Hailey sintió un nudo en el pecho, una opresión que parecía crecer con cada palabra de Natalia. Tragó saliva y asintió lentamente, buscando la fuerza para aceptar lo inevitable.Tal vez, después de todo, había encontrado una razón de peso para romper ese compromiso con Simón, una excusa válida para dejar atrás toda ilusión que había concebido tontamente. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Natalia, percibió algo en su mirada que la descolocó. Fue entonces cuando Natalia dejó caer la bomba con total franqueza. —Simón nunca estuvo enamorado de mí —dijo con voz firme, rompiendo el silencio.Hailey levantó la cabeza de golpe, el ceño fruncido y la incredulidad marcando cada línea de su rostro.—Eso no puede ser cierto —replicó, con un tono más tenso de lo que pretendía—. Simón arriesgó su vida por ti… ¿me vas a decir que eso no fue por amor?Una sonrisa irónica cruzó los labios de Natalia, quien negó despacio con la cabeza.—No fue amor, Hailey. Fue culpa —soltó un largo su
—¿Qué haces aquí? —preguntó Simón, incapaz de ocultar su sorpresa.Hailey se encontraba delante de él con el rostro aparentemente sereno, pero su corazón latía con tanta fuerza que sentía el palpitar retumbar en sus oídos.—No me parecía justo que estuvieras tan solo —respondió ella, con los brazos cruzados sobre el pecho, tratando de sentirse protegida al tenerlo nuevamente cerca.Simón la miró fijamente, intentando descifrar sus intenciones.—¿Eso significa que ya no vas a cancelarlo todo? —preguntó en un tono entre sarcástico y esperanzado.Hailey apretó los labios, y su corazón se aceleró aún más ante la pregunta. Finalmente, dio un paso hacia él, alzando la barbilla con determinación.—Eso depende de ti, Simón. Pero no vine aquí para pelear ni para hablar de lo que harás con tu vida —se encogió de hombros, aunque sus manos temblaban—. Solo quiero que sepas que aún tienes opciones.Simón no supo qué responder de inmediato. Por primera vez en días, sintió algo diferente a la frustr
Un mes había transcurrido desde aquella noche en la playa y la inesperada propuesta de Simón en el hospital. Durante ese tiempo, Hailey y Simón habían empezado a conocerse en un terreno completamente distinto, uno menos formal y más íntimo. Cada día que pasaban juntos parecía desvanecer los muros que ambos habían construido alrededor de sus emociones. Se encontraban a diario, y cuando las agendas no lo permitían, largas conversaciones por teléfono se encargaban de mantener el vínculo. Tras su alta del hospital, Simón había decidido dar el siguiente paso: visitar a los padres de Hailey acompañado por los suyos. **Flashback** Simón ajustó el nudo de su corbata por tercera vez mientras se observaba en el espejo. Su reflejo le devolvía una mirada ansiosa, aunque intentaba disimularlo. Estaba nervioso, y no podía evitarlo. Nunca antes había tenido tanto interés en causar una buena impresión. —Deberías relajarte, hijo —dijo su padre desde el sofá, observándolo con una sonrisa compr
Isabella intentó ponerse de pie, pero Henry la empujó de nuevo al suelo con un movimiento brusco. —¡Yo necesitaba mi venganza! —gritó, desesperada—. Tú querías dejarme fuera, no apoyarme. ¡No me dejaste opción! ¡Tenía que improvisar!Él la miró con un desprecio tan profundo que casi parecía quemarla. —Improvisaste mal, Isabella —escupió con rabia—. Y ahora pagarás las consecuencias. Con un gesto, los hombres se acercaron. Ella forcejeó y gritó mientras le arrancaban los pendientes, el collar, incluso los zapatos. —¡Henry, por favor! —sollozó de ira y frustración, más que de tristeza—. ¡No me hagas esto! Él se giró, dándole la espalda, como si ya no soportara verla. —No vales nada —siseó entre dientes—. Te quiero fuera de mi vista para siempre. Ella intentó levantarse una vez más, con sus ojos brillando de odio y lágrimas. —¡Eres un monstruo! —le gritó furiosa—. ¡No tienes derecho a hacerme esto! Henry se detuvo antes de salir de la habitación y la miró por encima del
