Nunca había viajado tan rápido a Chicago. El corazón me palpitaba con una mezcla de ansiedad y determinación. Antes de enfrentar lo que me esperaba, había algo que necesitaba hacer. Tomé un desvío hacia un pequeño vecindario de las afueras de California. Allí, en un modesto edificio de ladrillos gastados por el tiempo, vivía Ava Miller, mi amiga y compañera en la discoteca donde trabajábamos. Como yo, Ava soñaba con una vida diferente, alejada de las luces falsas y la música ensordecedora que solo servía para ocultar nuestras desesperaciones.Cuando llegué, el sonido de los tacones golpeando las escaleras resonó en el estrecho pasillo. Toqué a su puerta, y tras un par de segundos, se abrió con un chirrido.—Mia —dijo sorprendida, con los ojos enrojecidos como si acabara de llorar. Su cabello, que normalmente llevaba recogido, caía desordenado sobre sus hombros.—No tengo mucho tiempo —respondí, entrando rápidamente y cerrando la puerta detrás de mí. Extendí mi bolso y saqué los cinco
Al salir de la habitación de mamá, con el corazón acelerado y la mente embotada de preocupación, me dirigí al pasillo en busca del médico que la atendía. Necesitaba respuestas, algo que me diera una pizca de certeza en medio de aquel caos que amenazaba con devorarme. Pero antes de que pudiera avanzar más de unos pocos pasos, me topé de frente con Sebastiano.La sorpresa me hizo llevar las manos al pecho, tratando de calmar los latidos frenéticos que se intensificaron al verlo. Su imponente figura bloqueaba el pasillo, y su presencia envolvía el aire, cargándolo de tensión.—¿Qué... qué haces aquí? —mi voz salió en un susurro tembloroso, apenas un eco de la seguridad que deseaba proyectar.Sebastiano arqueó una ceja y una sonrisa sarcástica curvó sus labios. Antes de que pudiera reaccionar, me tomó del brazo con una firmeza que dejaba claro que no aceptaba resistencia y me arrastró a una habitación vacía al final del pasillo. La puerta se cerró tras nosotros con un golpe seco, encerran
POV SEBASTIANO LOMBARDILa habitación se quedó en un silencio absoluto después de sus últimas palabras. Mia, aún temblorosa por el torrente de emociones, estaba en mis brazos, agotada. Sus ojos se cerraron, y su respiración comenzó a acompasarse, sus sollozos se convirtieron en murmullos apagados hasta que el silencio fue todo lo que quedó.La observé por un instante, notando cada detalle: las líneas de su rostro suavizadas por el sueño, sus pestañas húmedas por las lágrimas que aún brillaban bajo la luz. Parecía tan frágil en ese momento. Sin pensarlo dos veces, la acomodé entre mis brazos, levantándola con cuidado. Era ligera, y su cuerpo encajaba perfectamente contra el mío, como si hubiera sido hecho para ser protegido, y no para ser destrozado por las circunstancias.Me dirigí a la puerta, y con un leve gesto, le indiqué a mi chofer que preparara el coche. La llevé por el pasillo desierto, donde las sombras danzaban en las paredes y el eco de mis pasos parecía resonar como un jui
POV MIAAsentí lentamente, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. ¿Por qué había esperado tanto? No tenía ninguna necesidad de hacerlo, especialmente sabiendo que me había quedado dormida después de todo lo ocurrido.¡De nuevo estaba aquí!El peso de su presencia llenaba el espacio, sofocante y reconfortante al mismo tiempo, como un manto que no sabía si me protegía o me atrapaba. No dije nada durante el trayecto hacia la cocina, mis pasos ligeros resonaban en el suelo como un eco tímido, mientras él caminaba unos pasos por delante, con esa seguridad que siempre parecía rodearlo como una segunda piel.Al llegar a la cocina, él fue directamente al microondas. Encendió el aparato y permaneció de pie frente a él, los brazos cruzados sobre su pecho, mientras el leve zumbido llenaba el silencio tenso entre nosotros. Parecía que fingía paciencia, pero yo podía ver cómo tamborileaba los dedos contra su brazo, una señal de que la calma era una fachada.Mientras él se ocupaba de la
