No pudimos casarnos al día siguiente como yo quería; tuvimos que esperar dos días. Las llamadas a su teléfono eran constantes, y muchas veces lo veía enfurecerse por lo que le decían. —Son una balsa de inútiles— rugió, furioso. Me sentía culpable. Por mis caprichos, él estaba pasando un mal rato. —Ven aquí— su voz sonaba áspera, salvaje, como siempre que estaba estresado. Suspiró contra mi cuello, su aliento cálido provocándome cosquillas. —Lo siento... De verdad, te he retrasado demasiado— —No me importa, con tal de que seas mi esposa— Me besó varias veces, y me dejé llevar. Más tarde fuimos de compras. Mientras él esperaba sentado, me aseguré de que no viera el vestido. Justo cuando salía del vestidor, escuché a una mujer coquetearle descaradamente. —Déjame adivinar de qué país eres... ¿Ruso?— —Sí, soy ruso— —Siempre quise un hombre ruso... Sabes, yo no soy celosa. ¿Me das tu número?— —¿Y mi puño en tu cara no quisieras, regalada?—espeté, furiosa Leo se puso de pie de
Al llegar a la empresa, una gran sorpresa nos esperaba. Leo y Liliana lo habían planeado todo. "Newly married." Sonreí con el corazón latiendo de emoción. En las paredes colgaban fotos de nuestra infancia, pero lo que más me sorprendió fueron aquellas que Leo me había tomado en secreto. Momentos robados en los que mi sonrisa le pertenecía solo a él. Y en el centro de todo, una imagen que me dejó sin aliento: nuestra primera ecografía. Un detalle que lo significaba todo. Mis antiguos compañeros nos rodearon, felicitándonos entre brindis. Yo alcé mi vaso de jugo, mientras ellos celebraban con champán. Fue un momento cálido, especial. Un momento único. Mi jefe era mi esposo. * Días después, Leo insistió en que asistiera a la boda de Ángel. No entendía su insistencia, pero terminé cediendo. Fuimos juntos y, apenas entramos, sentí todas las miradas sobre nosotros. Entre ellas, la de su madre, cuyo desprecio se hacía evidente. —Tu exsuegra está celosa de ti...— susurró Leo en mi o
Mi hijo Giorgio estaba en brazos de su madre. Amaba verlo sobre ella, amaba verla a ella. Mis padres lloraron al contemplar al bebé. Mi padre, con el corazón conmovido, le pidió disculpas a Georgina por sus modales fuera de lugar. Giorgio era un gordito precioso, con pequeñas manchas rojas en su carita. —Eres la mamá más bella del mundo— susurré antes de besar sus labios. Ella me miró con devoción, sus ojos reflejaban un amor absoluto. —Al fin es mío— murmuró, abrazando a nuestro hijo con ternura. Dos días después, nos dieron el alta y volvimos a casa. Los regalos inundaban cada rincón, al igual que los globos de bienvenida. Mis padres se esmeraron en decorar todo con amor y, al tener a Giorgio en sus brazos, no pudieron contener la emoción. Las fotos profesionales no faltaron. Liliana no dejaba de escribir y llamar, emocionada. Nuestro hijo era un bebé amado por todos. * Las noches fueron agotadoras el primer mes. Tanto Georgina como yo apenas dormíamos; nuestro pequeño pa
Paso por una tienda y compro sushi, es una de las comidas favoritas de mi prometido, y para mí, un té frío. Es una de mis bebidas favoritas, pese al frío que hace en estos días de febrero. Salgo de la tienda con una sonrisa en mi rostro; al fin lo podré ver, después de una ardua semana ocupada. Tomo un taxi y me detengo en la entrada del edificio. Tengo la clave de la puerta de su casa, así que no tendré que molestarlo y de paso lo sorprenderé. Subo al ascensor, camino con calma por el corredor, con la bolsa de comida en mi mano hasta detenerme en su puerta y marco la clave 5555#La puerta se abre y mi primera impresión es ver tacones de una mujer tirados y una botella de vino vacía sobre una mesa y dos copas, una de ellas tiene tinta de labial rojo. El lugar no es muy amplio, que digamos, cocina, sala y una habitación con el baño incluido. Mi cabeza late con un fuerte dolor y siento mi corazón latir frenéticamente, mis manos tiemblan y la ansiedad me consume.Dejo lo que traje en el
