*—Antonella:Esto no podía seguir así.Era su tercer día levantándose temprano, fingiendo que iba a trabajar y pasando las horas en el apartamento de Camila, refugiada en su propio caos. Se sentía atrapada en una mentira que no sabía cómo afrontar. Sabía que debía ser sincera con sus padres, pero el miedo la paralizaba.Tarde o temprano, todo saldría a la luz, y cuando lo hiciera, la caída sería aún peor.Antonella suspiró, tomó el control remoto y apagó la televisión, que había mantenido encendida solo para llenar el silencio. Durante tres días había repetido la misma rutina, y ya estaba harta. Fingir que todo estaba bien, actuar como si aún tuviera el control… No podía seguir así. Estaba cansada, pero más que el agotamiento físico, era el miedo lo que la tenía bloqueada, lo que le impedía dar el paso que sabía que era inevitable.Se levantó del sofá y caminó hasta el balcón. Abrió la puerta de cristal y dejó que el aire fresco la envolviera. El cielo estaba despejado, el sol
*—Antonella:Cuando Antonella volvió a la conciencia, sintió como si su cuerpo estuviera hecho de plomo. Su cabeza latía con un dolor sordo y constante, su mejilla ardía como si siguiera recibiendo el golpe una y otra vez, y un cansancio profundo se asentaba en cada fibra de su ser. No quería moverse. No quería abrir los ojos. Solo quería hundirse en la nada, desaparecer, dejar de sentir todo aquello que la estaba destruyendo por dentro, pero la realidad no se desvanecería solo porque ella lo deseara.Con un suspiro tembloroso, se obligó a incorporarse. El cuarto estaba sumido en la penumbra y, a través de la ventana, la noche ya cubría el cielo. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? La idea de haber pasado horas allí, tirada como si fuera un simple objeto, le hizo un nudo en la garganta.A regañadientes, se acercó al tocador y, al ver su reflejo en el espejo, su estómago se revolvió.Su mejilla izquierda estaba hinchada, una mancha rojiza y amoratada comenzaba a expandirse
*—Antonella:No supo cuánto tiempo pasó mientras estuvo durmiendo, pero sintió un toque ligero en el brazo y la cálida voz de Maximilian llamándola con suavidad.—Amor, despierta —susurró él.Antonella abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada brillante de Max, quien le sonreía con ternura.—Hola, amor. Te he preparado algo de comer.Ella se estiró perezosamente y extendió los brazos al aire antes de que Max la ayudara a levantarse con suavidad. Aunque aún no había tomado un analgésico, el dolor se había reducido un poco. Su mejilla seguía palpitante y la cabeza le latía de manera sorda, pero no era tan insoportable como antes. Más que nada, se sentía tranquila. Menos estresada.Por ahora.Max la guió hasta el comedor, donde la mesa ya estaba puesta con platos servidos. Antonella se detuvo un instante, sorprendida al ver la comida frente a ella: puré de patatas cremoso, carne magra cuidadosamente cortada en trozos pequeños y un vaso de zumo de pera.Sus ojos se posa
*—Max:Estaba completamente tenso.Max se llevó una mano al cuello y, con un gesto brusco, tomó el nudo de la corbata que tenía puesta, tirando un poco para aflojarla. Sin embargo, sabía que eso no era lo que realmente lo tenía agobiado, no era la corbata ni el calor de la sala. Era la situación en su vida, esa maldita sensación de estar atrapado en un ciclo que no podía controlar. Todo parecía desmoronarse, y él no podía hacer nada al respecto.La mirada de Max recorrió el gran salón de eventos, el lugar abarrotado por los grandes empresarios, promotores e inversionistas que esperaban captar nuevas oportunidades. La Feria de Inversiones del Grupo Bryant, el evento del año, y Max se sentía más perdido que nunca en su propio mundo.No obstante, su atención no estaba en los negocios, sino en un hombre en particular: Jefferson McKay. Ese maldito hombre, riendo y charlando como si la vida fuera perfecta. Mientras todos estaban enfocados en los negocios, Jefferson parecía estar disf
