La redacción del documento no le llevó mucho tiempo a Valeria, que se basó en un formato que encontró entre los documentos que le pasó Hortensia, y en los que se debería presentar los trabajos que le pasara a Franco. —Ten mucho cuidado con los detalles —le advirtió Hortensia cuando le pasó los archivos a su Drive—. Ya viste que te tiene entre ojos y que no le agradas ni un poquito, así que estará pendiente de cualquier falla que cometas para hacértelo saber… y no de una forma muy dulce. Valeria asintió, todavía con lo que acababa de pasarle esa mañana muy fresco en su memoria, y hasta en su piel, que se erizó de solo pensar en pasar una nueva vergüenza, así que repasó dos diez veces el documento antes de considerar que estaba terminado. Al mirar el reloj en el escritorio de la computadora, vio que eran pasadas las diez y media. Valeria se levantó de su cubículo y caminó hasta el escritorio de Hortensia. Aunque era una mujer que pasaba de los cincuenta años,era la única que conocía
Después de que Jaime hubiera regresado a su cubículo, Franco se acercó al de Valeria y le pidió, llamándola “niña”, que le pasara el documento que acababa de elaborar para revisarlo. Valeria asintió sin casi poder respirar. Cuando Franco se marchó a su oficina, Valeria no podía creer que, en solo unas pocas horas, ese hombre, que era su jefe, ya la pusiera tan nerviosa. —¿Quieres que te lleve un vaso con agua, querida? —preguntó Hortensia cuando vio el rostro pálido de Valeria y su mirada dilatada. —Voy a necesitar un tequila doble —contestó Valeria mientras se levantaba, luego de haberse asegurado de enviar la copia del documento a Franco—. Si tienes algo así, te lo agradecería. —Pídeselo a él —dijo Hortensia con una sonrisa cómplice—. Seguro y te lo sirve. —Sí, en eso tienes razón —contestó Valeria—, pero será sobre mi cadáver. Deséame suerte. —Vas a necesitar mucho más que eso, pero si en algo te ayuda, te la deseo. Valeria entró a la oficina de Franco, que ya estaba senta
Al pasar por el cubículo de Jaime, Valeria se extrañó al no verlo. Paseó la mirada por encima de los demás cubículos, en donde trabajaban otros asistentes a los que sonrió mientras intentaba dar con el rostro que tanto necesitaba hallar.«No puede ser. Solo esto me faltaba. Que Jaime desapareciera, ¡justo en el momento en que necesito salir a comprar ropa!».—Estoy buscando al chico que se sienta aquí, a Jaime —dijo Valeria cuando ya parecía una loca que se hubiera parado, sin otro oficio, a mirar por encima de las cabezas de los asistentes.—Está en una reunión con su jefe —contestó la chica que se sentaba al lado de Jaime y en la que Valeria recién se fijaba—. No creo que regrese pronto. Después de agradecer la respuesta y pedir las indicaciones para llegar al área de Derecho Administrativo, que era en donde estaba asignado Jaime, Valeria vio, con horror, que Jaime se encontraba en la sala de reuniones y no parecía que fuera a salir pronto. Valeria no sabía qué hacer porque él era
Pese a que lo intentó varias veces, Franco no consiguió levantar la mirada del talle que el conjunto formaba en la cintura de Valeria y, cuando al tercer intentó lo logró, después de encontró trabado en su senos, de los que le costó escapar lo mismo que a un aventurero de dos grandes colinas a las que no encontraba cómo atravesar.—Se ve muy bien… Sí. Se ve muy bien —consiguió articular Franco en el momento en que descubrió que tenía la boca seca.—Igual, me temo que no puedo llevarlo —dijo Valeria después de la tormentosa exploración a la que Franco sometió su cuerpo.—¿Por qué no puede llevarlo? —preguntó Franco, alzando la voz y antes de que la asistente del almacén consiguiera hacer una sugerencia de vendedora para que Valeria se decidiera a pagar el conjunto. —Porque… —Valeria bajó la mirada y se ruborizó— Es que es muy costoso, y como no he cobrado mi primer…—Yo lo pago —dijo Franco sin pensarlo dos veces—- Señorita, por favor, ponga ese traje a mi cuenta. Mi asistente se lo l
