*—Antonella:Antonella no había visto a Max desde el viernes y de eso ya habían pasado dos semanas. No era extraño que su novio estuviera ocupado, pero sí lo era que no tuvieran ni un solo momento para verse. Se hablaban por mensajes, a veces por llamadas o video, pero solo eso. Max incluso no le pedía que se vieran en su apartamento y tampoco se atrevía a venir a buscarla. Parecía que había acatado muy bien la sugerencia de no venir a su casa con temor a que los padres de Antonella supieran sobre su relación.Un suspiro pesado salió de Antonella y se giró en la cama, fijando la vista en el techo de su habitación. El ventilador giraba lentamente sobre su cabeza, el sonido monótono de sus aspas llenando el silencio.No tan solo su relación se sentía extraña, también su familia.Los últimos días habían sido demasiado tranquilos. Su padre de buen humor, su madre inusualmente alegre, sus hermanas sin peleas ni discusiones. Todo parecía… estático. Como la calma tensa antes de una gran torm
*—Antonella:Cuando llegó al edificio, las recepcionistas la reconocieron y, al preguntar por Max, le indicaron que estaba en su oficina. Antonella asintió mecánicamente mientras le entregaban una identificación de visitante, sintiendo como si todo a su alrededor estuviera en cámara lenta.Se obligó a moverse, a poner un pie delante del otro hasta el ascensor. Cada piso que ascendía era un puñal clavándose más hondo en su pecho. Intentó llamarlo una vez más, sus dedos temblaban sobre la pantalla del teléfono. La llamada fue directamente al buzón de voz.—¡Contéstame, maldita sea! —susurró con desesperación, sintiendo cómo la ansiedad se enredaba en su garganta.Si Max estaba en su oficina, ¿por qué demonios la ignoraba?El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron con un sonido metálico. Antonella salió con las piernas temblorosas y se encontró con Tiffany en su puesto, tranquila y como si nada pasara, cuando Antonella bien sabía que estaba había dejado su granito de arena p
*—Max:Por más que intentara hacer algo, todo estaba condenado a desmoronarse.Max había pasado las últimas semanas investigando, revisando informes financieros, buscando alguna manera de impedir lo inevitable. Sin embargo, no importaba cuánto se esforzara, todo era en vano. Jefferson McKay había sido un hombre imprudente, más un soñador que un verdadero empresario. No tenía visión, no sabía manejar una compañía, y ahora, su mala administración estaba a punto de costarle todo.Y Max… no había hecho nada.Por cobardía. Por lealtades divididas. Por no querer desafiar a su propia familia.Se había convencido de que no podía intervenir, que esto estaba fuera de sus manos, pero la verdad era otra: no quiso luchar lo suficiente. No quiso enfrentarse a Chris, a su padre, a lo que implicaría ponerse en contra de los Bryant. Y ahora, era demasiado tarde.La culpa lo carcomía. Por eso se había alejado de Antonella. No podía mirarla a los ojos cuando sabía lo que se avecinaba. Le respondí
*—Max:Al llegar al hospital, fue directo a la sala de espera de emergencias, pero nadie le dijo nada. Antonella había sido ingresada, pero él no tenía derecho a preguntar. No era su familiar. No era su guardián.No era nada.El hospital contactaría a sus padres.Demonios… esto solo iba a volverse más caótico. La familia de Antonella sabría lo que pasó. Y Max… Max no tenía idea de cómo enfrentarlo.—¡Max! —una voz femenina lo sacó de sus pensamientos.Levantó la cabeza y vio a Camila entrar apresurada, con el rostro desencajado. Le había enviado un mensaje, la necesitaba aquí. Ella era la única persona en la que podía apoyarse, además de James, quien aún venía en camino.Cuando ella llegó hasta él, Max vio algo que lo desarmó por completo: lágrimas en sus ojos.—Max… —susurró, con un temblor en la voz que a él le hizo estremecer.—Camila, yo… —comenzó a hablar, pero no pudo terminar.El impacto de la bofetada le hizo ladear la cara.Se quedó petrificado, sintiendo la quemazón e
