*—Max:Había hecho muchas cosas en sus apenas veinticuatro años, pero nada se comparaba con esto. Era, sin duda, el mayor paso que había dado para redimirse y recuperar a la mujer que amaba.Una media sonrisa surcó los labios de Max mientras su mirada se mantenía fija en la pantalla del ascensor. Observó cómo los números ascendían uno a uno hasta que finalmente llegó al último piso del edificio corporativo del Grupo Bryant: el piso presidencial.Cuando el ascensor se detuvo, una suave melodía sonó y Max alzó el mentón con orgullo. Su porte era firme, elegante, casi desafiante. Al salir, divisó a Tiffany al fondo, detrás de su escritorio. Ella se levantó automáticamente, como era su deber, pero su rostro pasó de la cordialidad a una expresión tensa de sorpresa al reconocerlo.Max caminó hacia ella con paso seguro, su sonrisa intacta.—Buenas tardes, Tiffany —saludó con cortesía.La joven rubia parpadeó, obligándose a componer una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aunque no simp
*—Antonella:Tenía el corazón en la boca.Su padre las había convocado a su madre y a ella en su estudio, como solía hacerlo siempre que tenía una gran noticia que compartir y Antonella no sabía qué pensar. No quería saltar a conclusiones, pero… tenía ese presentimiento. Esa punzada en el estómago que le decía que algo importante estaba por ocurrir.Se mordió el labio inferior con fuerza, como si así pudiera contener la ansiedad que amenazaba con devorarla por dentro. Sus uñas se clavaban en las palmas de sus manos mientras esperaba, inmóvil, como una estatua de tensión.Cuando la puerta del estudio se abrió de pronto, Antonella dio un pequeño respingo y su mirada se dirigió con rapidez hacia la entrada. Su padre apareció con una sonrisa amplia que le iluminaba el rostro, algo inusual en él.—¿Jeff, por qué sonríes? —preguntó Alice, su madre, con un dejo de curiosidad inquieta—. Dijiste que querías hablar con nosotras…—Traigo buenas noticias —anunció él, mientras se dirigía a
*—Antonella:Antonella sintió que el corazón se le detenía por un segundo. Su cuerpo entero reaccionó al escuchar su voz. Un leve temblor le recorrió los brazos mientras mantenía los ojos fijos en la entrada del salón.Entonces lo vio.Alto, impecable, más guapo que nunca. Max cruzó el umbral con un ramo de rosas rojas en la mano y una sonrisa luminosa en los labios. Las conversaciones se detuvieron. Todos en la sala se quedaron en silencio, mirando al inesperado visitante.—Buenas tardes… o casi noche —saludó con tono relajado, mirando a cada uno de los presentes.Antonella se quedó inmóvil. ¿Qué hacía él allí? ¿Y con ese ramo…? ¿Era para ella?—Oh, buenas noches, Max —dijo su padre, Jeff McKay, siendo el primero en reaccionar. Caminó hacia él con una sonrisa desconcertada—. Es una grata sorpresa verte por aquí, después de todo lo que pasó…Max sonrió, un poco incómodo.—Sí, lo sé, pero hoy no vengo a hablar de negocios —miró alrededor, notando que interrumpía una reunión fami
*—Antonella:Durante unos minutos se quedaron así, fundidos en un abrazo, con los cuerpos aún unidos y los latidos sincronizados, pero la realidad no tardó en filtrarse entre las rendijas de su refugio, y Antonella giró el rostro hacia él, con una sonrisa aún desordenada por el clímax.—¿No crees que deberíamos…? —empezó a decir, pero se interrumpió al ver la cara divertida de Max.—Hice un desastre —admitió él con una risita avergonzada—. Debería andar con una caja de condones encima. No está bien que te haga el amor así, sin protección.Antonella se mordió el labio y se inclinó para rozarle la boca con la suya, aún jadeante.—A mí me gusta sentirte dentro, Max… y más cuando… —se relamió con lentitud, provocadora—. Ya sabes.Max soltó una carcajada, moviendo la cabeza incrédulo.—Y luego dices que el perverso soy yo.Ambos rieron, cómplices y todavía envueltos en ese calor delicioso. Finalmente, Max la dejó ir con suavidad. Antonella se puso de pie, pero apenas lo hizo, sintió
*—Antonella:«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.Antonella le dedicó una sonrisa.—Sí, tengo una cita con el señ
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p
*—Antonella:El día había sido bastante entretenido.Antonella había pasado un maravilloso día con la señora Miles, cuyo nombre era Florence. Ella insistió en que la llamara por su nombre y se encargó de enseñarle cada rincón del edificio donde Antonella trabajaría de ahora en adelante. Florence también le dio algunos consejos, que Antonella anotó cuidadosamente, queriendo absorber cada detalle para desempeñar bien su nuevo rol.Al mediodía, ambas almorzaron juntas, aprovechando la ocasión para conocerse mejor, ya que trabajarían codo a codo durante los próximos 15 días. Después, Florence la condujo hasta la oficina donde ambas desempeñarían sus funciones como asistentes tanto del presidente como del vicepresidente del grupo, mostrándole con paciencia cada detalle necesario para su trabajo. Antonella memorizó cada indicación, decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.Un detalle importante que Florence mencionó fue que el señor Robert Bryant, el actual presidente del grupo tras
*—Max:—Solo tiene una semana contigo y ya estás siendo otra persona.Max se giró rápidamente al oír la voz de Chris, quien estaba apoyado en su vehículo, como si lo hubiera estado esperando. Max había pasado casi todo el día en una reunión fuera del grupo, discutiendo un proyecto de viviendas con una empresaria de la constructora. Ahora que por fin había regresado, le sorprendía ver a Chris en el estacionamiento. Sabía que tenían programado un almuerzo juntos, al cual también se uniría Charlie, para discutir los últimos movimientos de los McKay. Sin embargo, no tenía idea de que su hermano lo estuviera "acechando" de esa forma.—¿De qué hablas? —preguntó Max, arqueando una ceja mientras se acercaba a él, intrigado.—Hablo de la hija de McKay —replicó Chris, cruzándose de brazos.Max rodó los ojos y negó con la cabeza. Chris estaba hablando tonterías. ¿A qué se refería con que, por tener a Antonella una semana en la empresa, él ya era "otra persona"? Max seguía igual y, en su mente, c