Fin.

Mi hijo Giorgio estaba en brazos de su madre. Amaba verlo sobre ella, amaba verla a ella.

Mis padres lloraron al contemplar al bebé. Mi padre, con el corazón conmovido, le pidió disculpas a Georgina por sus modales fuera de lugar.

Giorgio era un gordito precioso, con pequeñas manchas rojas en su carita.

—Eres la mamá más bella del mundo— susurré antes de besar sus labios.

Ella me miró con devoción, sus ojos reflejaban un amor absoluto.

—Al fin es mío— murmuró, abrazando a nuestro hijo con ternura.

Dos días después, nos dieron el alta y volvimos a casa.

Los regalos inundaban cada rincón, al igual que los globos de bienvenida. Mis padres se esmeraron en decorar todo con amor y, al tener a Giorgio en sus brazos, no pudieron contener la emoción.

Las fotos profesionales no faltaron. Liliana no dejaba de escribir y llamar, emocionada.

Nuestro hijo era un bebé amado por todos.

*

Las noches fueron agotadoras el primer mes. Tanto Georgina como yo apenas dormíamos; nuestro pequeño pa
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