La reunión con los hermanos en pleito por un testamento que ni siquiera tenía validez salió mejor de lo que Valeria había pensado. Pese a que era un pedante, un guache y un canalla con ella, cuando se trataba de hablar con los clientes y convencerlos de su punto de vista, Franco resultaba ser un príncipe encantador, capaz de vender hielo a los esquimales o agua a los peces. En apenas una hora, los hermanos se estaban abrazando, perdonándose unos a otros las ofensas, peleas y malas palabras que se habían dirigido durante el tiempo en que creyeron que cada uno le estaba robando a los demás y, luego de firmar el documento conciliatorio, que además resolvía la división de la herencia por partes iguales, también entregaron, en la tesorería de la firma de abogados, el millonario cheque que le dejaba a Franco una comisión con la que hubiera podido regresar al almacén de ropa y comprar todo el inventario. —Redacte el informe de la reunión —dijo Franco a Valeria cuando hubo acompañado a los h
Pasó lo que Jaime le había advertido a Valeria y, a primera hora, Franco llamó a su asistente a preguntarle por los casos más recientes que habían llegado al área de Derecho Civil. Orgullosa de su trabajo del día anterior, Valeria recitó con precisión cada uno de los nueve casos que habían llegado al área, junto con una recomendación para lograr una solución conciliatoria. Después de unos minutos, Franco se giró y, luego de levantarse de su silla ejecutiva, se paró frente al ventanal, admirando la ciudad.—No quiso saber nada más de mí —dijo Franco después de algunos minutos más, en el momento en que Valeria le resumía el sexto caso.—¿Señor? —preguntó Valeria, no dando crédito a lo que acababa de escuchar porque asumió que su jefe estaba por hablarle de la cita de la noche anterior. —No vino. Me dejó esperándola. Es la primera vez que una mujer me hace algo así.Valeria no supo qué responder y, después de unos segundos en silencio, creyó que lo mejor era seguir con el resumen de los
Un poco antes del mediodía, cuando estaban revisando el quinto caso, el celular de Franco sonó y Valeria pudo ver la sonrisa que se dibujaba en el rostro de su jefe, pese a que intentó disimularla. Debía ser Dayana. Después de ofrecerle un guiño a Valeria, Franco se levantó y contestó la llamada y, aunque intentó concentrarse en los documentos de la carpeta que revisaban, Valeria no pudo evitar escuchar lo que su jefe decía. —Sí, sí, no te preocupes. Lo sé y lo entiendo —decía Franco, una y otra vez, en lo que parecía ser una larga y tendida exposición de argumentos de Dayana para ser perdonada—. Bien. ¿Entonces qué te parece si nos vemos para almorzar? Perfecto, sí, en el D´aggi. No, tranquila que esta vez me aseguraré de no saludar a nadie, ni siquiera si veo al Rey de Inglaterra al lado de mi mesa. Un beso. Te amo. Adiós.—¿Buenas noticias, señor? —preguntó Valeria cuando vio a Franco regresar.Sonriente, y no queriendo ocultar su felicidad sino, al contrario, con la impresión de
De regreso a la oficina, Valeria confiaba en que iba a congeniar un poco más con su jefe, que debía estar de muy buen humor después de haber almorzado con Dayana, pero después de haber entrado al despacho, Hortensia se acercó a ella y, con su celular en la mano, le indicó a la joven que Franco estaba al teléfono. —¿Aló? —dijo Valeria cuando recibió el celular y lo colocó contra su oreja.—Niña —dijo Franco, al otro lado de la línea—. Necesito que venga a la dirección que le voy a dictar, rápido. Apresurada por tomar el dato, Valeria sacó lo primero que encontró en su bolso y que le sirviera para anotar. Pese a que buscó un esfero, lo primero que tuvo a la mano fue el lápiz labial y, sobre una hoja de la impresora que Franco tenía en la oficina, anotó la dirección que su jefe le dictó.—Venga enseguida, niña. Lo más pronto que pueda. Es urgente. ¡Mi vida depende de que venga!—Sí señor. Ya mismo salgo, pero puedo saber… —¡Ya! —gritó Franco.—Bien, bien. Ya voy.Asustada por la maner