Enamorarme de mi Jefe Tirano ¡Jamás!

Enamorarme de mi Jefe Tirano ¡Jamás!ES

Romance
Svania Blass  Completo
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10
2 Reseñas
130Capítulos
15.8Kleídos
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Resumen
Índice

Después de quedar embarazada de un desconocido, Valeria entra a trabajar a una prestigiosa firma de abogados, en donde encontrará, entre contratos, conciliaciones y pleitos judiciales, algo más que el amor y la pareja que necesita en su vida.

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Vasquez Devb
Cada vez se pone mas interesante la historia y se me hace una eternidad esperar el siguiente capítulo para seguir leyendo.
2023-04-24 14:42:51
1
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Elena Linares López
A parte de ser una muy buena historia, te hace reír por las ocurrencias de los personajes. Me está gustando mucho la historia.
2023-03-11 23:11:22
4
130 chapters
Valeria
Momentos antes de entrar a la entrevista del trabajo de su vida, Valeria estaba en el baño, haciéndose un test de embarazo. Esa mañana había vuelto a sentir las mismas náuseas de hacía unos días y ya la incertidumbre la estaba matando. Sí, estaba en el lujoso baño de las oficinas de Carrizosa y Asociados, una de las firmas de abogados más prestigiosas de la ciudad, que solo competía en calidad y desempeño con Falinni & Darrida, haciéndose una prueba, pero es que era en ese momento o ya la ansiedad le impediría siquiera presentarse. Miró el reloj, con la tablita en la mano. Ya habían pasado los cinco minutos que indicaba la prueba y solo le quedaban tres para entrar en la oficina. Valeria tomó aire y vio el resultado. —¿Señorita, ha escuchado usted mi pregunta? —dijo la abogada que realizaba la entrevista, una mujer de no más de treinta y cinco años a la que se veía lo bien que le pagaban porque incluso su peinado era de más de cien dólares. —Oh, sí, ya, lo siento, es que… a veces di
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Franco
Franco vio con atención a la joven que ingresó a la oficina. Le había agradado el rostro con el que se encontró al abrir la puerta del despacho y ahora deseaba verla de nuevo, con más detalle, así que se sorprendió cuando la vio con la mano cubriéndose la boca. —¿Puedes quitarte la mano de la boca? —dijo Franco, más que como una pregunta, como si diera una orden.Valeria consiguió tragarse el vómito antes de sentarse y pudo cumplir con el deseo de Franco, pero desde ese momento se dio cuenta de que, de aquel gentil hombre que le sonrió al salir, ya no quedaba ni el recuerdo.—Magda quiere contratarte, pero yo no estoy convencido de hacerlo —dijo Franco cuando vio que Valeria ya estaba sentada— ¿Se te ocurre algo que me haga cambiar de opinión?Los ojos de Valeria se incrustaron en la mirada de Franco, que la observaba como si ella fuese una mercancía que estaba considerando comprar y, pese a que había logrado controlar las náuseas, la sensación de que vomitaría en cualquier momento n
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Sofía
Después de dejar las copias y los datos que el asistente de Magda necesitaba para elaborar el contrato, Valeria fue a casa de su mejor amiga, a quien había prometido contarle no solo sobre el resultado de la entrevista sino también, y más urgente, el de la prueba de embarazo.—¿Entonces, estás segura de que fue en la fiesta de graduación? —preguntó Sofía, la mejor amiga de Valeria, después de que le contara no solo sobre el resultado de la prueba, sino que, por las náuseas, estuvo a muy poco de perder su empleo, incluso antes de haberlo conseguido.—Sí, lo estoy porque, bueno, esa noche también, ya sabes…Sofía se llevó las manos a la boca.—¡Fue tu primera vez! —exclamó Sofía.—Primera y única, así que más segura no podría estar.—Pero, no usaste ninguna protección, ¿o qué pasó? No me digas que no sabías…—¿Cómo se hacen los bebés? —dijo Valeria, con sarcasmo— Por supuesto, pero recuerda que había bebido mucho y ya no estoy segura de nada. Ni siquiera recuerdo el rostro del hombre co
