POV MIACuando esa mañana llegué a la clínica, el calor del abrazo de mamá fue suficiente para calmar momentáneamente el caos que reinaba en mi mente. Pero sabía que tarde o temprano la conversación que tanto temía saldría a flote, porque ella siempre había tenido la habilidad de leerme, incluso cuando yo misma no sabía lo que sentía.Después de un rato en silencio, mientras acariciaba mi cabello como solía hacer cuando era niña, su voz rompió la tranquilidad.—¿Él es tu novio? —preguntó, directa y sin rodeos.Sentí cómo el calor subía a mis mejillas, y un nudo se formaba en mi garganta.—Es complicado, mamá —respondí en un susurro, evitando su mirada.—¿Por qué no me habías dicho nada de él? —Su tono no era de reproche, sino de curiosidad—. ¿Por qué no lo trajiste antes a presentarlo? ¿Te daba vergüenza… por mí, por nuestra situación o por el lugar donde vivimos?La incredulidad me golpeó como un balde de agua fría. Me separé de ella rápidamente, tomando su mano entre las mías y llev
POV SEBASTIANOAllí estaba ella, caminando hacia mí con esa mezcla de inocencia y determinación que me tenía completamente jodido. Desde el momento en que la vi salir de la clínica, mi cuerpo respondió como un maldito resorte. No podía evitarlo, y honestamente, ni siquiera quería intentarlo.La forma en que sus ojos esquivaron los míos, como si intentara no pensar en lo que pasó anoche, me arrancó una sonrisa. Una parte de mí quería decirle algo sarcástico, provocarla hasta que admitiera en voz alta que no podía dejar de pensar en mí. Pero me contuve. Por ahora.—Hola. ¿Por qué estás aquí? —preguntó, y esa vocecita tímida me hizo querer besarla justo ahí.Me encogí de hombros, fingiendo una calma que estaba muy lejos de sentir.—Estaba camino a casa cuando el doctor me escribió, así que decidí venir por ti.No era mentira, pero tampoco era toda la verdad. La verdad era que no podía dejarla sola. No después de anoche. No después de sentirla temblar bajo mis manos, de escuchar cómo decí
POV MIALa habitación estaba en completo silencio. Había apagado las luces hace un rato, y aunque mi cuerpo estaba agotado, mi mente no dejaba de correr en círculos. Las palabras de Sebastiano durante la cena seguían rondando mi cabeza. Su vida, su destino, todo lo que lo había moldeado… ¿Qué tan diferente podría haber sido si hubiera tenido otra oportunidad? El día de mañana también no dejaba de rondar mi mente, quería que todo saliera bien y confiaba en los médicos que estarían a cargo. Eran los mejores, y las posibilidades de que todo fuera un desastre eran mínimas.Suspiré profundamente y cerré los ojos, forzándome a dejar los pensamientos a un lado. Poco a poco, mi cuerpo comenzó a relajarse y el sueño empezó a reclamarme.No supe cuánto tiempo había pasado cuando sentí algo. Un peso, un calor detrás de mí. Mi cuerpo se tensó al instante. Antes de que pudiera abrir los ojos por completo, unos brazos fuertes y firmes se deslizaron alrededor de mi cintura, envolviéndome con una pos
POV MIALlevaba cinco horas esperando, cada segundo estirándose como un tormento eterno. Mis piernas dolían de tanto caminar de un lado a otro, y mi mente no podía dejar de conjurar escenarios horribles. Quería creer que todo estaba bien, que la cirugía había sido un éxito, pero algo no cuadraba. Una sensación incómoda se había asentado en mi pecho desde que llegué, y no lograba ignorarla.Entonces, como una bendición caída del cielo, una enfermera se acercó.—¿Es usted la señora Lombardi? —preguntó, y yo asentí rápidamente, sintiendo un atisbo de alivio.—Sí, soy yo.—Acompáñeme, la llevaré donde está descansando su madre.La sorpresa me llenó de inmediato.—¿C-¿Cómo? ¿Ya terminó la cirugía? ¿Cómo está mi madre? ¿Todo salió bien? —pregunté a toda velocidad, mi voz temblorosa.Ella sonrió, y esa sonrisa me tranquilizó por un instante.—Ella está bien, todo salió perfectamente. Por favor, acompáñeme.Sin pensarlo dos veces, la seguí hasta el ascensor, un ligero alivio reemplazando la a
