De regreso a la oficina, Valeria confiaba en que iba a congeniar un poco más con su jefe, que debía estar de muy buen humor después de haber almorzado con Dayana, pero después de haber entrado al despacho, Hortensia se acercó a ella y, con su celular en la mano, le indicó a la joven que Franco estaba al teléfono. —¿Aló? —dijo Valeria cuando recibió el celular y lo colocó contra su oreja.—Niña —dijo Franco, al otro lado de la línea—. Necesito que venga a la dirección que le voy a dictar, rápido. Apresurada por tomar el dato, Valeria sacó lo primero que encontró en su bolso y que le sirviera para anotar. Pese a que buscó un esfero, lo primero que tuvo a la mano fue el lápiz labial y, sobre una hoja de la impresora que Franco tenía en la oficina, anotó la dirección que su jefe le dictó.—Venga enseguida, niña. Lo más pronto que pueda. Es urgente. ¡Mi vida depende de que venga!—Sí señor. Ya mismo salgo, pero puedo saber… —¡Ya! —gritó Franco.—Bien, bien. Ya voy.Asustada por la maner
Después de explicar por novena vez lo que había pasado, la llamada de su jefe, la voz de angustia con la que le suplicó que fuera y la velocidad con la que dictó la dirección, el oficial al mando de la estación de policía se convenció de que esa jovencita bien vestida no iba a dejarlo en paz hasta que no asignara a uno de sus hombres para que la acompaña. —Está bien, señorita —dijo el oficial, pasándose las manos por el rostro—. Le diré a uno de mis hombres que la acompañe, pero, la verdad, no creo que a su jefe le haya sucedido nada malo.—¿Por qué lo cree? —preguntó Valeria— ¿No me ha escuchado? Le dije que me llamó como si estuviera en peligro, me pidió que viniera urgente, hasta acá, y el taxista me advirtió sobre ese lugar, me dijo que no fuera a acercarme sin un policía, y que…—Sí, señorita, eso ya me lo ha dicho como diez veces. Ahora mismo le digo a un patrullero que la acompañe. Después de que uno de los agentes fuera encargado de acompañar a Valeria, la joven se aventuró
Valeria y el patrullero que la acompañaba miraban en dirección a la entrada de la casa sin poder dar crédito a lo que veían. La radio del policía solicitaba más datos sobre los pormenores del supuesto crimen que se estaba perpetrando en la propiedad, pero, sin decir nada, el patrullero solo extendió la mano y apagó el dispositivo que colgaba de su cintura.—¿Está segura de que ese es su jefe, señorita? —preguntó el policía— ¿Es ése el hombre al que estábamos buscando?Sin atreverse a mirar a la cara al patrullero, Valeria solo asintió mientras seguía, con la mirada, a Franco que caminaba, tomado de la mano, con Dayana y una pareja de personas mayores por delante. Cuando el hombre mayor abrió la puerta del antejardín para que la pareja saliera, la mirada de Franco se cruzó con la de Valeria, que estaba considerando hacer, en ese momento, lo que creyó que le estaba sucediendo a Franco en la casa de la que iba a rescatarlo.—¿Niña, qué hace? —preguntó Franco al ver que Valeria estaba aco
Esa noche, al salir del trabajo, Valeria llamó a sus papás para avisarles que se quedaría a dormir en casa de Sofía. Quería hablar sobre el tirano de su jefe con su mejor amiga, y aprovechar la ocasión para volver a plantearle a Sofía la posibilidad de que se fueran a vivir juntas, antes de que sus frecuentes náuseas en las noches y las madrugadas pudieran llamar la atención de sus padres.—Si se enteran que estoy embarazada van a matarme —dijo Valeria después de llegar a casa de Sofía y acomodarse con ella en la habitación—, pero si además saben que no sé quién es el padre, capaces son que me desentierran y me vuelven a matar.—¡Ay, pero cómo exageras! —dijo Sofía— Para mí, que sí s
Las palabras de Sofía dejaron pensando a Valeria que, pese al cansancio, no conseguía dormir, dando vueltas, una y otra vez, a los sucesos de los dos últimos días. ¿Y si Sofía tenía razón y Franco solo había actuado de manera natural, como debería actuar un jefe, sí, con algo de displicencia, pero sin ninguna malicia? Aunque lo que le había hecho ese día, de hacerla atravesar la ciudad, adentrarse en un barrio desconocido y que tenía mala fama, solo para que lo sacara de un aprieto de pareja, eso no tenía presentación, a menos que lo hubiera hecho porque…«Confía en mí. Sabía que iría, corriendo, a sacarlo de ese problema».Era una forma de verlo, una muy benigna y, si bien era cierto que ella misma se ha
Como hubiera anticipado Hortensia, las bolsas de té, humedecidas y algo tibias, funcionaron y, en quince minutos, el rostro de Valeria volvía a ser el de antes.—Mejor no te apliques maquillaje —dijo Hortensia—. Igual así te ves muy bien. Creo que ya puedes regresar.Valeria agradeció a Hortensia el tratamiento que le había aplicado y, al mirarse con un espejo de mano, comprobó que la secretaria no se equivocaba, o exageraba. El té no solo había aliviado la hinchazón, sino que también había tenido un efecto restaurador que ahora le confería a sus ojos un tipo especial de delineado natural que Valeria no había visto antes. Ahora más segura de sí misma, y decidida a confrontar a Franco por las palabras crueles con las que la habí
La idea de Sofía no era mala, eso tenía que admitirlo, pero implicaba agrandar la mentira.—¿Decirle a tus padres que conseguiste un trabajo como cuidadora de una mujer mayor? —preguntó Valeria luego de que Sofía le explicara lo que había tramado.—Sí, de esa manera podré vivir contigo, porque será como si tú fueras la mujer mayor a la que estoy cuidando.Así planteado no sonaba mal, incluso era perfecto porque Sofía pasaría las noches e incluso una buena parte del día en el apartamento que Valeria alquilara.—Bien, ¿pero y el pago? —preguntó Valeria al ir pensando en los detalles de la idea. El ascensor no tardó en llenarse. Era la hora pico, después del almuerzo, y la cabina quedó hasta el tope, tanto, que Jaime quedó apretado contra Valeria y parecían estar tomados de la mano. Detrás de ellos estaba Franco, casi dos cabezas más alto que Valeria, que no solo lo sentía pegado a su espalda, sino que también olía su costosa colonia Ralph Lauren. Sin atreverse a girar -y aunque lo hubiera querido hacer, no habría podido- Valeria tenía un mal presentimiento que, dos pisos más adelante, se hizo realidad.«¡Maldita sea!».Con la falta de aire y la aglomeración, la sensación de náuseas se hizo tan fuerte que Valeria sintió que iba a doblarse. Tenía que salir, sí o sí, de ese ascensor, de inmediato, oUn final de jornada algo ajetreado