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«Nos informan que el vehículo en el que viajaban Daniel Alves y la señorita Natalia ha sufrido un accidente grave», informa uno de los reporteros con rostro serio.

Las palabras cayeron como un golpe. Isabella, con los ojos muy abiertos, se llevó una mano a la boca.

—¿Están… están muertos? —preguntó ella en un susurro.

Ambos observaron en silencio mientras el reportero en pantalla relataba lo sucedido y mostraban un video donde el auto había perdido el control y se había incendiado por completo.

Simón palideció. El tiempo pareció detenerse, y de repente, su rabia se convirtió en un nudo de ansiedad que le oprimía el pecho.

—No puede ser… —musitó, sintiendo que la furia inicial ahora se mezclaba con un atisbo de miedo. Algo en su interior se revolvía; por un momento, el rostro de Natalia herida le cruzó por la mente.

Isabella, inmóvil a su lado, lo miraba con los ojos bien abiertos, la noticia la había dejado en shock.

Simón respiró hondo, forzando su mente a actuar.

—Esto… tiene que
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