En el apartamento, Julián observaba la televisión con los labios apretados. La noticia de que Simón estaba a salvo provocaba una sensación desagradable en su pecho que no podía ignorar.A su lado, Isabella suspiró con satisfacción, dejando escapar una sonrisa que no ocultaba lo mucho que disfrutaba la seguridad de Simón, aunque por razones que Julián no terminaba de comprender.—Se salvó, ¿eh? —dijo Julián, con un tono mordaz que no pasó desapercibido para Isabella.Ella giró ligeramente la cabeza, evaluándolo con una mirada fría, pero mantuvo la sonrisa.—Sí, Julián. Es increíble lo que el destino puede hacer a veces —respondió, tomando un sorbo de su vino con aire despreocupado.Julián suspiró con alivio, dejando que sus hombros se relajaran un poco. Sin embargo, algo en la postura de Isabella lo mantenía alerta. Su forma de sostener la copa de vino, el brillo en sus ojos, y la manera en que seguía mirando la pantalla le decían que no todo estaba resuelto.—Nos iremos esta misma no
Nelly abrió la boca para responder, pero no logró articular palabra alguna. Finalmente, soltó un suspiro largo, cruzando los brazos frente a su pecho como una barrera defensiva. El orgullo le impedía aceptar la verdad que Simón había presentado. Había defendido a Isabella con tanto fervor que admitir su error significaba reconocer que había tratado injustamente a Natalia, quien, además, había traído al mundo a su nieto. Simón se giró ligeramente, su mirada fija en la puerta. Cada tanto echaba un vistazo, como si esperara algo o alguien que pudiera aliviar el peso del momento. Esa espera parecía consumirlo. Nelly notó la ansiedad en sus gestos y frunció el ceño, intrigada.—¿A quién esperas? —preguntó con un dejo de irritación. —A Natalia… y a Nathan —respondió Simón sin titubear.Emilio arqueó una ceja, sorprendido por la mención del niño. Nelly intercambió una mirada rápida con él, pero se abstuvo de decir algo más. Justo en ese instante, un leve toque en la puerta capturó l
Horas antes…El silencio en casa de los Benavides era casi sepulcral, interrumpido únicamente por el tenue murmullo de la televisión encendida en un canal de noticias que nadie estaba mirando. Nathan dormía en una de las habitaciones, ajeno al caos emocional que agitaba a su madre. Natalia permanecía sentada en el sofá, con la mirada perdida en sus propias manos. Había sido un día devastador. Simón, el hombre al que tanto había detestado, había arriesgado su vida para salvar a Nathan. Ese acto tan inesperado perforaba la coraza que con tanto esfuerzo había construido.Su mente regresó al momento exacto en que Simón, desafiando el peligro, se había lanzado sin vacilar a las llamas. Era la primera vez que Simón mostraba esa valentía y que fuera por Nathan, era bastante significativo para ella.Su corazón se apretaba, recordando que, por un instante, el odio que sentía hacia él estaba siendo reemplazado por una ola de gratitud y temor.Keiden entró en la sala, rompiendo el hechizo de s
Ya en el hospital…Simón alzó su brazo, intentando romper la distancia entre él y Nathan. El pequeño avanzó con pequeños pasos frente a él, y Simón le ofreció una pequeña sonrisa cálida para infundirle confianza. —Hola, campeón —dijo, con su corazón latiendo desbocado—. Soy tu papá, ¿me recuerdas?Nathan lo miró fijamente, sus grandes ojos azules reflejaban una mezcla de curiosidad y timidez. Pero antes de que pudiera responder, Keiden carraspeó, atrayendo la atención hacia él. —Si no te sientes cómodo, Nathan, podemos intentar en otra ocasión… —comenzó a decir, pero Simón lo interrumpió con tono irritado—Esto no es asunto tuyo, Keiden —dijo con voz filosa, apretando los puños—. Haz el favor de no meterte.—No quiero interferir, pero creo que es hora de hablar de las responsabilidades que vienen con esta situación —dijo Keiden con frialdad, sus palabras estaban claramente dirigidas a Simón. Nelly frunció el ceño, mientras Emilio se inclinaba hacia adelante, interesado en la con