*—Antonella:Sentía el cuerpo pesado, como si estuviera hecha de plomo, y al mismo tiempo tenía la extraña sensación de estar flotando. Sus párpados temblaron antes de abrirse lentamente. Todo era borroso, pero distinguió un techo claro sobre su cabeza.Parpadeó varias veces, tratando de enfocar. Sí, definitivamente había un techo blanco sobre ella… pero no lo reconocía.¿Dónde estaba?Intentó moverse, pero un peso extraño la mantenía anclada a la cama. Su cuerpo dolía en varios puntos, como si hubiera sido atropellada por un camión. Bajó la mirada y se vio cubierta por una sábana ligera, el tono pálido de su piel contrastando con la blancura del tejido. Entonces, algo llamó su atención: un tubo delgado estaba insertado en su muñeca.Su respiración se aceleró. ¿Estaba en un hospital?Un jadeo escapó de sus labios justo cuando sintió movimiento a su lado.—¡Ellie! —exclamó una voz que conocía demasiado bien.Volteó lentamente y encontró a Maximilian a su lado, sosteniendo su man
*—Antonella:La revelación de Max la dejo perpleja.Un embarazo… Un aborto…Sus manos temblorosas volaron a su vientre.No. No, no podía ser.Era imposible.No obstante, su mente comenzó a atar los cabos sueltos. Los mareos, el cansancio extremo, los cambios en su apetito… Todas las señales estaban ahí. Solo que nunca les prestó atención.Un sollozo ahogado escapó de su garganta, pero se lo tragó, apretando los dientes con fuerza.No podía ser verdad…¡No podía ser verdad!Cerró los ojos con desesperación, tratando de convencerse de que todo era un mal sueño, pero cuando los abrió, Max seguía allí. La realidad seguía allí. Y su vientre… vacío.Algo dentro de ella se rompió. Algo tan profundo que ni siquiera pudo gritar.—Ellie… —Max susurró su nombre con suavidad, acercándose para colocar una mano en su espalda, acariciándola con un gesto que pretendía ser reconfortante, pero el contacto le resultó insoportable.Antonella se apartó bruscamente, como si su toque quemara.—No me
*—Antonella:Antonella miró por la ventanilla del auto, observando la hermosa mañana que se desplegaba ante ella. El sol bañaba la ciudad con su luz dorada, el cielo estaba despejado y el aire era fresco, pero nada de eso importaba. La belleza del día solo hacía más evidente el abismo de oscuridad en el que se hundía.Estaba rota. Destrozada.El peso en su pecho era insoportable, como si su corazón estuviera siendo triturado por una fuerza invisible. Se sentía vacía, como si le hubieran arrancado una parte esencial de su ser, dejándola reducida a una cáscara de lo que alguna vez fue. Lo único que quería era desaparecer, fundirse en la nada, pero no podía. No cuando su mundo se estaba cayendo a pedazos a su alrededor.El día anterior la había marcado para siempre.Había perdido demasiado en un solo golpe. Su familia estaba en bancarrota. El hombre al que amaba, aquel en quien había confiado con cada parte de su alma, había sido el verdugo que la llevó a la ruina. Y si eso no era
*—Antonella:De alguna forma, Antonella logró dormir un poco, aunque su descanso fue ligero y lleno de pensamientos inquietantes. Cuando su madre la despertó, ya había pasado más de media hora. Se sentía pesada, como si cada extremidad le costara el doble moverse. Aun así, se obligó a salir de la cama. No podía permitirse ceder al agotamiento cuando la estabilidad de su familia pendía de un hilo.Se levantó con lentitud y salió de su habitación, recorriendo el pasillo con la vista. Las puertas de las habitaciones de sus hermanas estaban cerradas y no se escuchaban ruidos provenientes de ellas. No le sorprendía. Ellas siempre estaban en sus propios asuntos, ajenas a la tormenta que las rodeaba. Era comprensible en cierto modo: siempre habían tenido quien resolviera sus problemas, pero tarde o temprano tendrían que asumir su parte en la crisis familiar.Con pasos pesados bajó las escaleras, su mente repasando cada palabra que había escuchado la noche anterior, cada verdad doloros