POV SEBASTIANO LOMBARDINo sabía qué demonios me pasaba a su alrededor. Era como si mi mente, siempre afilada y en control, se hubiera cubierto de una maldita neblina. Todo lo que normalmente tendría claro se desdibujaba, y lo único que podía enfocar con una precisión escalofriante era a ella. A esta mujer que tenía delante, con su mirada confundida y esos labios que me estaban llevando al límite de mi cordura.No pensaba. No razonaba. Pero sí sabía una cosa: la quería. La quería malditamente cerca, bajo mi control, y la quería ahora.Mis manos se movieron por sí solas, firmes pero cuidadosas, mientras la agarraba de la cintura y, con un movimiento fluido, la subía a la encimera. Era tan ligera, como si estuviera hecha para estar exactamente ahí, al alcance de mis labios, de mis manos, de todo lo que yo quisiera darle. Y quitarle.Mis labios continuaron reclamando los suyos, devorándola como si no hubiera un mañana. Su jodida boca era una puta gloria. Era suave, cálida, y tenía ese sa
Ella seguía sin mirarme, mordiéndose el labio como si quisiera tragarse su confesión.—Mírame. —Le ordené, mi voz más baja pero firme, y cuando finalmente levantó la vista, vi la mezcla de miedo y nerviosismo en sus ojos—. ¿Por qué no me dijiste antes? Me mentiste. —Pensé que no importaría… —balbuceó, su voz temblorosa.—¿No importaría? —Me reí, una risa seca y sin humor—. Maldita sea, claro que importa. Me importa porque no quiero hacer nada que no estés lista para hacer.Ella abrió la boca para responder, pero la detuve acercándome de nuevo.—Escúchame bien, Mia —dije, mi tono oscuro, mientras apoyaba mis manos a ambos lados de su rostro—. No tienes que demostrarme nada. Si no estás segura, si tienes dudas, me lo dices ahora mismo y me largo de esta habitación. Pero si decides seguir, será tu decisión, no porque yo te lo pida, ¿entendido?Su silencio me hizo inclinarme un poco más, mi aliento golpeando sus labios.—Dime. ¿Quieres esto? Ella tragó saliva, pero su respuesta fue clar
POV SEBASTIANO LOMBARDIMientras mi respiración se calmaba y mi frente descansaba contra la de Mia, la realización me golpeó como un maldito tren. Lo había jodido todo.Todo.¿Los millones y territorios que los Contini habían prometido? Se acababan de ir a la puta mierda. ¿La alianza que iba a asegurar mi control absoluto? Destruida. Porque una cosa estaba clara: nadie me haría separarme de Mia.No me casaría con Alessandra, y eso significaba una sola cosa: guerra. Una guerra que podría costarme todo lo que había construido. Pero a la mierda. Porque en este instante, mientras la sentía temblar suavemente contra mí, su piel caliente y húmeda debajo de mis manos, supe que todo lo demás era irrelevante. Ella era la maldita razón por la que acababa de cruzar un límite que nunca debería haber cruzado. ¿Y sabes qué? No me arrepentía ni un carajo. Mia me había vuelto loco, me había hecho perder el control que había mantenido toda mi jodida vida.Nunca había estado tan jodidamente fuera de mí
POV MIACuando esa mañana llegué a la clínica, el calor del abrazo de mamá fue suficiente para calmar momentáneamente el caos que reinaba en mi mente. Pero sabía que tarde o temprano la conversación que tanto temía saldría a flote, porque ella siempre había tenido la habilidad de leerme, incluso cuando yo misma no sabía lo que sentía.Después de un rato en silencio, mientras acariciaba mi cabello como solía hacer cuando era niña, su voz rompió la tranquilidad.—¿Él es tu novio? —preguntó, directa y sin rodeos.Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, y un nudo se formaba en mi garganta.—Es complicado, mamá —respondí en un susurro, evitando su mirada.—¿Por qué no me habías dicho nada de él? —Su tono no era de reproche, sino de curiosidad—. ¿Por qué no lo trajiste antes a presentarlo? ¿Te daba vergüenza… por mí, por nuestra situación o por el lugar donde vivimos?La incredulidad me golpeó como un balde de agua fría. Me separé de ella rápidamente, tomando su mano entre las mías y llev