le lancé un derechazo que casi le volteó la cara, sintiendo el impacto resonar en mi puño y en mi corazón lleno de dolor y frustración. ★Gracias por su lectura, si les esté gustando la novela no olviden seguirme, seguir la novela, y calificarla. saludos a todos.—¿Qué te pasa, estúpida? ¿Cómo te atreves a golpearme? —gritó molesto, tomándome fuerte de los hombros mientras sus manos me apretaban con tanta fuerza que sentía que iba a quebrarme.En eso, Leonel le propinó otro golpe que lo hizo caer al suelo con un sonido sordo y doloroso.—¡En tu vida vuelvas a tocar a mi esposa! —gruñó Leonel con voz amenazante.—¡Tu esposa, esa maldita perra, me golpeó y ni siquiera la conozco!—¡Tú fuiste quien golpeó a Rut! Rut está hospitalizada gracias a ti, maldito… —gritaba a Marcus con furia descontrolada, mientras me acercaba a él y comenzaba a golpear su pecho con mis puños cerrados.Leonel se interpuso rápidamente entre nosotros cuando Marcus alzó la mano amenazadoramente hacia mí.—¿Qué te dije? —preguntó Leonel con dureza, empujando a Marcus lejos de mí con firmeza.—Ella se lo merecía… Ruth se merecía lo que le hice —mencionó Marcus con resentimiento en cada palabra.¿Merecía que me tratara así por años? ¡Qué estupidez pensar así!—Vamos —le dije
Él asintió, saliendo del auto con una expresión reflexiva en el rostro. Comenzamos a caminar por la orilla de la playa, dejando que el sonido de las olas rompiendo en la costa llenara el espacio entre nosotros. Ninguno de los dos dijo una palabra durante un buen rato. Simplemente caminábamos, dejando que nuestros pensamientos fluyeran con la brisa marina.Finalmente, regresamos a su casa. Al llegar, él pidió a las empleadas que prepararan una habitación para mí y se alejó por el corredor que conducía a su despacho, dejándome sola con mis pensamientos y preguntas aún sin respuesta.★Leonel.Ni siquiera sabía qué decirle a Ruth.Pedir perdón estaba de más; yo la había asesinado y no fue una muerte para nada dulce. Aún siento el calor de su sangre en mis manos.Me senté en mi escritorio y recargué la cabeza sobre él.Amelia no estaba y esa era la realidad: el cuerpo de mi esposa estaba ocupado por una total desconocida.Comencé a leer los informes que debía entregar a mi hermano, pero mi
—¿Algo más, señora Riviera? —pregunté, sintiendo una conexión intensa en ese momento, como si algo más estuviera pasando entre nosotros, algo que trascendía nuestras circunstancias actuales.—No por el momento, me iré a dormir.—Dulces sueños, Ruth.—Dulces sueños, Leonel.Ella se puso en pie con elegancia y comenzó a alejarse. Justo cuando estaba por llegar a la puerta, decidí hablar.—Mañana hay una fiesta empresarial de mi familia. Creo que es un buen momento para hacer público nuestro matrimonio. ¿Te parece?Ella se giró lentamente hacia mí, con una sonrisa traviesa iluminando su rostro.—Me parece perfecto, señor Riviera —respondió con voz suave y firme.—Entonces así será señora Riviera —confirmé, observando cómo salía grácilmente de mi despacho.Me levanté de mi escritorio y caminé hacia la ventana. Con cuidado, abrí las cortinas solo un poco para dejar entrar la luz de la luna.Encendí un cigarrillo, dejando que el humo se deslizara lentamente por la habitación. Ahora que las
Nos quedamos mirándonos por un momento, el tiempo pareció detenerse. Sentí una conexión inexplicable entre nosotros, algo más allá de las palabras.Ella carraspeó y desvió la mirada hacia otro lado, rompiendo el hechizo momentáneo. Yo suspiré, intentando calmar mi corazón acelerado.—¿Me ayudas a levantarme? Creo que me lastimé el tobillo —dijo, ahora más seria.La cargué en mis brazos y la llevé hasta la cama. Sentir su peso contra mi pecho y su respiración en mi cuello fue una experiencia casi abrumadora. Ella estaba en silencio, y yo me sentía idiotizado con ella, completamente atrapado en su presencia.Mientras la acomodaba en la cama, noté cómo su respiración se volvía más suave, pero sus ojos seguían brillando con esa chispa de diversión y algo más, algo que no podía definir. Sentí una mezcla de emociones, desde la preocupación por su tobillo hasta una extraña ternura que no podía explicar.—¿Te duele mucho? —le pregunté, intentando concentrarme en algo más que en la atracción q