*—Max:Cuando Max y James regresaron al evento, sus ojos se encontraron con Jefferson y Chris conversando en un rincón apartado. Max no necesitaba escuchar lo que hablaban. Sabía que Jefferson estaba dándole todo en bandeja de plata a Chris, asegurándose de que cuando fracasara, tendría todo el terreno listo para su caída.Era solo cuestión de tiempo antes de que los McKay se hundieran por completo. Y Max, aunque frustrado y cansado, tendría que enfrentarse a todo lo que estaba por venir.Max se quedó allí, observándolos, hasta que Jefferson y Chris se separaron. La sonrisa de Jefferson era evidente, y Max no necesitaba más pruebas: sabía que había recibido una nueva inversión y que ahora se dirigía a firmar los papeles. En ese instante, como si Chris lo sintiera, se giró hacia él. Cuando sus miradas se encontraron, Max pudo ver la sonrisa maliciosa de su hermano, seguida de un murmullo a Tiffany, su asistente, antes de empezar a caminar hacia él.Max se tensó. La sensación de
*—Antonella:Después de la pelea de aquel día, la tensión seguía instalada entre ellos, sofocante como un nudo imposible de desatar.Antonella se había estado quedando en el apartamento de Max mientras él trabajaba, pero sabía que no podía postergarlo más. Tarde o temprano tendría que regresar a su casa, aunque solo pensar en ello le revolvía el estómago. Su padre ni siquiera se había tomado el tiempo de llamarla, y en el fondo, ella tampoco quería volver. Aun así, no podía seguir huyendo. Max, por supuesto, estaba en contra.Suspiró pesadamente, acariciando el lomo de Pimpón, quien descansaba en su regazo con total tranquilidad. El pequeño Pomerania se había encariñado con ella, y el pensamiento de dejarlo también la entristecía, pero había cosas más importantes de las que debía ocuparse. Necesitaba enfrentarse a su familia y decidir qué hacer con su futuro.El sonido de la puerta desbloqueándose la sacó de sus pensamientos. Pimpón ladró y saltó de su regazo para correr hacia
*—Antonella:No sabía cuánto tiempo había dormido, pero cuando despertó, seguía en la misma posición. El cuerpo de Max se mantenía pegado al suyo, y su erección presionaba su entrada con insistencia, como si estuviera listo para la acción nuevamente. Antonella se estremeció y se incorporó ligeramente para mirarlo a la cara. Su amado tenía los ojos cerrados, pero los abrió al instante.—Max… —susurró Antonella, perdida en su burbuja de amor mientras movía las caderas, rozando su centro empapado contra la dureza de Max. Quería sentirlo otra vez dentro de ella, pero vio como Max entrecerraba los ojos y negaba con la cabeza.—Puede esperar —decidió Max, suspirando—. Ahora bien, ¿de qué querías hablar?Antonella lo observó en silencio antes de recordar lo que había pedido antes de llegar hasta allí. Parecía que era el momento. Se movió hacia un lado y se acomodó de costado. Max hizo lo mismo, quedando frente a ella. Su mirada era seria y, con dulzura, llevó una mano a su mejilla izquierda,
*—Antonella:Antonella no había visto a Max desde el viernes y de eso ya habían pasado dos semanas. No era extraño que su novio estuviera ocupado, pero sí lo era que no tuvieran ni un solo momento para verse. Se hablaban por mensajes, a veces por llamadas o video, pero solo eso. Max incluso no le pedía que se vieran en su apartamento y tampoco se atrevía a venir a buscarla. Parecía que había acatado muy bien la sugerencia de no venir a su casa con temor a que los padres de Antonella supieran sobre su relación.Un suspiro pesado salió de Antonella y se giró en la cama, fijando la vista en el techo de su habitación. El ventilador giraba lentamente sobre su cabeza, el sonido monótono de sus aspas llenando el silencio.No tan solo su relación se sentía extraña, también su familia.Los últimos días habían sido demasiado tranquilos. Su padre de buen humor, su madre inusualmente alegre, sus hermanas sin peleas ni discusiones. Todo parecía… estático. Como la calma tensa antes de una gran torm