Natalia miró la horrorosa escena delante de sus ojos sin poder darle crédito. Isabella había golpeado su nariz contra la pared y de ella había salido un potente chorro de sangre que llegó hasta el suelo, justo en el momento en que Simón Cáceres entró a la sala. Habían tenido una discusión, e Isabella, aprovechando escuchar la voz de Simón, decidió quedar como la víctima delante de él, como siempre hacía. —¿Pero qué diablos hiciste? —volcó su ira hacia ella, acorralandola contra la pared y apretando su cuello—. Mujer cruel y despiadada. ¿La golpeaste? ¡Habla ahora, m*****a sea! Su voz era estremecedora y filosa, haciendo que los oídos de Natalia zumbaran. Su mirada era aún peor, era de un profundo odio que la decepcionó por completo, haciéndola temblar de miedo. —¡No tengo nada que ver en esto! —exclamó ella, armándose de valor. Isabella era su hermana menor y el gran amor de Simón desde hacía años, Natalia solo era la esposa sustituta y él la había odiado por eso por mucho tie
Simón tiró el inhalador hacia ella con desprecio. Natalia lo tomó con manos temblorosas, luchando por respirar mientras él la observaba con una mueca de disgusto.—Isabella se va a quedar aquí —dijo Simón con frialdad, cruzándose de brazos—. Y tú... tú te vas. No tienes nada que hacer en esta casa.Natalia lo miró con incredulidad, sus ojos grandes y húmedos por la falta de aire y el dolor. Finalmente logró inhalar y, aunque todavía jadeaba, encontró el valor para contestar.—Esta es... mi casa... —su voz apenas era audible—. Soy tu esposa aún. Merezco… respeto.Simón soltó una risa corta, cruel.—¿Mi esposa? ¡Por favor, Natalia! —se inclinó hacia ella con una mirada de desdén y una sonrisa sarcástica—. Jamás fuiste mi mujer. No tienes ningún derecho a pedir respeto.Natalia sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, pero no de pena, sino de rabia. Lo miró fijamente, reuniendo cada pizca de coraje que le quedaba.—Ya estuvimos juntos... íntimamente —dijo con voz trémula, pero firm
Natalia escuchaba las risas y los murmullos provenientes de la sala. Le parecía increíble que, después de todo lo que acababa de pasar, hubiera algo que celebrar. Bajó las escaleras lentamente, todavía con el peso de la humillación a cuestas, pero sintiendo una creciente determinación.Al llegar, vio a la madre de Simón y a la tía Cristina, ambas rodeando a Isabella con sonrisas resplandecientes, como si hubieran recibido a una estrella de cine. Todas reían y conversaban alegremente, pero cuando notaron la presencia de Natalia, sus sonrisas se desvanecieron al instante.—Miren quién decidió aparecer —dijo la madre de Simón con una sonrisa venenosa—. La desvergonzada de Natalia.—La desvergonzada aquí no soy yo —respondió Natalia, su voz era temblorosa pero firme—. Es esa mujer —señaló a Isabella—, la amante de mi marido. ¿Cómo pueden tenerla aquí como si fuera una invitada de honor?La madre de Simón bufó, cruzándose de brazos mientras la tía asintió con una expresión severa.—La ún
Dentro de la casa, las risas y conversaciones continuaban. Las mujeres Cáceres parecían seguir celebrando como si nada hubiera pasado, indiferentes al sufrimiento de Natalia. Nelly, la madre de Simón, hablaba con su hermana Celia, su tono despectivo como siempre.—¿Quién crees que se arrepentirá primero? —preguntó Nelly, lanzando una mirada rápida hacia la puerta del jardín, donde había visto desaparecer a Natalia.Celia, que estaba acomodando su chal con delicadeza, levantó una ceja y sonrió con ironía.—Seguramente la señora Cáceres —respondió, refiriéndose a Natalia con tono burlón—. Pobre tonta, creyó que podía hacerle frente a Simón. Va a arrepentirse de haberlo desafiado. No sabe lo que es quedarse sola.Nelly soltó una risita fría y se cruzó de brazos.—Claro que se arrepentirá. Siempre lo hacen. Esa mujer no tiene más que aire en la cabeza. Pensó que podría atar a mi hijo con su “amor”. —Lo dijo con un tono de desprecio absoluto—. Ya veremos cuánto le dura esa valentía. Las