Es irónico. Ya no la veo con el físico de Amelia. No sé si es porque ya sé quién es realmente, pero ante mis ojos, está una mujer totalmente diferente a Amelia. Esta mujer…Es algo extraño, pero sé que ella está en el cuerpo de mi esposa. Sin embargo, no veo a Amelia literalmente. A quien veo es a Ruth, con su cabello oscuro, tan diferente del cabello rubio de Amelia, sus mejillas, su sonrisa.Esta mujer que deslumbra mis ojos no es Amelia, es Ruth.—¿En verdad besaste a Ruth? —preguntó, con su voz temblando ligeramente.—No lo dudes. ¿Era todo lo que querías preguntar?—¿Por qué? ¿Por qué me besaste?—Porque no lo pude evitar, sentí cosas al estar cerca de ti. Pero tú… mira que me has defendido como una guerrera. Oh, Ruth, eres impresionante.—Deja de elogiarme, solo soy una ilusa. Pero sé bien que ante Marcus no podré defenderme —ella desvió la mirada.—Ruth, estás frente a tu asesino y le tienes más miedo a esa rata parada que a mí. Me siento ofendido —mencioné, tomando sus mejilla
No sé cómo salimos del baño, las dos estábamos peleando. La vista de todos estaba sobre nosotras hasta que sentí que alguien me jaló. Era Marcus, quien me arrojó lejos porque estaba agrediendo al amor de su vida. Cuando estaba por caer, Leonel me sujetó. —¿Cómo se atreven a ponerle una mano encima a mi esposa? —gritó Leonel, llamando aún más la atención de todos los que estaban en el lugar. Qué forma de anunciar nuestro matrimonio. —Señor Riviera, disculpe a mi hija —mencionó la voz de un hombre mayor. Al parecer, era el padre de la amante de Marcus. —Quiero que se larguen —gritó Leonel, con la voz llena de autoridad. —Pero… Esa mujer se me quedó mirando con ira mientras los guardias de seguridad la sacaban a ella, a su padre y al idiota de Marcus. La tensión en el ambiente era palpable, y las miradas de los presentes eran una mezcla de sorpresa y escándalo. Leonel me sostuvo firmemente, con su mirada preocupada. —¿Estás bien, Ruth? —me preguntó en voz baja. —Sí, solo
La noche prometía ser larga, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba exactamente donde pertenecía, en los brazos de Leonel, el hombre que había logrado hacerme sentir viva nuevamente.Leonel me guió hacia su habitación, nuestros pasos resonando suavemente en el silencio de la casa.Cada movimiento suyo irradiaba una confianza y un deseo intenso. Cerró la puerta tras nosotros, y la atmósfera se tornó aún más íntima.Me atrajo hacia él, con sus manos firmemente posicionadas en mis caderas. Sentí el calor de su cuerpo atravesar la tela de mi vestido, encendiendo una chispa en mi interior. Sus labios encontraron los míos con una urgencia renovada, besándome con una pasión que me hizo olvidar todo lo demás.Sus manos comenzaron a explorarme, subiendo lentamente por mi espalda, desabrochando con destreza el cierre de mi vestido. La tela cayó suavemente al suelo, dejándome expuesta ante él. Su mirada recorrió cada centímetro de mi cuerpo, y la intensidad en sus ojos me hizo senti
Me desperté sola en la cama, envuelta en las sábanas que aún conservaban el calor de la noche anterior.El primer pensamiento que cruzó por mi mente fue duda y autocrítica. Me pregunté si todo lo que habíamos compartido había sido real, o si Leonel solo se había dejado llevar por el hecho de que mi cuerpo era igual al de Amelia.Me sentí como una intrusa en su vida, ocupando un lugar que no me pertenecía. Era inevitable pensar que, en el fondo, el corazón de Leonel seguía perteneciendo a Amelia, y que yo solo era una sombra o un reemplazo.Me senté en la cama, abrazando mis rodillas y dejando que esos pensamientos me invadieran.La inseguridad y el temor de no ser suficiente se apoderaron de mí, y comencé a dudar de cada momento de la noche anterior. Quizás había interpretado mal sus caricias, sus besos y su ternura.Justo cuando estaba a punto de perderme en esos pensamientos oscuros, la puerta de la habitación se abrió suavemente.Levanté la mirada y me sorprendí al ver a Leonel ent