Daniel apretó los puños con fuerza, tratando de controlar la ira que lo consumía. Sacó su teléfono y marcó un número que solo usaba en situaciones delicadas. La voz de uno de sus hombres respondió al instante, grave y segura.—Necesito que te encargues del asunto que te dije cuanto antes —dijo Daniel en un tono bajo y decidido—. Tengo que darle un respiro cuanto antes, no puedo permitir que esto se salga más de control.—Puedo hacerlo, pero debemos tener cuidado —respondió el hombre, con confianza en su voz—. Un movimiento en falso y él se enterará.Daniel suspiró comprendiendo los riesgos, pero sin dudar.—Sé que estamos sobre la cuerda floja, pero no tenemos tiempo que perder —dijo decidido—. Si Simón sigue hostigándola, llegará a un punto sin retorno. No voy a permitir que Natalia siga atrapada en este juego enfermo.—Entendido —dijo el hombre, luego de un breve silencio—. Me pondré en marcha de inmediato.Daniel colgó, sintiendo que tomaba el control por primera vez en semanas. A
Natalia despertó lentamente, sintiendo el peso de su cuerpo como si hubiera estado bajo agua durante horas. A su lado, Daniel la observaba con una mezcla de alivio y preocupación en sus ojos.—¿Cómo te sientes? —preguntó suavemente, tomando su mano entre las suyas.Ella asintió con debilidad, pero las palabras que salieron de su boca fueron casi un susurro. —Aún siento que todo esto me va a devorar —suspiró pesadamente—. Simón no se detendrá por una denuncia. Lo conozco, Daniel, buscará la forma de seguir presionando.Daniel apretó suavemente su mano, tratando de transmitirle fuerza a través del contacto.—Si lo intenta, lo meteré preso —dijo con voz decidida—. No estás sola en esto, Natalia. No tienes que enfrentarlo todo por tu cuenta.Pero el temor en los ojos de ella no desaparecía. Sabía bien cómo funcionaba la mente de Simón, y por más que quisiera creer que estaba protegida, el miedo se enroscaba en su pecho como una serpiente.—Sé que lo intentas, Daniel, pero… me asusta lo
El rostro de Nelly estaba lleno de determinación, como si realmente creyera que entregarle el bebé de Natalia a Isabella fuera la solución correcta. Natalia, en cambio, parecía petrificada, con una mezcla de miedo y desolación que Simón no podía ignorar. Sin embargo, su propia confusión era demasiado grande para que pudiera concentrarse en lo que ella sentía. —¿Qué estás diciendo, mamá? —preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta. Su madre nunca había ocultado su desprecio por Natalia—. Esto no tiene nada que ver con Isabella.—¡Claro que lo tiene! —exclamó Nelly, con una furia apenas contenida—. Natalia es una manipuladora, y tú lo sabes. Ha puesto a todos en tu contra, pero yo estoy aquí para proteger a ese bebé de las mentiras que ella ha tejido.Simón cerró los ojos por un instante, intentando calmar el torbellino de pensamientos que lo consumía. Su madre siempre había tenido una habilidad única para encender una llama de duda en su interior. Y justo cuando iba a respon
“Esto no puede seguir así, tengo que sacar a Natalia de aquí”, pensó Daniel con determinación, sintiendo su sangre hervir. Los hombres se enfrascaron en una lucha cuerpo a cuerpo, mientras se empujaban, causando mucho revuelo en el pasillo del hospital.Daniel, con el rostro desencajado, lo miró con un desprecio absoluto.—Cuando descubras la verdad —dijo con voz baja, pero cargada de veneno—, no vengas arrastrándote por perdón. Porque no te lo mereces, ni el amor de tu hijo al que tan fácilmente renunciaste.Simón tembló con sus manos apretándose en puños, convencido de que estaba haciendo lo correcto y que la maldad y manipulación de Natalia no tenía límites, pero que se ocultaba tras una fachada de bondad e inocencia.Los guardias del hospital llegaron en ese momento, separándolos y pidiéndoles que se calmaran.—Esto no ha terminado —susurró Simón con ira contenida, dejando tras de sí un aire helado de incertidumbre.Daniel volvió a entrar a la habitación luego de que hubieran det
