—Señor, ¿los señores que viven aquí están bien? —pregunté, temblando de ansiedad.—Señora, aún no podemos dar noticias hasta no asegurarnos de que todo esté bajo control —mencionó el bombero, mientras yo miraba desesperadamente a mi alrededor, buscando algún signo de esperanza.Alguien tenía que saber si mis padres estaban bien. Alguien tenía que darme noticias de ellos. La angustia me consumía, cada segundo de incertidumbre era una tortura.Estaba desesperada y ya no lo resistía más. Sentía que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, y la única cosa en mi mente era la esperanza de que mis padres estuvieran a salvo. La espera era insoportable, y cada minuto que pasaba parecía una eternidad.Me acerqué a otra persona, una mujer que parecía estar al mando, y le rogué por información.—Por favor, necesito saber si mis padres están bien. Ellos viven aquí —imploré, mi voz quebrada por el miedo y la desesperación.La mujer me miró con compasión, pero también con la firmeza de quien está aco
Comenzó a golpearme consecutivamente contra la pared, cada golpe era un mazazo que me dejaba más y más debilitada, pero no permitiría que viera mi dolor.—Voy a darte una lección por lo que tu esposo me hizo —dijo Marcus, apretando los dientes.—¿Y qué fue lo que te hizo mi maravilloso Leonel? —pregunté, mirándolo con una mezcla de desafío y desprecio.El me agarró del cabello y me arrojó al suelo, su rostro lleno de odio.—Me perforó la mano y la pierna, maldita perra —gritó.—Te lo merecías —respondí con una sonrisa irónica, tratando de no mostrar el miedo que sentía.Marcus me dio un golpe más, y aproveché para golpearlo en la pierna herida. Salí corriendo como pude mientras Marcus le gritaba a Beatriz que fuera por mí. Cada paso era una agonía, pero no me detendría.La imagen de Leonel, su amor y su fuerza, me daban el valor para seguir adelante, para luchar hasta «mi último aliento».—¡Atrápenla! —gritó Marcus, su voz llena de furia. Beatriz me seguía de cerca, sus pasos eran ráp
★ Leonel Era una mañana inusualmente tranquila, el tipo de calma que precede a la tormenta. Pero yo sabía que la paz que sentía era una ilusión. Algo estaba a punto de suceder, y esa certeza me calaba los huesos. Estaba en una reunión tensa, entregando los documentos finales para concretar un trato. Necesitaba cerrar ese capítulo para huir con Ruth, lejos de los peligros que representaban Beatriz y Marcus. Este era nuestro único escape. Pasé las hojas una última vez, buscando cualquier error. Los abogados debatían detalles técnicos, pero mi mente estaba en otro lugar, imaginando cómo sería la vida con Ruth lejos de todo esto. El zumbido insistente de mi teléfono me arrancó de mis pensamientos. Miré la pantalla: era Helen. Contesté de inmediato, pensando que sería algo sin importancia, pero su tono me congeló el alma. —Señor Leonel, no encuentro a la señora Ruth por ningún lado. La he buscado por toda la casa, pero no responde a las llamadas. Un golpe seco en el pecho me dejó sin
Sentí un tremendo dolor en el pecho al escuchar la condición de Ruth.El doctor, con un semblante serio, me pidió que firmara unos papeles para que fuera sometida a una operación. Debido a la caída, había sufrido varias fracturas y tenían que retirarle la varilla.Las posibilidades de que ella sobreviviera eran prácticamente nulas. Con mis manos temblorosas, tomé la pluma y firmé, sintiendo como si estuviera firmando una sentencia de muerte.Pasaron algunas horas mientras miraba pasar a los pacientes de un lado a otro. El tiempo parecía detenerse, cada minuto se alargaba interminablemente. Observé a las familias reunidas, algunas con expresiones de esperanza y otras de desesperación. En mi mente, la imagen de Ruth luchando por su vida era omnipresente.Me había encargado de pedir a la vigilancia que fueran a la casa de Marcus. Tenía la esperanza de que lo encontraran y pudiera enfrentar las consecuencias de sus acciones. Sin embargo, él no había regresado. Un guardia me llamó.—Lo sie
