Un simple juego de supervivencia, me dije a mí misma, repitiéndomelo como un mantra mientras me apretaba la tela alrededor del cuerpo, tratando de no pensar en lo que estaba a punto de hacer.Cuando salí del baño, la luz de la lámpara de la mesilla se filtraba por toda la habitación. Sebastiano no estaba en el interior. Su ausencia, extrañamente, me pareció más peligrosa que su presencia. Pero entonces, al escuchar un leve crujido en el suelo, lo supe. Él estaba ahí.—¿Me vas a ignorar toda la noche? —su voz profunda, cargada de una calma tensa, cortó el aire entre nosotros.Me detuve en el umbral de la puerta de baño, observando la habitación y encontrándolo en la esquina, entre las sombras. Sabía que cualquier palabra, cualquier reacción que tuviera, podría desatar algo mucho más grande de lo que estaba dispuesta a manejar. Pero no podía seguir fingiendo.—No te estoy ignorando —respondí, aunque mis palabras sonaron vacías incluso para mí—. Solo buscaba el momento para decirte que q
Al salir de la casa, Dario estaba allí como había dicho Sebastiano. Aún estaba esperando el momento en que apareciera y dijera que todo era una mentira. Parecía surrealista que él hubiera permitido mi partida, sabía que debía tener una segunda intención, aunque todavía no comprendía cuál era.No importaba, aprovecharía esta oportunidad y me aseguraría de alejarme a una ciudad remota, hasta reunir el dinero suficiente para salir del país con mi madre. No podía correr el riesgo de que Salvador nos encontrara.—Buenas noches, Dario —susurré, mi voz quebrada por la incertidumbre.—Sebastiano me ha pedido que te lleve de vuelta a California. —Su tono era neutro, pero en sus ojos había una sombra de compasión—. ¿Ha pasado algo?—Él te lo comentará cuando vuelvas —respondí con una sonrisa tensa, evitando dar más detalles. Entré al automóvil, sintiendo que mi corazón latía tan rápido que apenas podía respirar.El trayecto al aeropuerto privado fue silencioso. Un nudo se instaló en mi abdomen
POV SEBASTIANO LOMBARDIEl amanecer trajo consigo un frío cortante que se colaba por los ventanales de la habitación subterránea donde me encontraba. La luz débil se filtraba a través de las grietas en el cemento, dibujando sombras alargadas sobre el rostro del hombre atado a la silla de acero frente a mí. La sangre empapaba su camisa, y su respiración era entrecortada, un testimonio del dolor que había soportado desde que lo capturamos.Avancé con paso firme, mis zapatos resonando en el suelo de concreto. En una mano llevaba un pañuelo limpio, un contraste deliberado con la brutalidad de la escena que se desarrollaba ante mí. Observé al prisionero con una mirada fría, sin un ápice de empatía.—Te lo preguntaré una vez más. —Mi voz era baja, pero cada palabra cargaba el peso de una amenaza silenciosa—. ¿Quién está detrás de la operación de tráfico en mis calles?El hombre, con el rostro hinchado y cubierto de sangre seca, levantó la vista. El miedo estaba escrito en cada línea de su e
Nunca había viajado tan rápido a Chicago. El corazón me palpitaba con una mezcla de ansiedad y determinación. Antes de enfrentar lo que me esperaba, había algo que necesitaba hacer. Tomé un desvío hacia un pequeño vecindario de las afueras de California. Allí, en un modesto edificio de ladrillos gastados por el tiempo, vivía Ava Miller, mi amiga y compañera en la discoteca donde trabajábamos. Como yo, Ava soñaba con una vida diferente, alejada de las luces falsas y la música ensordecedora que solo servía para ocultar nuestras desesperaciones.Cuando llegué, el sonido de los tacones golpeando las escaleras resonó en el estrecho pasillo. Toqué a su puerta, y tras un par de segundos, se abrió con un chirrido.—Mia —dijo sorprendida, con los ojos enrojecidos como si acabara de llorar. Su cabello, que normalmente llevaba recogido, caía desordenado sobre sus hombros.—No tengo mucho tiempo —respondí, entrando rápidamente y cerrando la puerta detrás de mí. Extendí mi bolso y saqué los cinco
