Tiempo después, el médico salió por la puerta de la sala de emergencias con paso firme, llevando un clipboard en la mano y mirando alrededor en busca de alguien.—¿Familiares de Natalia Benavides? —preguntó con voz grave y autoritaria.Simón y Daniel saltaron casi al mismo tiempo, y sus miradas chocaron como un desafío silencioso.Ambos fruncieron el ceño, con el aire tenso entre ellos. Simón apretó los puños instintivamente, sin saber por qué ese hombre lo provocaba tanto, mientras Daniel mantenía la calma, pero sus ojos mostraban una preocupación auténtica.El médico los observó con curiosidad, confundido por la presencia de ambos.—¿Quién es familiar? —insistió, notando la tensión.Isabella dio un paso hacia adelante, abriendo la boca para intervenir, pero Delia se adelantó, su voz clara y firme.—Nosotros somos familiares. Él —dijo señalando a Daniel—, es el hermano de Natalia, y yo soy una amiga muy cercana. —La mentira salió de sus labios sin vacilación, cortando cualquier inten
Natalia estaba sentada con las manos entrelazadas en su regazo, intentando calmarse. Sabía que algo andaba mal desde el primer momento en que empezó a sentirse mareada, pero el resultado de los exámenes superaba cualquier cosa que hubiese imaginado. Miró al doctor, aún incapaz de procesar las palabras que acababa de escuchar.—Estás embarazada, Natalia —dijo el médico en tono sereno, como si no acabara de lanzar una bomba sobre su vida.El corazón de Natalia pareció detenerse por un segundo. Era la última cosa que esperaba escuchar. Sintió las manos de Daniel sobre las suyas, cálidas, firmes, intentando brindarle apoyo.—¿Embarazada? —repitió, su voz apenas un susurro. Las palabras se sintieron extrañas al salir de su boca.Daniel, sentado a su lado, la miraba con una mezcla de sorpresa y preocupación.—¿Es de Simón? —preguntó, aunque ya parecía saber la respuesta.Natalia asintió lentamente, aún en estado de shock. Sus pensamientos volvieron a esa única noche en la que había estad
Natalia apretó los puños, intentando no dejarse llevar por las lágrimas.—No quiero volver contigo —respondió con la voz tensa, luchando por contener las lágrimas—. Solo te estoy diciendo la verdad…—¡Por favor! —Simón la interrumpió, bufando con desdén—. Es obvio que sí lo quieres. Estás tan desesperada que has inventado esto para engañarme. Natalia lo miró fijamente, resignada. Sus ojos mostraban una tristeza profunda, pero también una determinación que no había tenido antes.—No quiero nada de ti —repitió en un susurro, agotada—. Solo cumplía con decirte.Simón la miró con una sonrisa cruel.—Siempre fuiste una excelente actriz —dijo en tono bajo, acercándose de nuevo con una presencia amenazante—. Pero ya aprendí a leerte. Solo estás jugando a la víctima para que me apiade de ti.Natalia no respondió de inmediato, sintiendo el peso de su desprecio. —Yo no soy Isabella… —¿Qué quieres decir con eso? —la interrumpió, cortante.—Piensa lo que quieras, Simón —dijo Natalia con tono m
Simón se apresuró hacia Isabella, con un instinto protector que lo dominaba.—¡¿Qué ocurrió?! —le preguntó, su voz temblaba con preocupación mientras sus manos buscaban heridas.—Ella me golpeó —acusó Isabella, su voz temblaba de emoción y dolor—. ¡Natalia me golpeó en el vientre! Mi bebé… “Esto funcionará”, pensó, mientras una risa silenciosa se formaba en su mente.Atónita, Natalia negó con la cabeza, luchando por encontrar palabras en medio del caos.—¡No es cierto! —exclamó, sacudiendo la cabeza con efusividad—. ¡No le hice nada!Simón la interrumpió, sintiendo que su paciencia se agotaba.—¡Cállate de una vez! —gritó, mientras levantaba a Isabella en brazos con una determinación palpable—. ¡Necesitamos un médico! —gritó, y su voz resonó en el pasillo.Natalia sintió que su corazón se saldría de su pecho.Mientras Simón llamaba al médico, ella tomó su teléfono y marcó el número de Daniel, mientras su mente giraba en un torbellino de desesperación.—Daniel, necesito tu ayuda. Isab
