CAPÍTULO 29

Al salir de la habitación de mamá, con el corazón acelerado y la mente embotada de preocupación, me dirigí al pasillo en busca del médico que la atendía. Necesitaba respuestas, algo que me diera una pizca de certeza en medio de aquel caos que amenazaba con devorarme. Pero antes de que pudiera avanzar más de unos pocos pasos, me topé de frente con Sebastiano.

La sorpresa me hizo llevar las manos al pecho, tratando de calmar los latidos frenéticos que se intensificaron al verlo. Su imponente figura bloqueaba el pasillo, y su presencia envolvía el aire, cargándolo de tensión.

—¿Qué... qué haces aquí? —mi voz salió en un susurro tembloroso, apenas un eco de la seguridad que deseaba proyectar.

Sebastiano arqueó una ceja y una sonrisa sarcástica curvó sus labios. Antes de que pudiera reaccionar, me tomó del brazo con una firmeza que dejaba claro que no aceptaba resistencia y me arrastró a una habitación vacía al final del pasillo. La puerta se cerró tras nosotros con un golpe seco, encerran
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