Ex esposo arrepentido: Vuelve a mí, querida
Ex esposo arrepentido: Vuelve a mí, querida
Por: Samantha Leoni
1

Cuando Natalia al fin dejó a Simón Cáceres, estaba segura de que él volvería rogando. Mientras ella avanzaba y triunfaba en los negocios, Simón descubrió la verdad sobre Isabella y comprendió el terrible error que había cometido.

Intentó disculparse y le propuso matrimonio por centésima vez, pero Natalia ya no tenía interés en ser su esposa. Estaba completamente inmersa en disfrutar su nueva vida y saborear la libertad que había recuperado.

~~~

Natalia miró la horrorosa escena delante de sus ojos sin poder darle crédito.

Isabella había golpeado su nariz contra la pared y de ella había salido un potente chorro de sangre que llegó hasta el suelo, justo en el momento en que Simón Cáceres entró a la sala.

Habían tenido una discusión, e Isabella, aprovechando escuchar la voz de Simón, decidió quedar como la víctima delante de él, como siempre hacía.

—¿Pero qué diablos hiciste? —volcó su ira hacia ella, acorralandola contra la pared y apretando su cuello—. Mujer cruel y despiadada. ¿La golpeaste? ¡Habla ahora, m*****a sea!

Su voz era estremecedora y filosa, haciendo que los oídos de Natalia zumbaran.

Su mirada era aún peor, era de un profundo odio que la decepcionó por completo, haciéndola temblar de miedo.

—¡No tengo nada que ver en esto! —exclamó ella, armándose de valor.

Isabella era su hermana menor y el gran amor de Simón desde hacía años, Natalia solo era la esposa sustituta y él la había odiado por eso por mucho tiempo.

Creía que Natalia se había aprovechado de la situación y había encerrado a Isabella en una habitación de hotel el día de la boda para lograr su objetivo.

—¿Acaso no puedes aceptar tu derrota? ¡Sabes que nunca te amé! —gritó molesto.

Minutos antes, Simón había llegado a la mansión con su amor del pasado, y fríamente le había pedido el divorcio. Natalia sintió que su mundo se derrumbaba a su alrededor.

Sus palabras eran como filosos dardos atravesando su pecho. ¿Por qué todavía esperaba que él le creyera?

Nunca antes lo había hecho, luego de dos años de un matrimonio por conveniencia y malentendidos, no iba a confiar en ella jamás.

Simón se acercó a Isabella de una manera condescendiente y cariñosa que nunca había visto tener hacia ella.

Cuando su hermana Isabella había decidido no presentarse a la boda dos años atrás, el corazón de Natalia había latido de júbilo cuando le informaron que tenía que casarse con Simón en su lugar.

Luego, todo fue un caos, la descarada de Isabella se había presentado esa misma noche en la recepción de bodas, diciendo que Natalia la había secuestrado junto a un cómplice que la acusó en el acto.

Simón la había odiado más en aquel instante y juró que haría de su vida un infierno mientras viviera.

—Simón… Simón… —lo llamó Natalia, pero él no le dio la más mínima atención, nunca lo había hecho hasta ahora.

Él le hacía mimos a aquella mujer que lo había abandonado en el altar años atrás, usando una artimaña engañosa para culpar a Natalia y eximir sus culpas.

—¡Basta, Isabella! —le dijo harta, con un nudo en la garganta—. Deja ya de fingir.

—¡¿Qué?! —Simón no podía darle crédito a sus oídos—. ¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿Crees que la sangre es fingida? ¡Te exijo que te disculpes!

—¡Ni siquiera la toqué! —se defendió Natalia.

—¡Mientes! —bramó Simón con enojo.

Natalia cerró los ojos con fuerza, tenía la cara pálida y casi le faltaba el aire. Sufría de asma.

—Yo… —se apresuró a rebuscar en su bolsillo, buscando su inhalador.

Sus manos no paraban de temblar, e incluso le costó manipularlo. Sin embargo, en el momento en que lo abrió, alguien se lo arrebató despiadadamente.

El frasco cayó al suelo con un estrepitoso sonido.

El cuerpo de ella se puso flácido y cayó al suelo pesadamente.Tenía que usar su inhalador, ya no le quedaba casi aire.

—¡Basta, Natalia! ¿Cuánto tiempo más vas a fingir tu enfermedad? —escupió con rabia. Estaba furioso y de una patada lanzó el inhalador lejos de la temblorosa mano de Natalia.

—No le hagas daño, Simón —pudo escuchar a medias la dulce y suave voz de Isabella—. Ella no quiso hacerlo, déjala.

A Natalia le dolía tanto que se quejaba. Le costaba respirar, pero el dolor la hacía estar lúcida por alguna extraña razón.

Así pudo saber cuán cruel era su amado Simón y cuánto desprecio sentía por ella. Él se puso de cuclillas y le dijo fríamente, tomando su barbilla con brusquedad:

—Limpia las manchas de sangre del suelo antes de que vuelva de limpiar a Isa.

En cuanto terminó de hablar, Simón se dio la vuelta y se marchó sin mirarla una vez más, consolando a Isabella, quien le pedía con voz trémula que no le hablara a su hermana de esa manera.

En esos dos años nunca se había preocupado por Natalia, apenas le dirigía la palabra y solo recibía indiferencia o malos tratos.

Fue Natalia la que se empecinó en casarse con él, creyendo que un día él se enamoraría de ella, pero se equivocó terriblemente.

Simón estaba hablando con alguien sobre la situación de Isabella, sumamente preocupado. Mientras tanto, Natalia se arrastraba por el suelo, intentando agarrar su inhalador para poder respirar.

De repente la puerta se abrió de golpe y Natalia pudo distinguir una silueta delante de ella, apenas pudo susurrar un débil “ayuda”, recibiendo como respuesta un cortante:

—¡Divorciémonos!

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