POV MIAPOV MIAEl aire de Chicago tenía un toque gélido, incluso en pleno día, pero nada podía competir con el frío que había sentido en mi pecho desde que me despedí de Sebastiano en Italia. Pasaron seis días, y aunque sabía que él era un hombre ocupado, la espera comenzaba a volverse insoportable.Mi madre estaba descansando en una de las habitaciones de la casa que Sebastiano había comprado para ella. Era hermosa, como todo lo que él hacía. Amplia, luminosa, equipada con todo lo necesario para que mi mamá estuviera cómoda mientras se recuperaba del trasplante de riñón. Había una enfermera personal, incluso una terapeuta física. Él había pensado en todo, como siempre.Pero su ausencia era una sombra constante.Estaba en la cocina preparando un té para mi madre cuando sentí el peso de los últimos días caer sobre mí. Había pasado tanto tiempo reflexionando, buscando en mi corazón respuestas que no quería admitir. Había tomado una decisión. Sabía lo que quería, lo que necesitaba.Y er
POV MIAEl sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando abrí los ojos. La luz tenue pintaba la habitación de tonos dorados y cálidos, pero no era eso lo que captaba mi atención. Era el calor de su cuerpo junto al mío, su brazo fuerte y posesivo alrededor de mi cintura, como si incluso en sueños tuviera miedo de que me escapara.Sebastiano dormía profundamente, su rostro relajado pero aún marcado por la dureza que lo definía. En ese momento, parecía vulnerable, humano, casi como si el peso del mundo que cargaba sobre sus hombros no estuviera presente.No quise moverme, no quería romper la quietud que nos envolvía. Pero la realidad no tardó en colarse en mis pensamientos. Hoy sería el primer día de nuestra nueva realidad. Había decidido quedarme con él, luchar a su lado, pero eso no significaba que todo sería fácil.Me quedé observándolo un rato, memorizando cada línea de su rostro. Había tanto que quería preguntarle, tanto que aún necesitaba entender sobre este mundo en el
POV MIA—Quiero que volvamos a casa —susurró de repente—. Por favor.Sebastiano se relajó bajo mi toque, pero aún podía sentir la tensión en sus músculos. Sabía lo difícil que era para él ceder, especialmente cuando se trataba de algo tan íntimo como compartir su espacio. Pero ese simple "por favor" que había pronunciado significaba mucho más de lo que las palabras dejaban entrever.—Está bien —le respondí con suavidad, acariciando su rostro—. Volvamos a casa.Sus ojos oscurecidos con emoción encontraron los míos, y aunque no dijo nada más, su mirada lo decía todo. Me estaba permitiendo entrar en su mundo, en su vida, de una manera que no había hecho con nadie más.La casa que Sebastiano había comprado para mi madre era perfecta para su recuperación, pero nunca se sintió como nuestro hogar. Su insistencia en que yo estuviera allí mientras mi madre mejoraba era su forma de cuidar de ambas, pero ahora entendía que él también necesitaba cuidarse a sí mismo, y parte de eso implicaba tener
POV MIA—Gracias por traerme de vuelta —le respondí, poniéndome de puntillas para besarlo.Después de eso recibió una llamada, se disculpó y fue atenderla, mientras yo fui hasta la cocina y decidí que haría la cena para nosotros.Mientras Sebastiano hablaba por teléfono en su despacho, yo me dirigí a la cocina, un espacio amplio y moderno que siempre había admirado por su simplicidad y elegancia. Aunque todo parecía demasiado perfecto, casi como si nadie lo usara, había algo reconfortante en estar allí, tocando los utensilios y los ingredientes, como si pudiera transformar este lugar en un hogar real.Abrí el frigorífico, encontrándome con una selección impecable de alimentos frescos, cortes de carne perfectamente empaquetados y un surtido de verduras que lucían recién cosechadas. Me decidí por algo sencillo pero especial: un risotto de hongos, una receta que mi madre me había enseñado y que siempre lograba reconfortarme. Quería que Sebastiano sintiera un poco de esa calidez que yo as
