Dudas cernidas

Para Franco y Valeria no habían dudas sobre la paternidad de sus hijos y, aunque el señor Carrizosa intentó conseguir quién le pudiera hacer una prueba de ADN a los pequeños antes del nacimiento, después de consultar con varios médicos, jefes y hasta accionistas de laboratorios, nadie se ofreció -por ninguna cantidad de dinero- a arriesgar la vida y crecimiento de los trillizos, además de que no había forma de que hicieran la prueba sin el consentimiento de la madre. Después de algunos esfuerzos en vano, el señor Carrizosa se convenció de que solo le quedaba esperar para tener la certeza de que los hijos que esperaba su nuera sí eran en realidad sus nietos consanguíneos.

Por su parte, Valeria nunca sintió la necesidad de sincerarse con sus padres, a quienes no llegó a manifestar sus dudas sobre la paternidad de Franco.

—Ha sido una suerte, creo —dijo Franco cuando comentó el tema con Valeria, que ahora se había pasado a vivir en su apartamento—, porque no sé si tus padres nunca te
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