Al salir de la habitación de mamá, con el corazón acelerado y la mente embotada de preocupación, me dirigí al pasillo en busca del médico que la atendía. Necesitaba respuestas, algo que me diera una pizca de certeza en medio de aquel caos que amenazaba con devorarme. Pero antes de que pudiera avanzar más de unos pocos pasos, me topé de frente con Sebastiano.La sorpresa me hizo llevar las manos al pecho, tratando de calmar los latidos frenéticos que se intensificaron al verlo. Su imponente figura bloqueaba el pasillo, y su presencia envolvía el aire, cargándolo de tensión.—¿Qué... qué haces aquí? —mi voz salió en un susurro tembloroso, apenas un eco de la seguridad que deseaba proyectar.Sebastiano arqueó una ceja y una sonrisa sarcástica curvó sus labios. Antes de que pudiera reaccionar, me tomó del brazo con una firmeza que dejaba claro que no aceptaba resistencia y me arrastró a una habitación vacía al final del pasillo. La puerta se cerró tras nosotros con un golpe seco, encerran
POV SEBASTIANO LOMBARDILa habitación se quedó en un silencio absoluto después de sus últimas palabras. Mia, aún temblorosa por el torrente de emociones, estaba en mis brazos, agotada. Sus ojos se cerraron, y su respiración comenzó a acompasarse, sus sollozos se convirtieron en murmullos apagados hasta que el silencio fue todo lo que quedó.La observé por un instante, notando cada detalle: las líneas de su rostro suavizadas por el sueño, sus pestañas húmedas por las lágrimas que aún brillaban bajo la luz. Parecía tan frágil en ese momento. Sin pensarlo dos veces, la acomodé entre mis brazos, levantándola con cuidado. Era ligera, y su cuerpo encajaba perfectamente contra el mío, como si hubiera sido hecho para ser protegido, y no para ser destrozado por las circunstancias.Me dirigí a la puerta, y con un leve gesto, le indiqué a mi chofer que preparara el coche. La llevé por el pasillo desierto, donde las sombras danzaban en las paredes y el eco de mis pasos parecía resonar como un jui
POV MIAAsentí lentamente, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. ¿Por qué había esperado tanto? No tenía ninguna necesidad de hacerlo, especialmente sabiendo que me había quedado dormida después de todo lo ocurrido.¡De nuevo estaba aquí!El peso de su presencia llenaba el espacio, sofocante y reconfortante al mismo tiempo, como un manto que no sabía si me protegía o me atrapaba. No dije nada durante el trayecto hacia la cocina, mis pasos ligeros resonaban en el suelo como un eco tímido, mientras él caminaba unos pasos por delante, con esa seguridad que siempre parecía rodearlo como una segunda piel.Al llegar a la cocina, él fue directamente al microondas. Encendió el aparato y permaneció de pie frente a él, los brazos cruzados sobre su pecho, mientras el leve zumbido llenaba el silencio tenso entre nosotros. Parecía que fingía paciencia, pero yo podía ver cómo tamborileaba los dedos contra su brazo, una señal de que la calma era una fachada.Mientras él se ocupaba de la
POV SEBASTIANO LOMBARDINo sabía qué demonios me pasaba a su alrededor. Era como si mi mente, siempre afilada y en control, se hubiera cubierto de una maldita neblina. Todo lo que normalmente tendría claro se desdibujaba, y lo único que podía enfocar con una precisión escalofriante era a ella. A esta mujer que tenía delante, con su mirada confundida y esos labios que me estaban llevando al límite de mi cordura.No pensaba. No razonaba. Pero sí sabía una cosa: la quería. La quería malditamente cerca, bajo mi control, y la quería ahora.Mis manos se movieron por sí solas, firmes pero cuidadosas, mientras la agarraba de la cintura y, con un movimiento fluido, la subía a la encimera. Era tan ligera, como si estuviera hecha para estar exactamente ahí, al alcance de mis labios, de mis manos, de todo lo que yo quisiera darle. Y quitarle.Mis labios continuaron reclamando los suyos, devorándola como si no hubiera un mañana. Su jodida boca era una puta gloria. Era suave, cálida, y tenía ese sa