CAPÍTULO 26

Al salir de la casa, Dario estaba allí como había dicho Sebastiano. Aún estaba esperando el momento en que apareciera y dijera que todo era una mentira. Parecía surrealista que él hubiera permitido mi partida, sabía que debía tener una segunda intención, aunque todavía no comprendía cuál era.

No importaba, aprovecharía esta oportunidad y me aseguraría de alejarme a una ciudad remota, hasta reunir el dinero suficiente para salir del país con mi madre. No podía correr el riesgo de que Salvador nos encontrara.

—Buenas noches, Dario —susurré, mi voz quebrada por la incertidumbre.

—Sebastiano me ha pedido que te lleve de vuelta a California. —Su tono era neutro, pero en sus ojos había una sombra de compasión—. ¿Ha pasado algo?

—Él te lo comentará cuando vuelvas —respondí con una sonrisa tensa, evitando dar más detalles. Entré al automóvil, sintiendo que mi corazón latía tan rápido que apenas podía respirar.

El trayecto al aeropuerto privado fue silencioso. Un nudo se instaló en mi abdomen
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