POV MIALa habitación estaba en completo silencio. Había apagado las luces hace un rato, y aunque mi cuerpo estaba agotado, mi mente no dejaba de correr en círculos. Las palabras de Sebastiano durante la cena seguían rondando mi cabeza. Su vida, su destino, todo lo que lo había moldeado… ¿Qué tan diferente podría haber sido si hubiera tenido otra oportunidad? El día de mañana también no dejaba de rondar mi mente, quería que todo saliera bien y confiaba en los médicos que estarían a cargo. Eran los mejores, y las posibilidades de que todo fuera un desastre eran mínimas.Suspiré profundamente y cerré los ojos, forzándome a dejar los pensamientos a un lado. Poco a poco, mi cuerpo comenzó a relajarse y el sueño empezó a reclamarme.No supe cuánto tiempo había pasado cuando sentí algo. Un peso, un calor detrás de mí. Mi cuerpo se tensó al instante. Antes de que pudiera abrir los ojos por completo, unos brazos fuertes y firmes se deslizaron alrededor de mi cintura, envolviéndome con una pos
POV MIALlevaba cinco horas esperando, cada segundo estirándose como un tormento eterno. Mis piernas dolían de tanto caminar de un lado a otro, y mi mente no podía dejar de conjurar escenarios horribles. Quería creer que todo estaba bien, que la cirugía había sido un éxito, pero algo no cuadraba. Una sensación incómoda se había asentado en mi pecho desde que llegué, y no lograba ignorarla.Entonces, como una bendición caída del cielo, una enfermera se acercó.—¿Es usted la señora Lombardi? —preguntó, y yo asentí rápidamente, sintiendo un atisbo de alivio.—Sí, soy yo.—Acompáñeme, la llevaré donde está descansando su madre.La sorpresa me llenó de inmediato.—¿C-¿Cómo? ¿Ya terminó la cirugía? ¿Cómo está mi madre? ¿Todo salió bien? —pregunté a toda velocidad, mi voz temblorosa.Ella sonrió, y esa sonrisa me tranquilizó por un instante.—Ella está bien, todo salió perfectamente. Por favor, acompáñeme.Sin pensarlo dos veces, la seguí hasta el ascensor, un ligero alivio reemplazando la a
POV SEBASTIANOEl salón de reuniones era amplio, con ventanales que ofrecían una vista panorámica del corazón de la ciudad. La mesa de madera oscura estaba pulida hasta brillar, y alrededor de ella se sentaban los delegados de las diferentes áreas de mis hoteles. Los mejores en sus campos, o al menos, eso se suponía.Me incliné hacia atrás en mi silla, dejando que mi mirada recorriese a cada uno de ellos mientras hablaban. El director financiero estaba exponiendo las cifras del último trimestre con un gráfico proyectado en la pantalla.—...hemos tenido un aumento del 4.8% en las ganancias respecto al trimestre anterior, principalmente por la reapertura del hotel en Milán tras la renovación. Sin embargo, los costos operativos también han subido un 3.2% debido al aumento en los precios de suministros y salarios— explicó, ajustándose las gafas.—¿Me estás diciendo que, después de invertir millones en renovar ese hotel, apenas logramos un margen de 1.6%? —interrumpí, mi voz afilada como u
POV SEBASTIANOEl silencio en el almacén era pesado, roto únicamente por los quejidos de los hombres atados frente a mí. Mis nudillos ardían, manchados de sangre seca, pero no estaba satisfecho. Aún no habían dicho lo suficiente, y la paciencia no era precisamente mi mejor cualidad.El sonido del teléfono interrumpió el silencio en el almacén. Mis nudillos estaban manchados de sangre, la camisa desordenada, y los gritos de los hombres frente a mí se mezclaban con el eco de mi respiración controlada. Saqué el móvil del bolsillo, viendo el nombre de Ricardo parpadear en la pantalla.Contesté al instante, con una mezcla de molestia y alerta en mi voz:—¿Qué pasa?Del otro lado, la voz de Ricardo llegó tensa, casi con una pizca de nerviosismo que no era habitual en él.—Jefe, es Mia.Mis dedos se tensaron sobre el teléfono, y el corazón se detuvo por un segundo.—Habla claro, Ricardo.—Está en el hospital… alguien la atacó.Sentí como si un puñetazo me hubiera alcanzado en el estómago. Mi
