POV MIACuando desperté y miré el reloj en la mesa de noche, no pude evitar sorprenderme al ver que eran las diez de la mañana. Diez. Nunca me levantaba tan tarde, y lo peor era que todavía sentía sueño, como si mi cuerpo me pidiera quedarse en la cama unas horas más. Últimamente, estaba más cansada de lo habitual, pero lo atribuía al estrés acumulado por el trasplante de mi madre y todo lo que había sucedido con Sebastiano.Con un suspiro, me levanté, sintiendo las sábanas tibias deslizándose por mi piel. Fui directo al baño, donde el agua caliente de la ducha me ayudó a despejarme un poco. Al salir, envolví mi cuerpo en una toalla y me acerqué al armario, observando la ropa perfectamente organizada que compartíamos. Cada prenda de Sebastiano reflejaba su impecable estilo y su personalidad dominante.Opté por algo cómodo pero presentable: unos jeans claros, una blusa blanca ligera y zapatillas deportivas. Justo cuando salía del vestidor, me encontré con Sebastiano, que estaba apoyado
POV MIACuando entré a la casa de mi madre, el aroma a flores frescas y el suave murmullo de música clásica llenaron el ambiente. Su enfermera personal, una mujer amable llamada Clara, me recibió con una cálida sonrisa.—Buenos días, Mia. La señora está en la sala, descansando —me informó.Asentí y caminé hacia la sala, donde encontré a mamá recostada en un sofá amplio, con un chal tejido sobre los hombros y una taza de té en las manos. Al verme, una sonrisa iluminó su rostro.—¡Mia! —exclamó, extendiendo los brazos hacia mí.—Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté mientras me acercaba para abrazarla.—Mucho mejor, gracias a ti —respondió, acariciando mi rostro con ternura—. Pero tú… te ves cansada, hija.—Es solo el estrés —dije rápidamente, tratando de restarle importancia—. Todo está bien, mamá.Su mirada se volvió analítica, como si pudiera ver más allá de mis palabras.—Ven aquí —me dijo, palmeando el espacio junto a ella—. Siéntate conmigo un momento.Me senté a su lado y,
POV MIACuando desperté al día siguiente, el sol ya estaba alto en el cielo. Sebastiano estaba sentado en un sillón frente a la cama, con un café en la mano y su mirada fija en mí. Parecía haberse levantado horas antes, pero su rostro mostraba una mezcla de preocupación y ternura.—Buenos días, dormilona —dijo, dejando la taza sobre la mesa auxiliar.—Buenos días —murmuré, mi voz todavía ronca por el sueño.—¿Cómo te sientes?Me tomé un momento para evaluar mi cuerpo. Las náuseas habían disminuido, pero aún sentía una ligera debilidad.—Mejor, creo.Él asintió, pero no parecía convencido.—Ya hablé con un médico. Nos está esperando en su consultorio a las diez.—Sebastiano, no es necesario. Probablemente solo sea estrés o algo que comí…—No voy a arriesgarme, Mia. Vamos al médico, y punto —dijo con un tono que no dejaba lugar a discusión.Suspiré, sabiendo que no tenía sentido pelear.—Está bien.Después de desayunar, Sebastiano me llevó al consultorio. Todo el camino permaneció en si
POV MIAEl día transcurrió lentamente, cada minuto pesando más que el anterior. Mamá finalmente se quedó dormida en el sofá después de almorzar, y yo decidí aprovechar el silencio para relajarme un poco. La sensación de malestar seguía presente, pero intenté ignorarla, enfocándome en el hecho de que Sebastiano y yo habíamos tomado las cosas con calma después de días difíciles.Sin embargo, esa tranquilidad duró poco. Mi teléfono vibró en la mesa, y al alzarlo, vi un correo electrónico del laboratorio médico. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Recordé que, en el consultorio, había decidido dar mi correo en lugar del de Sebastiano para evitar que se preocupara antes de tiempo.Me levanté con cuidado, asegurándome de no hacer ruido y de no despertar a mamá. Caminé hacia el baño, cerrando la puerta tras de mí y bloqueándola. No quería interrupciones ni preguntas.Sentada en el borde de la bañera, abrí el correo con manos temblorosas. Había un archivo adjunto con los resultados. Respiré hon
POV MIAEl día siguiente llegó más rápido de lo que esperaba, y con él, la creciente ansiedad que había intentado mantener a raya durante toda la noche. Me desperté temprano, mucho antes de que Sebastiano siquiera se moviera, y me quedé mirando el techo, repasando una y otra vez las palabras que pensaba decirle.—Buenos días —murmuró Sebastiano con su voz ronca y adormilada, girándose hacia mí y envolviéndome en sus brazos.—Buenos días —respondí, tratando de sonar normal, aunque mi voz traicionó un leve temblor.—¿Dormiste bien? —preguntó, rozando mis labios con los suyos en un beso suave.—Sí, algo —mentí, porque la realidad era que no había pegado ojo en toda la noche.Sebastiano me observó por un momento más de lo necesario, sus ojos buscando algo en los míos. Era como si pudiera ver a través de mí, y eso me ponía aún más nerviosa.—Hoy tengo una reunión en la mañana, pero volveré para almorzar contigo —anunció, acariciando mi mejilla con ternura.—Está bien —dije con una sonrisa
POV MIACuando finalmente salí del baño, Sebastiano estaba allí, esperándome en el pasillo. Su postura era relajada, con las manos en los bolsillos, pero su mirada estaba fija en mí, penetrante, como si intentara leer lo que estaba sucediendo en mi interior.—Mia, tenemos que hablar —dijo, sin rodeos.—¿Hablar de qué? —traté de sonar despreocupada mientras pasaba junto a él, pero su mano se cerró con suavidad alrededor de mi muñeca, deteniéndome.—De lo que sea que estás escondiendo. Sé que algo pasa. Lo he notado desde esta mañana, desde antes de que fueras al baño.Mi corazón empezó a latir con fuerza, pero me obligué a mantener la compostura.—No estoy escondiendo nada, Sebastiano. Estoy bien, solo un poco cansada, eso es todo.Él entrecerró los ojos, claramente no creyéndome. Dio un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal como solo él podía hacerlo.—Mia, no me mientas. No a mí. ¿Qué está pasando? —insistió, su tono bajo pero cargado de una intensidad que me hizo temblar.—N
POV MIASebastiano no dejó de mirarme con esa intensidad que hacía que todo a mi alrededor desapareciera. Su mano seguía en mi mejilla, y la otra se movió con cuidado hasta mi abdomen, como si aún le costara creer que dentro de mí había una nueva vida. Una que era nuestra.—Esto cambia muchas cosas, Mia —dijo en voz baja, casi como si estuviera hablando consigo mismo—. Pero no cambia lo que siento por ti. Si acaso, lo hace más fuerte.Sus palabras fueron como un bálsamo para mi ansiedad. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas otra vez, pero esta vez no eran de miedo, sino de alivio. De esperanza. Lo abracé con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello, dejando que la calidez de su cuerpo calmara mi corazón acelerado.—No quiero que te sientas presionada, pero necesito que sepas que voy a estar aquí. No importa lo que pase, no voy a huir de esto —continuó, susurrándome al oído—. Tú eres mi familia, Mia. Tú y nuestro bebé.Quise responderle, pero las palabras se atascaron en mi garganta. So
El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.Dejé