*—Max:Max alzó una mano y acunó con suavidad la mejilla de Antonella, sus dedos deslizándose con adoración por su piel cálida. Su mirada, llena de una mezcla de asombro y devoción, se perdió en esos ojos verdes que lo habían cautivado desde el primer momento.—Sabes… —murmuró, acariciando su mejilla con el pulgar—. Es como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro.Antonella sonrió, inclinando ligeramente la cabeza mientras lo miraba con dulzura.—¿De verdad lo crees?Max no lo creía. Lo sabía.—Nunca me había sentido así con nadie, lo juro, Ellie —admitió, su voz impregnada de sinceridad—. He estado con muchas mujeres, pero nunca fue algo serio, nada que se sintiera así.Antonella lo miró con cierta sorpresa, como si le costara creer sus palabras.—¿En serio?Max soltó una risa baja, encantado por su incredulidad.—¿Por qué dudas de mí? Quizás, en el instituto, llegué a sentir algo por alguien, pero nunca de esta forma —Hizo una pausa, dejando escapar un suspiro mientras
*—Antonella:La noche anterior había sido perfecta.Antonella despertó sintiendo el calor aún persistente en su piel, un recuerdo tangible de todo lo que había compartido con Max. Sus músculos estaban deliciosamente adoloridos, y la plenitud que embargaba su pecho la hizo sonreír.Giró lentamente sobre la almohada y lo encontró allí, dormido a su lado, tan apuesto y tranquilo como nunca antes lo había visto.Max descansaba boca arriba, con una expresión serena y relajada, su pecho subiendo y bajando en una respiración pausada. La sábana apenas cubría su cintura, dejando expuesto su torso marcado, donde aún podían verse rastros de su pasión: los pequeños arañazos de sus uñas, los rastros de besos esparcidos en su cuello y clavícula. Antonella sonrió con picardía. Recordaba exactamente cómo y cuándo los había hecho.No tenía idea de que había una mujer tan atrevida dentro de ella… hasta que él la sacó a la luz.Deslizó una mano bajo la almohada y se permitió admirarlo sin reserva
*—Antonella:Antonella se quedó en la cama mientras Max se preparaba. Sin darse cuenta, el cansancio la venció y se quedó dormida otra vez. Cuando despertó, la luz del sol entraba con más intensidad por las cortinas. Se giró y miró el reloj en la mesita de noche: pasaban de las diez de la mañana. Se había quedado dormida más de lo habitual y, además de eso, su estómago rugía de hambre.Con un suspiro, se sentó en la cama y estiró los brazos, disfrutando de la calidez de las sábanas que aún conservaban el aroma de Max. Al posar la vista en el mueble de la habitación, notó algo que antes no estaba: su ropa del día anterior doblada cuidadosamente junto a una muda de ropa nueva. Antonella frunció el ceño y se acercó, tomando las prendas con curiosidad.La camiseta y los vaqueros olían a nuevo, y al lado de estos encontró ropa interior y un cepillo de dientes sellado. Pasó los dedos por la tela de la ropa, sorprendida. ¿Max le había comprado esto? Su pecho se calentó ante la idea de
*—Max:Había sido un fin de semana de ensueño, pero lamentablemente, la realidad los llamaba de vuelta.Después de que Antonella y él dieran un paso importante en su relación, pasando cada momento juntos, llegó el inevitable final. Max tuvo que llevarla de regreso a casa, aunque no sin antes soltar algunas promesas que planeaba cumplir. Hablaron, rieron y compartieron sin reservas, y fue en esos instantes, viéndola a su lado como si siempre hubiera pertenecido allí, que Max se dio cuenta de algo innegable: estaba profundamente enamorado de Antonella y nadie iba a sacarlo de allí.Por eso, mientras ella se preparaba para marcharse, las palabras simplemente salieron de su boca. Una propuesta soltada rápidamente, pero con el fin de obtener una respuesta positiva.—¿Vivir juntos? —Antonella se quedó inmóvil por un instante, claramente sorprendida por la propuesta.Max la miró con seriedad en ese momento, pero con el corazón latiendo con fuerza. Sabía que era una locura pedirle algo
*—Max:Treinta minutos después, Max llegó al edificio comercial donde Robert había establecido su empresa junto a un amigo. Desde afuera, el lugar no parecía especialmente imponente, pero él sabía que su hermano tenía una mente estratégica y que, tarde o temprano, convertiría esa pequeña empresa en algo grande.Entró al establecimiento ubicado en el segundo piso. El ambiente estaba dominado por tonos oscuros: azul profundo y negro, lo que le daba un aire moderno y sobrio. Observó los estantes con cámaras de vigilancia, equipos de seguridad y software especializado. No había sabido de esta faceta de Robert hasta que fue demasiado tarde, pero al menos ahora entendía que su hermano mayor siempre tuvo la mente para este tipo de negocios.Se acercó a un dependiente que estaba libre.—Buenas tardes, tengo una reunión con Robert Bryant —se presentó.El joven asintió y desapareció en la trastienda. Mientras esperaba, Max siguió observando la tienda con detenimiento. No era grande todav
*—Antonella:Esto no podía seguir así.Era su tercer día levantándose temprano, fingiendo que iba a trabajar y pasando las horas en el apartamento de Camila, refugiada en su propio caos. Se sentía atrapada en una mentira que no sabía cómo afrontar. Sabía que debía ser sincera con sus padres, pero el miedo la paralizaba.Tarde o temprano, todo saldría a la luz, y cuando lo hiciera, la caída sería aún peor.Antonella suspiró, tomó el control remoto y apagó la televisión, que había mantenido encendida solo para llenar el silencio. Durante tres días había repetido la misma rutina, y ya estaba harta. Fingir que todo estaba bien, actuar como si aún tuviera el control… No podía seguir así. Estaba cansada, pero más que el agotamiento físico, era el miedo lo que la tenía bloqueada, lo que le impedía dar el paso que sabía que era inevitable.Se levantó del sofá y caminó hasta el balcón. Abrió la puerta de cristal y dejó que el aire fresco la envolviera. El cielo estaba despejado, el sol
*—Antonella:«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.Antonella le dedicó una sonrisa.—Sí, tengo una cita con el señ
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p