—Y yo te amo a ti, Leonel —respondí, acurrucándome más cerca de él, sintiendo que, por fin, había encontrado mi lugar en el mundo.Los días pasaron llenos de amor, risas y pasión.Leonel y yo disfrutamos cada momento juntos, desde los paseos matutinos hasta las noches estrelladas en la terraza, riendo y contando historias. Nuestra relación floreció, y cada día se sentía como un regalo, lleno de pequeños detalles y momentos que nos acercaban más.Una mañana, mientras estábamos en la cocina preparando el desayuno, Leonel me sorprendió con su torpeza al intentar voltear un panqueque, terminando con la mezcla por todo el techo.—¡Mira lo que has hecho! —dije, riendo mientras trataba de limpiar el desastre.—Supongo que el chef aquí eres tú —respondió, riendo también y acercándose para darme un beso en la mejilla.Los días eran una mezcla perfecta de ternura y diversión. Pasábamos horas hablando de nuestros sueños y planes, disfrutando de cada segundo juntos.Había momentos en los que nos
★LeonelHabía corrido como nunca antes. Mi corazón latía con fuerza mientras manejaba a toda velocidad hacia la oficina de Marcus. Desde que Helen, nuestra ama de llaves, me había informado de que Ruth había ido a ver a Marcus sola, sentí un nudo en el estómago. No podía permitir que ella enfrentara a ese desgraciado sin mi apoyo.Cuando llegué al lugar, la adrenalina aún me impulsaba. Salí del auto rápidamente y vi a Ruth salir de la oficina de Marcus. Su rostro estaba serio, pero parecía decidida. Desde que bajé del auto, corrí para estar cerca de ella, sintiendo que no podía perder más tiempo.—Ruth —llamé su nombre mientras me acercaba, el alivio de verla a salvo se mezclaba con el temor por lo que podría haber sucedido.Ella se giró hacia mí, y pude ver en sus ojos una mezcla de emociones que no pude descifrar completamente en ese momento. Sus mejillas estaban enrojecidas, y mi preocupación aumentó.—Leonel, él... —comenzó a decir, pero la interrumpí con un abrazo.—Estás bien, q
—¿Todo bien, amor?—Todo perfecto, querida. Solo ponle atención a tu camino y no mires atrás —respondí sin mirarla, aún con la frialdad de la reciente confrontación recorriéndome el cuerpo.A veces, proteger lo que amas significa mancharte las manos de sangre.—¿Por qué tardaste tanto? —me preguntó, con preocupación.—Solo tenía una plática amistosa con ese idiota —respondí, tratando de suavizar la situación.—¿Crees que estuvo bien que viniera? —preguntó en un suspiro, sus ojos buscaban los míos.—Creo que no debiste venir sola. Ese hombre es peligroso.—¿Eso crees?—Ruth, no quiero que te pongas en peligro. Siempre que quieras hacer cosas tan arriesgadas como enfrentar a ese idiota, tienes que decírmelo. Yo te protegeré. Eres mi mujer y mi obligación es protegerte.—Yo no soy tu esposa. Quizá este cuerpo lo sea, pero...—Ruth, ¿en verdad quieres volver a tu cuerpo? ¿Quieres volver a ser la esposa de ese maldito? —la verdad es que no entiendo por qué está tan obsesionada con volver a
★ Ruth.Realmente amaba estar entre los brazos de Leonel. Cada momento a su lado era maravilloso; siempre encontraba la manera de hacerme reír y se preocupaba genuinamente por mí.Una tarde, mientras lo observaba en su escritorio, muy concentrado entre sus papeles, me pregunté si alguna vez esto sería eterno.Leonel tenía una habilidad especial para olvidarse del mundo cuando trabajaba. Sus cejas fruncidas, su mirada fija y sus manos moviéndose rápidamente sobre el papel.Había algo hipnótico en su concentración. Me levanté del sofá y me acerqué lentamente hacia él, retiré algunas cosas de su escritorio y le quité las carpetas que sostenía en su mano. Sin decir una palabra, me senté en su regazo, sintiendo la calidez de su cuerpo a través de mi ropa.—¿Qué sucede, cariño? —preguntó, viéndome con una sonrisa en los labios.—Leonel, ¿por qué eres tan guapo? —dije, fingiendo molestia—. ¿No te da vergüenza andar por la calle con ese rostro tan hermoso? Siento celos. Creo que tendré que pe