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Jaime
En su primer día de trabajo, Valeria llegó con la mejor ropa que pudo conseguir en su ropero (para la entrevista había alquilado un sastre), pero pronto descubrió que, aunque consideraba estar bien vestida, su ropa deslucía en comparación a la de otras chicas que no se ponían nada más barato que Gucci o Armani. Creyendo que, quizá por ser la novata y estar en su primer día, se le perdonaría ese pequeño detalle, Valeria actuó con normalidad, pero estaba equivocada porque, al entrar en la sala de juntas, en la que fue su primera reunión como asistente de Franco, quien era su jefe no dejó pasar la oportunidad para burlarse de ella.—Pero, ¿qué chiros son esos que traes puestos? ¿Intentas ridiculizarme frente a los socios? —dijo Franco cuando pasó a un costado de Valeria, que ya se había sentado y esperaba el inicio de la reunión.La joven levantó la vista y vio un brillo lejano y profundo en los ojos de Franco, que simulaba estar consternado y de muy mal genio, pero Valeria pronto adivin
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Hortensia
—¡Niña! —gritó Franco desde su despacho, una lujosa oficina de cincuenta metros cuadrados bordeada por un ventanal que daba a la cúspide de los rascacielos que rodeaban el edificio. Cuando Valeria entró, quedó tan impresionada que no quiso ni imaginarse cómo sería la oficina del señor Carrizosa.—¿Señor? ¿Necesita algo? —preguntó Valeria entrando con timidez al despacho, con la libreta de apuntes que había llevado ese día aferrada contra su pecho, como si fuese un escudo que la pudiera proteger de los zarpazos de león que Franco parecía estar por lanzarle. —Pues a ti, niña, ¿a quién más voy a necesitar? No será a la presidente de la Corte Suprema de Justicia, ¿verdad?—Sí, digo, no, es decir, sí, pero no… Me necesita a mí, señor, a mí, no a la presidenta de la Corte Suprema…—¿Siempre eres así de nerviosa? Porque ayer, en la entrevista, no lo parecías, ¿o es esa ropa barata que usas la que te pone así?De nuevo la mención a la ropa y la sonrisita macabra de Franco al reconocer cómo i
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Dinero para un traje nuevo
La redacción del documento no le llevó mucho tiempo a Valeria, que se basó en un formato que encontró entre los documentos que le pasó Hortensia, y en los que se debería presentar los trabajos que le pasara a Franco. —Ten mucho cuidado con los detalles —le advirtió Hortensia cuando le pasó los archivos a su Drive—. Ya viste que te tiene entre ojos y que no le agradas ni un poquito, así que estará pendiente de cualquier falla que cometas para hacértelo saber… y no de una forma muy dulce. Valeria asintió, todavía con lo que acababa de pasarle esa mañana muy fresco en su memoria, y hasta en su piel, que se erizó de solo pensar en pasar una nueva vergüenza, así que repasó dos diez veces el documento antes de considerar que estaba terminado. Al mirar el reloj en el escritorio de la computadora, vio que eran pasadas las diez y media. Valeria se levantó de su cubículo y caminó hasta el escritorio de Hortensia. Aunque era una mujer que pasaba de los cincuenta años,era la única que conocía
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En la cueva de una bestia
