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Delia, siempre rápida para improvisar, le devolvió una sonrisa cómplice y levantó una ceja como si todo estuviera bajo control.

—Pues... en realidad, quien estaba afuera era… —se interrumpió, girando la cabeza para señalar detrás de ella, solo para encontrarse con el vacío.

Simón, el supuesto “espía”, había desaparecido como si nunca hubiera estado allí.

Delia apretó los labios y murmuró para sí misma: “Cobarde. Si lo vuelvo a ver husmeando como un perro, le pateo las canicas sin remordimientos.”

Natalia frunció el ceño, confundida.

—¿Delia? ¿A quién buscas? —preguntó, mirándola con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—A nadie, Nat. Solo creí escuchar algo, pero seguramente era una tontería —respondió Delia, encogiéndose de hombros y restándole importancia. Luego sonrió traviesa y, cambiando de tono, añadió—: ¿Esta es tu manera de saludar a tu mejor amiga, prácticamente tu hermana?

Natalia soltó una risita y negó con la cabeza antes de lanzarse a darle un abrazo fuerte. Ambas
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