Cuando Natalia al fin dejó a Simón Cáceres, estaba segura de que él volvería rogando. Mientras ella avanzaba y triunfaba en los negocios, Simón descubrió la verdad sobre Isabella y comprendió el terrible error que había cometido. Intentó disculparse y le propuso matrimonio por centésima vez, pero Natalia ya no tenía interés en ser su esposa. Estaba completamente inmersa en disfrutar su nueva vida y saborear la libertad que había recuperado.~~~Natalia miró la horrorosa escena delante de sus ojos sin poder darle crédito.Isabella había golpeado su nariz contra la pared y de ella había salido un potente chorro de sangre que llegó hasta el suelo, justo en el momento en que Simón Cáceres entró a la sala.Habían tenido una discusión, e Isabella, aprovechando escuchar la voz de Simón, decidió quedar como la víctima delante de él, como siempre hacía.—¿Pero qué diablos hiciste? —volcó su ira hacia ella, acorralandola contra la pared y apretando su cuello—. Mujer cruel y despiadada. ¿La gol
Simón tiró el inhalador hacia ella con desprecio. Natalia lo tomó con manos temblorosas, luchando por respirar mientras él la observaba con una mueca de disgusto.—Isabella se va a quedar aquí —dijo Simón con frialdad, cruzándose de brazos—. Y tú... tú te vas. No tienes nada que hacer en esta casa.Natalia lo miró con incredulidad, sus ojos grandes y húmedos por la falta de aire y el dolor. Finalmente logró inhalar y, aunque todavía jadeaba, encontró el valor para contestar.—Esta es... mi casa... —su voz apenas era audible—. Soy tu esposa aún. Merezco… respeto.Simón soltó una risa corta, cruel.—¿Mi esposa? ¡Por favor, Natalia! —se inclinó hacia ella con una mirada de desdén y una sonrisa sarcástica—. Jamás fuiste mi mujer. No tienes ningún derecho a pedir respeto.Natalia sintió cómo un nudo se formaba en su garganta, pero no de pena, sino de rabia. Lo miró fijamente, reuniendo cada pizca de coraje que le quedaba.—Ya estuvimos juntos... íntimamente —dijo con voz trémula, pero firm
Natalia escuchaba las risas y los murmullos provenientes de la sala. Le parecía increíble que, después de todo lo que acababa de pasar, hubiera algo que celebrar. Bajó las escaleras lentamente, todavía con el peso de la humillación a cuestas, pero sintiendo una creciente determinación.Al llegar, vio a la madre de Simón y a la tía Cristina, ambas rodeando a Isabella con sonrisas resplandecientes, como si hubieran recibido a una estrella de cine. Todas reían y conversaban alegremente, pero cuando notaron la presencia de Natalia, sus sonrisas se desvanecieron al instante.—Miren quién decidió aparecer —dijo la madre de Simón con una sonrisa venenosa—. La desvergonzada de Natalia.—La desvergonzada aquí no soy yo —respondió Natalia, su voz era temblorosa pero firme—. Es esa mujer —señaló a Isabella—, la amante de mi marido. ¿Cómo pueden tenerla aquí como si fuera una invitada de honor?La madre de Simón bufó, cruzándose de brazos mientras la tía asintió con una expresión severa.—La ún
Dentro de la casa, las risas y conversaciones continuaban. Las mujeres Cáceres parecían seguir celebrando como si nada hubiera pasado, indiferentes al sufrimiento de Natalia. Nelly, la madre de Simón, hablaba con su hermana Celia, su tono despectivo como siempre.—¿Quién crees que se arrepentirá primero? —preguntó Nelly, lanzando una mirada rápida hacia la puerta del jardín, donde había visto desaparecer a Natalia.Celia, que estaba acomodando su chal con delicadeza, levantó una ceja y sonrió con ironía.—Seguramente la señora Cáceres —respondió, refiriéndose a Natalia con tono burlón—. Pobre tonta, creyó que podía hacerle frente a Simón. Va a arrepentirse de haberlo desafiado. No sabe lo que es quedarse sola.Nelly soltó una risita fría y se cruzó de brazos.—Claro que se arrepentirá. Siempre lo hacen. Esa mujer no tiene más que aire en la cabeza. Pensó que podría atar a mi hijo con su “amor”. —Lo dijo con un tono de desprecio absoluto—. Ya veremos cuánto le dura esa valentía. Las