*—Antonella:Max se movió con una precisión casi pecaminosa, su lengua delineando círculos perezosos alrededor de su punto más sensible antes de atraparlo nuevamente entre sus labios y succionarlo con la intensidad perfecta. Cada movimiento arrancaba de Antonella un jadeo ahogado, un suspiro entrecortado, un grito sofocado que quedaba atrapado en su garganta.Su cuerpo temblaba, su piel ardía bajo el asalto sensual de su amante, y su mente comenzaba a nublarse por completo. Su centro latía con una necesidad insoportable, mientras su estómago se contraía en anticipación de esa dulce explosión que sabía que Max le estaba preparando.—M-Max… —jadeó, su voz temblorosa.Él gruñó contra su piel, la vibración enviando una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Sus manos grandes y firmes la mantenían en su lugar, asegurándose de que no pudiera escapar de su boca, aunque ni en sus peores pesadillas Antonella querría hacerlo.Cada vez que pensaba que ya no podía soportar más, Max intensi
*—Max:Max se sentía en la novena nube.Sus ojos vagaron por la cama donde Antonella yacía. La visión de ella lo dejó sin aliento: su cabello rojizo se derramaba sobre las sábanas blancas en una maraña seductora, su piel nívea estaba salpicada con las marcas de sus besos y caricias, y sus mejillas seguían encendidas con el resplandor del placer. Sus labios, entreabiertos, aún parecían susurrar su nombre.Era un ángel… su ángel. Y él la había adorado como tal.El recuerdo de su unión lo hizo estremecer. Habían estado sincronizados de una forma casi mágica, conectados en cuerpo y alma, perdiéndose y encontrándose en el otro con cada movimiento, con cada susurro entre jadeos. La había saciado, lo sabía… pero su hambre por ella era insaciable. Aún la deseaba.Max bajó la mirada hacia su propio cuerpo y soltó un suspiro. Su erección persistía, testigo de cuánto la necesitaba todavía, pero Antonella merecía un descanso, y además, tenía asuntos que atender antes de rendirse de nuevo a
*—Max:Poco después de su breve charla con Antonella, sobre Carlos y los celos de Max, este deslizó la mano desde la curva de su trasero hasta su espalda, abrazándola con fuerza, como si quisiera fundirse con ella, como si temiera que desapareciera en cualquier momento. Su pecho se expandió con un suspiro profundo, su nariz se hundió en su cabello, aspirando el dulce aroma de su piel, pero, aunque la tenía entre sus brazos, aunque podía sentir cada centímetro de su cuerpo pegado al suyo, el temor latía en su pecho como un tambor silencioso.Todo lo que sucedía tras bambalinas lo mantenía en vilo. Al menos ahora sabía que Carlos no era una amenaza, solo el hermano de la mejor amiga de Antonella, pero había asuntos mucho más grandes que aún no estaban resueltos. La venganza de Chris contra los McKay era un volcán dormido, una bomba de tiempo que podía estallar en cualquier momento. Y aunque Max había hecho algunos arreglos para ayudar a Jefferson, no estaba seguro de que fueran s
*—Max:Antonella se quedó sobre él, recibiendo sus últimos temblores mientras su esencia la llenaba por completo. Max, todavía jadeante, abrió los ojos y se encontró con la mirada divertida de su amante. Antonella se inclinó lentamente, dejando que su cuerpo desnudo se acomodara sobre el suyo, con la piel húmeda y ardiente de placer. Sus pliegues aún lo envolvían con una presión exquisita, recordándole la intensidad del momento que acababan de compartir.Una caricia suave en su mejilla lo obligó a salir del trance.—¿Tan cerca estabas? —preguntó Antonella con una risita traviesa.Max sintió que el calor de la vergüenza se mezclaba con el que aún ardía en su piel. Nunca le había pasado algo así. Venirse tan rápido, casi al instante, apenas había estado dentro de ella… pero con Antonella todo era diferente. Era como si su cuerpo y su mente se rindieran ante ella, como si no existiera nada más en el mundo salvo su calor y la forma en que lo hacía perder el control.—Lo siento —se
