18

Daniel apretó los puños con fuerza, tratando de controlar la ira que lo consumía.

Sacó su teléfono y marcó un número que solo usaba en situaciones delicadas. La voz de uno de sus hombres respondió al instante, grave y segura.

—Necesito que te encargues del asunto que te dije cuanto antes —dijo Daniel en un tono bajo y decidido—. Tengo que darle un respiro cuanto antes, no puedo permitir que esto se salga más de control.

—Puedo hacerlo, pero debemos tener cuidado —respondió el hombre, con confianza en su voz—. Un movimiento en falso y él se enterará.

Daniel suspiró comprendiendo los riesgos, pero sin dudar.

—Sé que estamos sobre la cuerda floja, pero no tenemos tiempo que perder —dijo decidido—. Si Simón sigue hostigándola, llegará a un punto sin retorno. No voy a permitir que Natalia siga atrapada en este juego enfermo.

—Entendido —dijo el hombre, luego de un breve silencio—. Me pondré en marcha de inmediato.

Daniel colgó, sintiendo que tomaba el control por primera vez en semanas. A
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