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​​​​​​​*—Antonella:

No supo cuánto tiempo pasó mientras estuvo durmiendo, pero sintió un toque ligero en el brazo y la cálida voz de Maximilian llamándola con suavidad.

—Amor, despierta —susurró él.

Antonella abrió los ojos lentamente y se encontró con la mirada brillante de Max, quien le sonreía con ternura.

—Hola, amor. Te he preparado algo de comer.

Ella se estiró perezosamente y extendió los brazos al aire antes de que Max la ayudara a levantarse con suavidad. Aunque aún no había tomado un analgésico, el dolor se había reducido un poco. Su mejilla seguía palpitante y la cabeza le latía de manera sorda, pero no era tan insoportable como antes. Más que nada, se sentía tranquila. Menos estresada.

Por ahora.

Max la guió hasta el comedor, donde la mesa ya estaba puesta con platos servidos. Antonella se detuvo un instante, sorprendida al ver la comida frente a ella: puré de patatas cremoso, carne magra cuidadosamente cortada en trozos pequeños y un vaso de zumo de pera.

Sus ojos se posa
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