CAPÍTULO 30

POV SEBASTIANO LOMBARDI

La habitación se quedó en un silencio absoluto después de sus últimas palabras. Mia, aún temblorosa por el torrente de emociones, estaba en mis brazos, agotada. Sus ojos se cerraron, y su respiración comenzó a acompasarse, sus sollozos se convirtieron en murmullos apagados hasta que el silencio fue todo lo que quedó.

La observé por un instante, notando cada detalle: las líneas de su rostro suavizadas por el sueño, sus pestañas húmedas por las lágrimas que aún brillaban bajo la luz. Parecía tan frágil en ese momento. Sin pensarlo dos veces, la acomodé entre mis brazos, levantándola con cuidado. Era ligera, y su cuerpo encajaba perfectamente contra el mío, como si hubiera sido hecho para ser protegido, y no para ser destrozado por las circunstancias.

Me dirigí a la puerta, y con un leve gesto, le indiqué a mi chofer que preparara el coche. La llevé por el pasillo desierto, donde las sombras danzaban en las paredes y el eco de mis pasos parecía resonar como un jui
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