Después de que Jaime hubiera regresado a su cubículo, Franco se acercó al de Valeria y le pidió, llamándola “niña”, que le pasara el documento que acababa de elaborar para revisarlo. Valeria asintió sin casi poder respirar. Cuando Franco se marchó a su oficina, Valeria no podía creer que, en solo unas pocas horas, ese hombre, que era su jefe, ya la pusiera tan nerviosa. —¿Quieres que te lleve un vaso con agua, querida? —preguntó Hortensia cuando vio el rostro pálido de Valeria y su mirada dilatada. —Voy a necesitar un tequila doble —contestó Valeria mientras se levantaba, luego de haberse asegurado de enviar la copia del documento a Franco—. Si tienes algo así, te lo agradecería. —Pídeselo a él —dijo Hortensia con una sonrisa cómplice—. Seguro y te lo sirve. —Sí, en eso tienes razón —contestó Valeria—, pero será sobre mi cadáver. Deséame suerte. —Vas a necesitar mucho más que eso, pero si en algo te ayuda, te la deseo. Valeria entró a la oficina de Franco, que ya estaba senta
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En el almacén de ropa
Al pasar por el cubículo de Jaime, Valeria se extrañó al no verlo. Paseó la mirada por encima de los demás cubículos, en donde trabajaban otros asistentes a los que sonrió mientras intentaba dar con el rostro que tanto necesitaba hallar.«No puede ser. Solo esto me faltaba. Que Jaime desapareciera, ¡justo en el momento en que necesito salir a comprar ropa!».—Estoy buscando al chico que se sienta aquí, a Jaime —dijo Valeria cuando ya parecía una loca que se hubiera parado, sin otro oficio, a mirar por encima de las cabezas de los asistentes.—Está en una reunión con su jefe —contestó la chica que se sentaba al lado de Jaime y en la que Valeria recién se fijaba—. No creo que regrese pronto. Después de agradecer la respuesta y pedir las indicaciones para llegar al área de Derecho Administrativo, que era en donde estaba asignado Jaime, Valeria vio, con horror, que Jaime se encontraba en la sala de reuniones y no parecía que fuera a salir pronto. Valeria no sabía qué hacer porque él era
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Una inesperada invitación a almorzar
Pese a que lo intentó varias veces, Franco no consiguió levantar la mirada del talle que el conjunto formaba en la cintura de Valeria y, cuando al tercer intentó lo logró, después de encontró trabado en su senos, de los que le costó escapar lo mismo que a un aventurero de dos grandes colinas a las que no encontraba cómo atravesar.—Se ve muy bien… Sí. Se ve muy bien —consiguió articular Franco en el momento en que descubrió que tenía la boca seca.—Igual, me temo que no puedo llevarlo —dijo Valeria después de la tormentosa exploración a la que Franco sometió su cuerpo.—¿Por qué no puede llevarlo? —preguntó Franco, alzando la voz y antes de que la asistente del almacén consiguiera hacer una sugerencia de vendedora para que Valeria se decidiera a pagar el conjunto. —Porque… —Valeria bajó la mirada y se ruborizó— Es que es muy costoso, y como no he cobrado mi primer…—Yo lo pago —dijo Franco sin pensarlo dos veces—- Señorita, por favor, ponga ese traje a mi cuenta. Mi asistente se lo l
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Más trampas en el camino
La reunión con los hermanos en pleito por un testamento que ni siquiera tenía validez salió mejor de lo que Valeria había pensado. Pese a que era un pedante, un guache y un canalla con ella, cuando se trataba de hablar con los clientes y convencerlos de su punto de vista, Franco resultaba ser un príncipe encantador, capaz de vender hielo a los esquimales o agua a los peces. En apenas una hora, los hermanos se estaban abrazando, perdonándose unos a otros las ofensas, peleas y malas palabras que se habían dirigido durante el tiempo en que creyeron que cada uno le estaba robando a los demás y, luego de firmar el documento conciliatorio, que además resolvía la división de la herencia por partes iguales, también entregaron, en la tesorería de la firma de abogados, el millonario cheque que le dejaba a Franco una comisión con la que hubiera podido regresar al almacén de ropa y comprar todo el inventario. —Redacte el informe de la reunión —dijo Franco a Valeria cuando hubo acompañado a los h
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