Con el alma herida y temblando, salgo del apartamento y pido un taxi para dirigirme a mi casa. No dejo de llorar en el trayecto a casa. El taxista amablemente me ofrece servilletas y eso hace que llore más. Al llegar a casa abatida, me dejó caer sobre la cama y lloro desconsolada, siento náuseas y corro al baño, pero no logro vomitar. Mis ojos están hinchados de tanto llorar. Tomo mi teléfono para llamar a mi madre, pero ni siquiera sé cómo hacerlo. ¿Cómo darle otra mala noticia? No quiero preocuparla mas de lo que ya debe estar con su propia vida. El fondo de pantalla de mi celular es una foto con ángel y rápido la cambio. Entro a mi galería. Hay cientos de fotos de nosotros dos, y la sola idea de borrar tantos lindos recuerdos con él, rompe mi alma. Pero ya no no pueden seguir ahí, nunca volveré con él; me traicionó, y quién sabe desde cuándo lo hacía. Abro mi computadora, elimino todas las fotos, archivos y videos. Luego recojo todos los regalos que me había dado y los meto en un
—¿Crees eso? Si hubiera estado con él, quizás no me hubiera engañado— —¡Ohhhh! ¿Quién te dijo que la lealtad se mide por el sexo? El infiel es infiel sin importar que, el sexo no garantiza nada en esta vida. Si no me crees, mira a las actrices porno. ¿O esa fue la excusa que te dio cuando lo encontraste con otra mujer encima?— Me dolió lo que dijo, pero en el fondo tiene razón, me lleve el vaso a los labios y di un trago largo. Mi cabeza comenzó a nublarse. —Creo que ya debo irme... estoy perdiendo el rumbo- —¿Quieres que te lleve a tu casa?— —No, no estoy bien.— Intenté levantarme, pero mis piernas no respondieron y terminé cayendo sobre su regazo. Nos miramos fijamente por unos segundos antes de que apartara la mirada, levantando mi mentón con orgullo. —Te llevaré a un lugar mejor. Confía en mí— se levantó, sin molestarse en pedir la cuenta. —espera, hay que pagar...— —tranquila, este lugar es mío— —¿Esa es la empresa de la que me hablaste?— —No, esta es una pequeña entr
Salgo del baño con su camiseta puesta. Él está sentado en la cama, tecleando algo en su teléfono de último modelo. Cuando me ve, deja el dispositivo a un lado y da unas palmadas sobre el colchón, invitándome a recostarme junto a él. Pero no lo hago. Me siento en el borde, nerviosa. —Creo que no debería...— No me deja terminar. Su mano firme envuelve mi brazo y en un instante me jala hacia su cuerpo. Me envuelve entre sus piernas, sus brazos. Siento su aliento cálido en mi cuello cuando inhala y exhala con lentitud, como si estuviera drogandose con mi olor. Mi cabello se derrama sobre su pecho. —No te preocupes por nada —susurra en mi oído. —¿Quieres un poco de alcohol? Para que te relajes... Si no quieres, no te obligaré. Haremos las cosas como desees— —Sí, quiero un poco de alcohol— ¿Que más podía perder? Ya no había boda, ni compromiso, ni promesas vacías. Sé que no volveré a ver a este hombre. Tal vez siente lástima por lo patética que me veía en ese bar. Se levanta, va por
Me hundo bien profundo, provocándole un grito placentero mientras mi semen la llena por completo. La aprieto con fuerza, soltando un gemido de puro placer al derramarme dentro de ella, con una única intención clavada en mi mente. Mi cuerpo reposa sobre el suyo, ambos agotados, empapados en sudor y jadeando en la oscuridad de la habitación. El sueño nos atrapa sin poder resistir. A la mañana siguiente, despierto temprano. Tengo una reunión importante. Me ducho rápido, me visto con elegancia y preparo el desayuno. Antes de marcharme, dejo una pastilla para la resaca y una nota junto al desayuno. Le explico que tuve que irme temprano por trabajo y que preferí no despertarla porque se veía demasiado cómoda en mi cama. ** Me despierto con una sensación de resaca brutal, mi cabeza late como si me estuvieran golpeando por dentro. Me estiro, disfrutando la suavidad de las sábanas, hasta que la realidad me golpea: no estoy en mi casa. Me siento de golpe y el dolor en mi cabeza se intensifi