La casa de Daniel estaba en silencio, salvo por el eco de las palabras que llenaban la estancia con la promesa de un cambio. Él miraba a Natalia, decidido, con una chispa de esperanza en los ojos que contrastaba con la incertidumbre que ella aún no lograba disimular. Sabía cuánto le costaba dejar todo atrás, pero también era consciente de que ese era el único camino para liberarse de las garras de Simón.—Todo saldrá bien, Natalia —le aseguró Daniel, sosteniéndole la mirada con firmeza—. Pronto estarás lejos de aquí y de todo lo que te hace daño.—¿Estás seguro? No quiero… no quiero causarte más problemas —Natalia tragó saliva, hablando con una voz temblorosa que apenas era un susurro.Una sonrisa confiada curvó los labios de Daniel, irradiando una calma que parecía envolverlos a ambos.—Todo está listo. Nadie nos detendrá.Natalia asintió despacio. Sintió una mezcla de alivio y tristeza. Esa sería la despedida final de su vida pasada, de una vida llena de dolor y manipulaciones. S
«Nos informan que el vehículo en el que viajaban Daniel Alves y la señorita Natalia ha sufrido un accidente grave», informa uno de los reporteros con rostro serio.Las palabras cayeron como un golpe. Isabella, con los ojos muy abiertos, se llevó una mano a la boca.—¿Están… están muertos? —preguntó ella en un susurro.Ambos observaron en silencio mientras el reportero en pantalla relataba lo sucedido y mostraban un video donde el auto había perdido el control y se había incendiado por completo. Simón palideció. El tiempo pareció detenerse, y de repente, su rabia se convirtió en un nudo de ansiedad que le oprimía el pecho.—No puede ser… —musitó, sintiendo que la furia inicial ahora se mezclaba con un atisbo de miedo. Algo en su interior se revolvía; por un momento, el rostro de Natalia herida le cruzó por la mente.Isabella, inmóvil a su lado, lo miraba con los ojos bien abiertos, la noticia la había dejado en shock. Simón respiró hondo, forzando su mente a actuar.—Esto… tiene que
Simón era consciente de que no la había querido, y luego quiso asegurarse de que pagara por sus crímenes… pero ¿esto? Esto era algo que no había previsto, una posibilidad que jamás había contemplado.Isabella llegó al hospital unos minutos después, buscando a Simón con una mezcla de impaciencia y furia. Cuando finalmente lo vio, se acercó de prisa, solo para notar su expresión devastada. Su ira se desvaneció por un momento, sustituida por la incomodidad de ver tan fuera de sí a su amado… y más si era por su propia hermana.—Simón —murmuró, tratando de suavizar su tono—. Tienes que dejar de hacer esto… Natalia está muerta, no hay nada más que puedas hacer. Ahora… ahora podemos seguir adelante, ¿verdad?Él la miró como si fuera un espectro. Su mirada estaba vidriosa, perdida en algún punto entre la negación y la desesperanza. Apenas procesaba las palabras de Isabella; su mente solo podía repetir las últimas frases de Daniel, resonando como un eco incesante.—Por tu culpa está muerta…
Simón se quedó de pie en el centro de su habitación. Las noticias sobre la muerte de Natalia habían sido un shock inesperado, pero no podía escapar de la sospecha que le carcomía. ¿Cómo podía haberse marchado de su vida de forma tan definitiva y repentina? Por más que intentara convencerse de lo inevitable, había algo en todo ese asunto que no le cuadraba. Los recuerdos de su trato áspero y distante hacia ella lo perseguían, como si una sombra fría recorriera cada rincón de su mente, reprochándole su arrogancia.Apretó los puños y cerró los ojos, sintiendo un amargo remordimiento arderle en la garganta.Isabella, quien había entrado sigilosamente a la habitación, lo observó con un aire calculador, aunque su voz salió con una suavidad que intentaba transmitir compasión.—Simón, deberías intentar descansar —dijo, acercándose para poner una mano en su hombro—. No tiene sentido que te martirices de esta forma. Tal vez sea el momento de mirar hacia adelante.Simón frunció el ceño y se ap