POV MIASabía que al señalar a Salvador había firmado algo más que una simple acusación. Había sellado mi destino, aunque aún no podía definir si eso sería para bien o para mal. Las fotos seguían frescas en mi mente, y el rostro de Salvador se quedó grabado en mi memoria con una intensidad que me daba escalofríos. No me quedaba otra opción. Si alguien podía lidiar con un hijo de puta de ese calibre, ese era Sebastiano Lombardi. Aunque tenía miedo de las consecuencias, elegí confiar en él.El pasillo hacia la habitación de mamá se sentía interminable. Cada movimiento de la silla de ruedas hacía que mis costillas dolieran un poco más, recordándome lo vulnerables que habíamos estado. Los ataques de Salvador no eran solo golpes; eran advertencias, promesas de que podría volver y terminar lo que había empezado.—Aquí es, señorita Lombardi —dijo la enfermera con suavidad, deteniendo la silla frente a la puerta de la habitación de mi madre.—Gracias —murmuré, tratando de sonreír, aunque sabí
POV SEBASTIANOCada golpe que propinaba al saco de boxeo resonaba en el gimnasio privado como un tambor de guerra. La fuerza con la que mis puños impactaban el cuero era casi inhumana, pero no lo suficiente para drenar la ira que me consumía. Cada golpe que lanzaba no solo llevaba mi ira, sino también mi desprecio hacia Umberto, mi hermanastro, la rata más miserable que había conocido en mi vida. Nunca hubo amor entre nosotros, pero ahora, ni siquiera quedaba una pizca de tolerancia.Quería verlo muerto.Había pasado toda mi vida entrenándome, moldeándome para ser el sucesor de mi padre, para llevar el peso de la Cosa Nostra en mis hombros. Pero Umberto, en su asquerosa cobardía, no quería ganarse su lugar como hombre, no quería enfrentarse a mí directamente. No. Eligió el camino de las ratas, planeando arrebatarme todo mientras yo estaba "muerto".Ese accidente... ese maldito accidente.Recordarlo me encendía la sangre. Los frenos de mi coche fallaron, y un auto apareció, una coincid
El sonido sordo de mis puños golpeando el saco de boxeo resonaba en la sala de entrenamiento, una sinfonía de frustración y rabia que había sido mi compañera constante. Cada golpe era un recordatorio de la venganza que se me escapaba entre los dedos, como si el saco de boxeo pudiera absorber la oscuridad que me consumía.La imagen de Isabella, mi dulce hermana. Seguía atormentándome. Vittorio Morelli, el jefe de la Cosa Nostra, aún caminaba libre, y mi búsqueda de justicia se convertía cada día más en una lucha contra el tiempo y la impotencia.Mis músculos ya estaban tensos y el sudor resbalaba por mi frente cuando la puerta chirrió al abrirse. Todos sabían que cuando entrenaba no podían molestarme, a menos que fueras Niccoló, mi mejor amigo y aliado en esta venganza, Isa era como una hermana para él.El nombrado entró con una sonrisa que no lograba ocultar la excitación en su rostro.—Marco, amigo mio, tengo buenas noticias para ti —anunció, con una mirada llena de complicidad.Dejé
POV VALENTINA MORELLILa expectativa y el temor se mezclaban en mi mente mientras aguardaba la llegada del guardaespaldas que mi padre había decidido asignarme. La sola mención de su apodo, "la bestia", había encendido una chispa de aprensión que ardió en lo más profundo de mis pensamientos.Cada sonido fuera de la puerta aumentaba mi ansiedad. Saber que este hombre, conocido por su ferocidad en peleas y aparentemente desprovisto de emociones, se convertiría en mi sombra protectora, me sumergía en una inquietud incontrolable. ¿Cómo podía confiar mi seguridad a alguien tan imponente y aparentemente despiadado?Las historias sobre él se propagaban como sombras susurrantes, creando una imagen de un individuo sin tacto, un ser cuya presencia resonaba más como una amenaza que como una protección. La sola idea de compartir mi espacio con alguien tan distante y enigmático me hacía cuestionar las decisiones de mi padre.—Hija, buenos días —giré para encontrarme con la figura de mi padre, emer