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Afuera de la casa en llamas, el aire estaba saturado de humo y caos. Natalia no podía apartar los ojos del edificio que devoraban las llamas, sus gritos llenos de angustia resonaban como un eco sobre el ruido de las sirenas y los gritos del personal de emergencia.

La lucha contra Keiden para mantenerla lejos de los bomberos la había dejado exhausta, y aunque su cuerpo temblaba, no era de miedo sino de frustración. Cada segundo que pasaba era como un golpe directo a su alma.

—¡Hagan algo! ¡Rápido, por favor! —gritó, con el corazón apretado por una angustia insoportable.

Una sensación aplastante le quitaba el aire y tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no echarse a llorar allí mismo.

Un bombero se le acercó rápidamente, sujetándola del brazo con cuidado pero firmeza.

—Señora, por favor, necesitamos que se calme. Estamos haciendo todo lo posible para sacarlo —le dijo, aunque su tono grave no dejaba lugar para falsas esperanzas.

—¡Entonces háganlo más rápido! —replicó c
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