—Hijo —escuché la voz de mi madre acercándose. Venía acompañada de mi padre, con una expresión de pocos amigos, y de mi hermano, que parecía furioso.El primero en acercarse fue mi hermano, dándome un empujón con toda su fuerza. Estaba lleno de ira.—¿Por qué Amelia está hospitalizada? ¿Por qué la pusiste en peligro? ¡Seguro es tu culpa! —comenzó a golpearme el pecho mientras no paraba de llorar.—¡Cierra la maldita boca! —le grité molesto, apartándolo.—No le hables así a tu hermano, él no tiene la culpa de que esa maldita mujer haya jugado con los dos. ¿Qué he hecho mal para que mis dos hijos amen a la misma mujer? —se quejó mi padre, lleno de reproche.—¿Qué demonios haces aquí? ¡Largo! —grité, pero eso no parecía intimidarlos.—Seguro uno de sus amantes la atacó —mencionó mi padre con desprecio.Estaba a punto de perder la compostura, pero mi madre me tomó de la mano, intentando calmarme.—Ya basta, este no es un lugar para atacar a nadie —dijo, evitando una confrontación mayor.M
—Hemos hecho todo lo posible, pero los golpes en su cabeza fueron muy profundos. Tiene tres costillas rotas y su pierna está... —el doctor se detuvo al ver mi rostro, tomó aire y continuó—. Tuvimos que inducirla a coma para que se desinflame. Es posible que no pase la noche. Está en terapia intensiva, lo siento mucho.—¿En qué habitación está? —pregunté, con mi voz temblando ligeramente.—Ella no puede recibir... —no lo dejé terminar. Lo tomé fuerte de la bata y le hablé muy cerca de la cara, con ira.—¿En qué habitación está mi mujer? No lo volveré a preguntar. ¿Dónde está mi mujer? —mi padre me tomó del hombro, intentando calmarme.—Leonel, contrólate. Él solo hace su trabajo. Seguro mi nuera estará bien, ella es muy fuerte —dijo actuando hipócritamente, con su tono más suave de lo habitual.Hace unos minutos, ella era una mujerzuela y ahora es su nuera.—Está en la habitación 510 —mencionó el doctor con voz temblorosa. Lo solté y me alejé sin voltear a ver a ninguno de los dos, mis
Ya no me dedicaría a llorar; necesitaba actuar y acabar con todo esto, aunque lo haré pronto. Ansío ver la angustia, el dolor y el sufrimiento en los ojos de esos miserables. Quiero que experimenten en carne propia lo que es pagar por sus actos. Me arrebataron lo que más amaba y no creerán que me quedaré de brazos cruzados.Saqué mi teléfono y marqué el número de uno de mis contactos en el ejército. El aparato estaba frío en mi mano, como un recordatorio constante de la frialdad que debía mantener.—Leonel, qué sorpresa —mencionó él, su voz era tan familiar y distante, sin necesidad de saludos preliminares ni de ponernos al día.—¿Aún estás involucrado en el área de hackeo del ejército? —pregunté, tratando de mantener la voz firme.—No, abandoné el ejército hace algunos años, pero aún conservo algunos trucos. Dime qué necesitas —respondió, y yo sonreí momentáneamente de satisfacción. Ese toque de orgullo en su voz me recordó que él también tenía cuentas pendientes.—Necesito que me pr
La habitación quedó envuelta en un silencio tenso, solo interrumpido por la respiración agitada de Marcus y los sollozos ahogados de Beatriz. Sus ojos se encontraron, compartiendo un silencioso intercambio de miedo y desesperación mientras consideraban mis palabras.—Marcus... vámonos —susurró Beatriz con miedo, sus ojos reflejaban el terror que había sembrado en ella.—Ya que no piensan responder —en un movimiento rápido y preciso, saqué mi navaja de bolsillo y la lancé con letal determinación, rozando la cabeza de Beatriz.—Tú serás la primera a la que capturé —mi voz sonaba fríamente calmada mientras ella, con manos temblorosas, arrastraba a Marcus hacia la salida como si su vida dependiera de ello.A través de las cámaras de vigilancia, disfruté viendo cómo corrían por los pasillos y observé cómo la desesperación llenaba cada rincón del hotel.Al llegar al estacionamiento, Marcus se detuvo de golpe y sacó su celular, intentando desesperadamente un último intento de salvación. Pero