POV MIACuando desperté y miré el reloj en la mesa de noche, no pude evitar sorprenderme al ver que eran las diez de la mañana. Diez. Nunca me levantaba tan tarde, y lo peor era que todavía sentía sueño, como si mi cuerpo me pidiera quedarse en la cama unas horas más. Últimamente, estaba más cansada de lo habitual, pero lo atribuía al estrés acumulado por el trasplante de mi madre y todo lo que había sucedido con Sebastiano.Con un suspiro, me levanté, sintiendo las sábanas tibias deslizándose por mi piel. Fui directo al baño, donde el agua caliente de la ducha me ayudó a despejarme un poco. Al salir, envolví mi cuerpo en una toalla y me acerqué al armario, observando la ropa perfectamente organizada que compartíamos. Cada prenda de Sebastiano reflejaba su impecable estilo y su personalidad dominante.Opté por algo cómodo pero presentable: unos jeans claros, una blusa blanca ligera y zapatillas deportivas. Justo cuando salía del vestidor, me encontré con Sebastiano, que estaba apoyado
POV MIACuando entré a la casa de mi madre, el aroma a flores frescas y el suave murmullo de música clásica llenaron el ambiente. Su enfermera personal, una mujer amable llamada Clara, me recibió con una cálida sonrisa.—Buenos días, Mia. La señora está en la sala, descansando —me informó.Asentí y caminé hacia la sala, donde encontré a mamá recostada en un sofá amplio, con un chal tejido sobre los hombros y una taza de té en las manos. Al verme, una sonrisa iluminó su rostro.—¡Mia! —exclamó, extendiendo los brazos hacia mí.—Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté mientras me acercaba para abrazarla.—Mucho mejor, gracias a ti —respondió, acariciando mi rostro con ternura—. Pero tú… te ves cansada, hija.—Es solo el estrés —dije rápidamente, tratando de restarle importancia—. Todo está bien, mamá.Su mirada se volvió analítica, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Ven aquí —me dijo, palmeando el espacio junto a ella—. Siéntate conmigo un momento.Me senté a su lado y,
POV MIACuando desperté al día siguiente, el sol ya estaba alto en el cielo. Sebastiano estaba sentado en un sillón frente a la cama, con un café en la mano y su mirada fija en mí. Parecía haberse levantado horas antes, pero su rostro mostraba una mezcla de preocupación y ternura.—Buenos días, dormilona —dijo, dejando la taza sobre la mesa auxiliar.—Buenos días —murmuré, mi voz todavía ronca por el sueño.—¿Cómo te sientes?Me tomé un momento para evaluar mi cuerpo. Las náuseas habían disminuido, pero aún sentía una ligera debilidad.—Mejor, creo.Él asintió, pero no parecía convencido.—Ya hablé con un médico. Nos está esperando en su consultorio a las diez.—Sebastiano, no es necesario. Probablemente solo sea estrés o algo que comí…—No voy a arriesgarme, Mia. Vamos al médico, y punto —dijo con un tono que no dejaba lugar a discusión.Suspiré, sabiendo que no tenía sentido pelear.—Está bien.Después de desayunar, Sebastiano me llevó al consultorio. Todo el camino permaneció en si
POV MIAEl día transcurrió lentamente, cada minuto pesando más que el anterior. Mamá finalmente se quedó dormida en el sofá después de almorzar, y yo decidí aprovechar el silencio para relajarme un poco. La sensación de malestar seguía presente, pero intenté ignorarla, enfocándome en el hecho de que Sebastiano y yo habíamos tomado las cosas con calma después de días difíciles.Sin embargo, esa tranquilidad duró poco. Mi teléfono vibró en la mesa, y al alzarlo, vi un correo electrónico del laboratorio médico. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Recordé que, en el consultorio, había decidido dar mi correo en lugar del de Sebastiano para evitar que se preocupara antes de tiempo.Me levanté con cuidado, asegurándome de no hacer ruido y de no despertar a mamá. Caminé hacia el baño, cerrando la puerta tras de mí y bloqueándola. No quería interrupciones ni preguntas.Sentada en el borde de la bañera, abrí el correo con manos temblorosas. Había un archivo adjunto con los resultados. Respiré hon