*—Max:Max alzó una mano y acunó con suavidad la mejilla de Antonella, sus dedos deslizándose con adoración por su piel cálida. Su mirada, llena de una mezcla de asombro y devoción, se perdió en esos ojos verdes que lo habían cautivado desde el primer momento.—Sabes… —murmuró, acariciando su mejilla con el pulgar—. Es como si hubiéramos sido hechos el uno para el otro.Antonella sonrió, inclinando ligeramente la cabeza mientras lo miraba con dulzura.—¿De verdad lo crees?Max no lo creía. Lo sabía.—Nunca me había sentido así con nadie, lo juro, Ellie —admitió, su voz impregnada de sinceridad—. He estado con muchas mujeres, pero nunca fue algo serio, nada que se sintiera así.Antonella lo miró con cierta sorpresa, como si le costara creer sus palabras.—¿En serio?Max soltó una risa baja, encantado por su incredulidad.—¿Por qué dudas de mí? Quizás, en el instituto, llegué a sentir algo por alguien, pero nunca de esta forma —Hizo una pausa, dejando escapar un suspiro mientras
*—Antonella:La noche anterior había sido perfecta.Antonella despertó sintiendo el calor aún persistente en su piel, un recuerdo tangible de todo lo que había compartido con Max. Sus músculos estaban deliciosamente adoloridos, y la plenitud que embargaba su pecho la hizo sonreír.Giró lentamente sobre la almohada y lo encontró allí, dormido a su lado, tan apuesto y tranquilo como nunca antes lo había visto.Max descansaba boca arriba, con una expresión serena y relajada, su pecho subiendo y bajando en una respiración pausada. La sábana apenas cubría su cintura, dejando expuesto su torso marcado, donde aún podían verse rastros de su pasión: los pequeños arañazos de sus uñas, los rastros de besos esparcidos en su cuello y clavícula. Antonella sonrió con picardía. Recordaba exactamente cómo y cuándo los había hecho.No tenía idea de que había una mujer tan atrevida dentro de ella… hasta que él la sacó a la luz.Deslizó una mano bajo la almohada y se permitió admirarlo sin reserva
*—Antonella:Antonella se quedó en la cama mientras Max se preparaba. Sin darse cuenta, el cansancio la venció y se quedó dormida otra vez. Cuando despertó, la luz del sol entraba con más intensidad por las cortinas. Se giró y miró el reloj en la mesita de noche: pasaban de las diez de la mañana. Se había quedado dormida más de lo habitual y, además de eso, su estómago rugía de hambre.Con un suspiro, se sentó en la cama y estiró los brazos, disfrutando de la calidez de las sábanas que aún conservaban el aroma de Max. Al posar la vista en el mueble de la habitación, notó algo que antes no estaba: su ropa del día anterior doblada cuidadosamente junto a una muda de ropa nueva. Antonella frunció el ceño y se acercó, tomando las prendas con curiosidad.La camiseta y los vaqueros olían a nuevo, y al lado de estos encontró ropa interior y un cepillo de dientes sellado. Pasó los dedos por la tela de la ropa, sorprendida. ¿Max le había comprado esto? Su pecho se calentó ante la idea de
*—Max:Había sido un fin de semana de ensueño, pero lamentablemente, la realidad los llamaba de vuelta.Después de que Antonella y él dieran un paso importante en su relación, pasando cada momento juntos, llegó el inevitable final. Max tuvo que llevarla de regreso a casa, aunque no sin antes soltar algunas promesas que planeaba cumplir. Hablaron, rieron y compartieron sin reservas, y fue en esos instantes, viéndola a su lado como si siempre hubiera pertenecido allí, que Max se dio cuenta de algo innegable: estaba profundamente enamorado de Antonella y nadie iba a sacarlo de allí.Por eso, mientras ella se preparaba para marcharse, las palabras simplemente salieron de su boca. Una propuesta soltada rápidamente, pero con el fin de obtener una respuesta positiva.—¿Vivir juntos? —Antonella se quedó inmóvil por un instante, claramente sorprendida por la propuesta.Max la miró con seriedad en ese momento, pero con el corazón latiendo con fuerza. Sabía que era una locura pedirle algo