Hace unos días, Leonel me había comentado que hoy se conmemoraba la muerte de Amelia, lo cual me tenía con el corazón en un nudo. Ni siquiera quería salir hasta que el día pasara. Así que decidí pasar el día en casa con Leonel. Sin embargo, todo cambió cuando su padre lo llamó para decirle que su madre estaba hospitalizada. Sentí mucho miedo de quedarme sola en casa, y no estaba equivocada.Mientras lo veía marcharse, decidí ponerme en pie y ponerme un atuendo cómodo, ya que planeaba pasar todo el día en casa.Me sorprendió notar que no había tantos empleados en la casa. De repente, el mayordomo tocó ligeramente la puerta de mi habitación.—Señora Riviera, tiene visita —comentó el mayordomo.—Ya bajo —respondí, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor.Terminé de alistarme y, en cuanto bajé las escaleras que daban directo al recibidor, vi a mis padres, los padres de Ruth. Mis emociones se mezclaron de manera caótica.—Papá, mamá —murmuré para mí misma, sin que ellos pudieran escucha
—¿En qué estás pensando? —me preguntó Leonel mientras leía un libro en la cama. Se acostó a mi lado y se quedó mirándome con curiosidad y ternura.—Bueno, pensaba en que este libro está muy bueno, y también pensaba en que el día se terminó y no pasó nada. ¿Eso quiere decir que Amelia no morirá? —Él recostó la cabeza en mis piernas y tomó aire profundamente, como si intentara encontrar las palabras adecuadas.—Eso espero —mencionó con un suspiro, mientras yo le rascaba ligeramente la cabeza, disfrutando de la sensación de su cabello entre mis dedos.—¿Cómo murió Amelia? Quizá saber eso ayude a que yo no me meta en esos problemas.—Ella murió… cayó de un tercer piso. Los que estaban cerca dicen que huía de una mujer y de un hombre. —Su voz se volvió más grave al recordar ese trágico evento.—¿Esa mujer será Beatriz y el hombre Marcus? —pregunté con inquietud y él suspiró, como si ese simple acto pudiera aliviar parte de la tensión que sentía.—Testigos de ese entonces afirman que sí. Ru
—Señor, ¿los señores que viven aquí están bien? —pregunté, temblando de ansiedad.—Señora, aún no podemos dar noticias hasta no asegurarnos de que todo esté bajo control —mencionó el bombero, mientras yo miraba desesperadamente a mi alrededor, buscando algún signo de esperanza.Alguien tenía que saber si mis padres estaban bien. Alguien tenía que darme noticias de ellos. La angustia me consumía, cada segundo de incertidumbre era una tortura.Estaba desesperada y ya no lo resistía más. Sentía que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, y la única cosa en mi mente era la esperanza de que mis padres estuvieran a salvo. La espera era insoportable, y cada minuto que pasaba parecía una eternidad.Me acerqué a otra persona, una mujer que parecía estar al mando, y le rogué por información.—Por favor, necesito saber si mis padres están bien. Ellos viven aquí —imploré, mi voz quebrada por el miedo y la desesperación.La mujer me miró con compasión, pero también con la firmeza de quien está aco
Comenzó a golpearme consecutivamente contra la pared, cada golpe era un mazazo que me dejaba más y más debilitada, pero no permitiría que viera mi dolor.—Voy a darte una lección por lo que tu esposo me hizo —dijo Marcus, apretando los dientes.—¿Y qué fue lo que te hizo mi maravilloso Leonel? —pregunté, mirándolo con una mezcla de desafío y desprecio.El me agarró del cabello y me arrojó al suelo, su rostro lleno de odio.—Me perforó la mano y la pierna, maldita perra —gritó.—Te lo merecías —respondí con una sonrisa irónica, tratando de no mostrar el miedo que sentía.Marcus me dio un golpe más, y aproveché para golpearlo en la pierna herida. Salí corriendo como pude mientras Marcus le gritaba a Beatriz que fuera por mí. Cada paso era una agonía, pero no me detendría.La imagen de Leonel, su amor y su fuerza, me daban el valor para seguir adelante, para luchar hasta «mi último aliento».—¡Atrápenla! —gritó Marcus, su voz llena de furia. Beatriz me seguía de cerca, sus pasos eran ráp