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​​​​​​​*—Max:

Juntos llegaron al establo, donde el olor a heno fresco y el sonido de los caballos relinchando creaban un ambiente cálido y acogedor. Max saludó al capataz de la granja, un hombre de mediana edad llamado Phil, quien le devolvió el saludo con amabilidad. La mirada del capataz se desvió hacia Antonella con curiosidad, y Max, sin dudarlo, la atrajo suavemente hacia él, deslizando un brazo alrededor de su cintura.

—Esta es mi mujer, Phil —anunció con naturalidad antes de depositar un beso en su mejilla.

Antonella abrió los ojos de par en par, su rostro sonrojándose al instante. Phil, con una sonrisa aprobadora, asintió.

—Es una bella dama —comentó con admiración.

Max intercambió una mirada con Antonella y notó el brillo de sorpresa en sus ojos. Estaba seguro de que nadie la había enaltecido así antes. Saber que era el primero en hacerlo le produjo un extraño orgullo. Le encantaba ver cómo sus palabras la hacían sonrojar y sonreír con esa dulzura que le robaba el aliento.

—¿
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