CAPÍTULO 80

POV MIA

Cuando entré a la casa de mi madre, el aroma a flores frescas y el suave murmullo de música clásica llenaron el ambiente. Su enfermera personal, una mujer amable llamada Clara, me recibió con una cálida sonrisa.

—Buenos días, Mia. La señora está en la sala, descansando —me informó.

Asentí y caminé hacia la sala, donde encontré a mamá recostada en un sofá amplio, con un chal tejido sobre los hombros y una taza de té en las manos. Al verme, una sonrisa iluminó su rostro.

—¡Mia! —exclamó, extendiendo los brazos hacia mí.

—Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunté mientras me acercaba para abrazarla.

—Mucho mejor, gracias a ti —respondió, acariciando mi rostro con ternura—. Pero tú… te ves cansada, hija.

—Es solo el estrés —dije rápidamente, tratando de restarle importancia—. Todo está bien, mamá.

Su mirada se volvió analítica, como si pudiera ver más allá de mis palabras.

—Ven aquí —me dijo, palmeando el espacio junto a ella—. Siéntate conmigo un momento.

Me senté a su lado y,
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