POV SEBASTIANOEl salón de reuniones era amplio, con ventanales que ofrecían una vista panorámica del corazón de la ciudad. La mesa de madera oscura estaba pulida hasta brillar, y alrededor de ella se sentaban los delegados de las diferentes áreas de mis hoteles. Los mejores en sus campos, o al menos, eso se suponía.Me incliné hacia atrás en mi silla, dejando que mi mirada recorriese a cada uno de ellos mientras hablaban. El director financiero estaba exponiendo las cifras del último trimestre con un gráfico proyectado en la pantalla.—...hemos tenido un aumento del 4.8% en las ganancias respecto al trimestre anterior, principalmente por la reapertura del hotel en Milán tras la renovación. Sin embargo, los costos operativos también han subido un 3.2% debido al aumento en los precios de suministros y salarios— explicó, ajustándose las gafas.—¿Me estás diciendo que, después de invertir millones en renovar ese hotel, apenas logramos un margen de 1.6%? —interrumpí, mi voz afilada como u
POV SEBASTIANOEl silencio en el almacén era pesado, roto únicamente por los quejidos de los hombres atados frente a mí. Mis nudillos ardían, manchados de sangre seca, pero no estaba satisfecho. Aún no habían dicho lo suficiente, y la paciencia no era precisamente mi mejor cualidad.El sonido del teléfono interrumpió el silencio en el almacén. Mis nudillos estaban manchados de sangre, la camisa desordenada, y los gritos de los hombres frente a mí se mezclaban con el eco de mi respiración controlada. Saqué el móvil del bolsillo, viendo el nombre de Ricardo parpadear en la pantalla.Contesté al instante, con una mezcla de molestia y alerta en mi voz:—¿Qué pasa?Del otro lado, la voz de Ricardo llegó tensa, casi con una pizca de nerviosismo que no era habitual en él.—Jefe, es Mia.Mis dedos se tensaron sobre el teléfono, y el corazón se detuvo por un segundo.—Habla claro, Ricardo.—Está en el hospital… alguien la atacó.Sentí como si un puñetazo me hubiera alcanzado en el estómago. Mi
POV MIASabía que al señalar a Salvador había firmado algo más que una simple acusación. Había sellado mi destino, aunque aún no podía definir si eso sería para bien o para mal. Las fotos seguían frescas en mi mente, y el rostro de Salvador se quedó grabado en mi memoria con una intensidad que me daba escalofríos. No me quedaba otra opción. Si alguien podía lidiar con un hijo de puta de ese calibre, ese era Sebastiano Lombardi. Aunque tenía miedo de las consecuencias, elegí confiar en él.El pasillo hacia la habitación de mamá se sentía interminable. Cada movimiento de la silla de ruedas hacía que mis costillas dolieran un poco más, recordándome lo vulnerables que habíamos estado. Los ataques de Salvador no eran solo golpes; eran advertencias, promesas de que podría volver y terminar lo que había empezado.—Aquí es, señorita Lombardi —dijo la enfermera con suavidad, deteniendo la silla frente a la puerta de la habitación de mi madre.—Gracias —murmuré, tratando de sonreír, aunque sabí
POV SEBASTIANOCada golpe que propinaba al saco de boxeo resonaba en el gimnasio privado como un tambor de guerra. La fuerza con la que mis puños impactaban el cuero era casi inhumana, pero no lo suficiente para drenar la ira que me consumía. Cada golpe que lanzaba no solo llevaba mi ira, sino también mi desprecio hacia Umberto, mi hermanastro, la rata más miserable que había conocido en mi vida. Nunca hubo amor entre nosotros, pero ahora, ni siquiera quedaba una pizca de tolerancia.Quería verlo muerto.Había pasado toda mi vida entrenándome, moldeándome para ser el sucesor de mi padre, para llevar el peso de la Cosa Nostra en mis hombros. Pero Umberto, en su asquerosa cobardía, no quería ganarse su lugar como hombre, no quería enfrentarse a mí directamente. No. Eligió el camino de las ratas, planeando arrebatarme todo mientras yo estaba "muerto".Ese accidente... ese maldito accidente.Recordarlo me encendía la sangre. Los frenos de mi coche fallaron, y un auto apareció, una coincid