La habitación del hospital estaba en calma, con solo el suave pitido del monitor cardíaco rompiendo el silencio. Simón estaba sentado en la cama, todavía procesando la visita de su hijo, cuando Natalia entró de nuevo. Su expresión era seria, pero había una determinación en sus ojos que no pasaba desapercibida.—Isabella fue aprehendida esta tarde —anunció sin rodeos, cerrando la puerta detrás de ella—. La acusaron de robar un auto.Simón la miró incrédulo. —¿Qué? —soltó, aunque su tono no era tanto de sorpresa como de resignación—. No debería sorprenderme, pero... ¿robar un auto? ¿De verdad?Natalia esbozó una sonrisa tensa, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en el borde de la ventana. —Todavía no has visto nada —respondió, sus palabras cargadas de un sarcasmo que no pasó desapercibido.Simón sintió una inquietud creciendo en su pecho. Sabía que las cosas con Isabella siempre habían sido complicadas, pero últimamente parecía que cada nuevo capítulo traía una revelación aún pe
El juzgado tenía un aire pesado, como si las paredes mismas pudieran sentir el peso de los años de mentiras, traiciones y verdades que finalmente saldrían a la luz. Natalia respiró profundamente mientras entraba del brazo de Keiden. Su vestido azul oscuro era sobrio y elegante, reflejando la seriedad de la ocasión, pero no pudo evitar mirar a su alrededor en busca de una cara familiar. Simón no estaba por ningún lado.Frunció el ceño, pero no dijo nada. Fue Keiden quien rompió el silencio con un comentario casual. —Parece que este juicio será más tranquilo sin Simón rondando por aquí —dijo, con una sonrisa sardónica. Natalia lo miró de reojo, con un leve reproche en su voz. —Tal vez no se haya recuperado del todo —respondió, intentando sonar indiferente. Keiden alzó una ceja, claramente divertido por su tono. —¿Estás preocupada por él? —Claro que no —respondió Natalia de inmediato, cruzando los brazos. Keiden asintió, pero la miró con una expresión que indicaba que no
La sala del tribunal estaba cargada de tensión cuando el juez pidió que las nuevas evidencias fueran entregadas por uno de los guardias. Julián Moretti, con una sonrisa confiada y un maletín en mano, se acercó al estrado, mientras Simón permanecía a su lado con un semblante severo. Pero antes de que el guardia pudiera entregar los documentos al juez, Isabella se levantó abruptamente de su asiento con una expresión de angustia exagerada. —Me siento mal… creo que… —balbuceó, tambaleándose ligeramente como si fuera a desmayarse.El juez, un hombre de mirada penetrante y voz severa, alzó una ceja con evidente incredulidad, visiblemente irritado.—Señorita Benavides, no toleraré más teatros en esta sala —espetó con tono severo—. Si vuelve a fingir una descompensación, me veré obligado a mandarla directamente a prisión por obstrucción de la justicia.Isabella se enderezó de inmediato, el rojo de la vergüenza tiñendo sus mejillas. Se dejó caer en su asiento con la espalda rígida, clavand
Cuando Natalia al fin dejó a Simón Cáceres, estaba segura de que él volvería rogando. Mientras ella avanzaba y triunfaba en los negocios, Simón descubrió la verdad sobre Isabella y comprendió el terrible error que había cometido. Intentó disculparse y le propuso matrimonio por centésima vez, pero Natalia ya no tenía interés en ser su esposa. Estaba completamente inmersa en disfrutar su nueva vida y saborear la libertad que había recuperado.~~~Natalia miró la horrorosa escena delante de sus ojos sin poder darle crédito.Isabella había golpeado su nariz contra la pared y de ella había salido un potente chorro de sangre que llegó hasta el suelo, justo en el momento en que Simón Cáceres entró a la sala.Habían tenido una discusión, e Isabella, aprovechando escuchar la voz de Simón, decidió quedar como la víctima delante de él, como siempre hacía.—¿Pero qué diablos hiciste? —volcó su ira hacia ella, acorralandola contra la pared y apretando su cuello—. Mujer cruel y despiadada. ¿La gol