Una extraña llamada de Franco

De regreso a la oficina, Valeria confiaba en que iba a congeniar un poco más con su jefe, que debía estar de muy buen humor después de haber almorzado con Dayana, pero después de haber entrado al despacho, Hortensia se acercó a ella y, con su celular en la mano, le indicó a la joven que Franco estaba al teléfono.

—¿Aló? —dijo Valeria cuando recibió el celular y lo colocó contra su oreja.

—Niña —dijo Franco, al otro lado de la línea—. Necesito que venga a la dirección que le voy a dictar, rápido.

Apresurada por tomar el dato, Valeria sacó lo primero que encontró en su bolso y que le sirviera para anotar. Pese a que buscó un esfero, lo primero que tuvo a la mano fue el lápiz labial y, sobre una hoja de la impresora que Franco tenía en la oficina, anotó la dirección que su jefe le dictó.

—Venga enseguida, niña. Lo más pronto que pueda. Es urgente. ¡Mi vida depende de que venga!

—Sí señor. Ya mismo salgo, pero puedo saber…

—¡Ya! —gritó Franco.

—Bien, bien. Ya voy.

Asustada por la maner
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